— Evi, ¿estás ahí? — abro la puerta del baño para abrazar a Sam — eh pequeña, ¿qué ha pasado? — me pregunta preocupada al ver que estoy llorando.
— Tenías razón Sam, estoy enamorada de él — acaricia mi espalda intentando tranquilizarme.
— ¿Qué ha hecho esta vez? — y le cuento lo que ha pasado — ¡ahora mismo se va a enterar! — dice enfadada y la paro antes de que salga del baño.
— No, no hagas nada porfa — suspira.
— Eva, no puede jugar así contigo. Le quiero mucho y es cómo mi hermano pequeño, pero no voy a consentir que por su culpa tú estés mal
— Lo sé, pero déjame a mí hablar con él porfa
— Cómo quieras, pero aclarad todo de una vez porque no me gusta veros así a ninguno de los dos — asiento y seguimos abrazadas por un rato.
Cuando consigo calmarme, salimos del baño. Encontramos solo a Flavio recogiendo todo.
— ¿Hugo? — le pregunta Sam.
— Se acaba de ir...Eva, ¿estás bien? — me pregunta preocupado al verme con cara de haber llorado.
— Sí, tranquilo — le sonrío para asegurárselo.
— Te conozco demasiado bien cómo para saber que me estás mintiendo, pero bueno... — me río — ven anda — y nos damos un abrazo súper fuerte.
— Te quiero Fla
— Y yo a ti Eva
— ¡Oye! Que yo también quiero — nos dice Sam y nos reímos dejando que se una a nuestro abrazo.
De repente oímos el ruido de la puerta del bar abrirse y nos separamos del abrazo. Es Hugo que viene directo hacía mí y me besa intensamente cogiendo mi cara con sus manos. Me quedo tan sorprendida, que tardo en corresponderle el beso. Cuando separamos nuestros labios, nos quedamos mirándonos intentando recuperar la respiración.
— Ven conmigo — y me lleva de la mano fuera del bar hacía su coche.
— Hugo, ¿qué haces? ¡Suéltame! — le digo enfadada intentando apartar mi mano de la suya.
— ¿Te quieres parar quieta? Intento arreglar las cosas... — me río sarcásticamente.
— ¿Ahora? ¿No crees que ya es un poco tarde para eso? — y consigo soltarme de su mano.
— Eva por favor, solo escúchame, ¿vale?
— ¡Que no quiero escucharte Hugo, déjame en paz! — me giro para volver hacía el bar pero me detiene.
— Por favor Eva, escúchame, que me pongo hasta de rodillas si hace falta — me suplica y suspiro.
— Tienes solo 5 minutos — cruzo mis brazos manteniendo mi orgullo y rueda los ojos sonriendo.
— ¿Enserio Eva? — me encojo de hombros.
— Estás perdiendo el tiempo...
— Vale vale, pero por lo menos déjame llevarte hasta mi casa para que podamos hablarlo mejor
— Está bien, vamos — nos subimos en el coche y vamos todo el camino hasta su casa en silencio...