Después de dar un paseo con mi perra Vega, vuelvo a casa. Me dirijo hacía la cocina para desayunar y allí me encuentro con mis padres y mi abuelo.
— ¡Hola! — le doy un beso en la mejilla a cada uno.
— Hola cariño, has salido a pasear temprano hoy, ¿no? — me pregunta mi madre y asiento sonriendo.
— Sí, vivir en una ciudad está bien, pero no hay nada cómo respirar el aire puro de mi tierra — nos reímos y me siento en la mesa a desayunar con ellos. En estas dos semanas, he intentado aprovechar al máximo el tiempo que me queda aquí con mi familia. Me lo estoy pasando genial, pero echo muchísimo de menos a mis amigos y sobre todo a Hugo. Hacemos videollamadas todos los días o nos hablamos por WhatsApp casi a todas horas, pero no es lo mismo. Necesito tenerle cerca, abrazarle, besarle...además, me siento fatal porque dentro de dos días es su cumple y no voy a poder estar con él. Noto sus miradas posadas sobre mí — ¿qué? — les pregunto confusa y niegan sonriendo.
— Nada pequeña — dice mi padre y ruedo los ojos.
— Estáis muy raros — se ríen.
— ¿Por qué íbamos a estarlo? — se hacen los inocentes y sigo acusándoles con la mirada.
— ¿Qué me ocultáis? — mis padres se miran entre ellos con sonrisas cómplices. Miro a mi abuelo que me sonríe — Abu, tú no me mientas porfa — se ríe.
— Mi niña — coge mis manos — vete corriendo para tu habitación, que te espera una sorpresa
— ¿Una sorpresa? — le pregunto confundida.
— Sí, venga vete — me insiste.
— Vale, está bien, iré a ver qué es. Pero cómo me estéis mintiendo y sea una mierda... — se ríen.
— Estamos seguros de que te va a encantar — dice mi madre guiñándome y les miro aún más confusa.
Salgo de la cocina para ir hasta mi habitación y cuando abro la puerta me quedo petrificada.
— ¡Sorpresa! — dice Hugo con una gran sonrisa.
— ¡¡¡Ahhhhh!!! — grito de la emoción y voy corriendo a abrazarle súper fuerte, tanto, que nos caemos sobre mi cama — ¿qué haces aquí? — le pregunto todavía sin poder creerme que esté aquí.
— Necesitaba tenerte cerca ya — le sonrío con lágrimas en mis ojos de felicidad y nos besamos.
No podemos parar de besarnos, abrazarnos, acariciarnos...
— Dios mío, no me lo creo, estoy muy feliz — se ríe — te he echado tanto de menos bebé... — me besa.
— Y yo a ti cariño, muchísimo, te quiero — me dice emocionado también y sonrío volviendo a besarle.
— ¿Desde cuándo estás aquí?
— Pues he llegado esta mañana mientras tú estabas dando un paseo con Vega — me dice sonriendo — les avisé ayer a tus padres de que venía a verte
— Ya decía yo que estaban muy raros... — se ríe — entonces, ¿ya les conoces? ¿Y a mi abuelo también?
— Sí, son increíbles, cómo tú — sonrío y le beso.
— ¿Y cómo has venido?
— En coche — le miro sorprendida.
— ¿En coche? ¿Tú estás loco? ¡Si se tardan cómo más de 5 horas de Madrid hasta aquí! — se ríe.
— Vaa eso no es nada si al final puedo estar contigo enana — sonrío cómo una tonta abrazándole.
He vuelto a morirme de amor.
— Te amo Hu, gracias por hacerme tan feliz — me sonríe y seguimos besándonos apasionadamente.
Pasamos toda la mañana en mi habitación recuperando el tiempo que hemos estado separados. Tenemos que controlarnos a que esos besos no vayan a más porque mi familia está abajo.
Cuando llega la hora de la comida, nos sentamos todos juntos en la mesa. Le preguntan sobre su música y trabajo en el estudio y se pone algo nervioso. Aw es adorable...no puedo estar más feliz de que esté aquí y se lleve tan bien con mi familia.
— ¿Te vas a quedar a pasar la Nochevieja con nosotros Hugo? — le pregunta mi madre.
— Ah pues si me invitáis yo encantado — se ríen.
— No, no va a pasarla aquí — les digo segura negando con la cabeza y me miran confundidos.
— ¿Por? ¿Es que no quieres que me quede? — me pregunta Hugo con la mirada triste y cojo su mano.
— Pues claro que quiero amor, pero ibas a pasar estos días con tu familia en Córdoba y no quiero que por mí te quedes sin verles — acaricia mi cara.
— Pero yo quiero estar contigo Eva — sonrío triste.
— Y yo contigo Hugo, pero también sé que tienes muchas ganas de ir a Córdoba y ver a tu madre. A si que por mucho que nos cueste volver a estar separados, te vas para allí — niega con la cabeza.
— No quiero, me quedo aquí contigo — dice abrazándome con voz de bebé y nos reímos.
— Oye mi pequeña, ¿y por qué no te vas con él a Córdoba? — dice mi abuelo y les miro sorprendida.
— ¿Puedo? ¿Me dejaríais? — asienten sonriendo.
— Pues claro que sí hija, vete a pasar estos días con él y su familia. Que a nosotros ya nos tienes muy vistos — dice mi padre bromeando y nos reímos.
— Entonces, ¿te vienes conmigo? — le sonrío.
— Sí, me voy contigo — me sonríe y nos besamos.