Cap 38: Más cerca que nunca

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¡Joder! No quiero lidiar con este hombre en este estado, pero claramente tendré que hacerlo. Es obvio que no esta tan ebrio, sin embargo aun así no logra mantenerse en equilibrio. Sus ojos continúan fulminándome, mientras lo observo aun de pie.

―No tenías por qué hacer eso ―reclama restregándose el líquido sobre su rostro, y mentiría si dijera que aun en este estado no consigue verse jodidamente caliente.

―Y tú no tenías por qué embriagarte ―reitero.

―Para tu sorpresa soy un adulto, puedo embriagarme todo lo que me apetezca.

―Bien, siendo así, no te importara que vuelva a donde estaba, mientras continuas revolcándote en alcohol.

Intento caminar lejos de él, pero su voz vuelve a llamarme―. No, espera nena..., por favor no me dejes solo.

Me vuelvo observándolo levantarse con dificultad ayudándose con la encimera a su espalda, y cuando creo que va a caerse me acerco con prisa sosteniéndolo―. Eres un jodido desastre.

―Ya lo sé, lo lamento.

No puedo simplemente dejarlo aquí. Hace un momento no hablaba en serio, por más que quisiera volver a la cafetería no tengo coraje como para abandonarlo.

―Vamos, te llevaré a la cama y te haré un té, imagino que eso será suficiente.

Envuelvo su brazo izquierdo en mi cuello, rodeo su cintura y con su propia ayuda lo llevo hasta su habitación. El hombre no deja de observarme y al subir los escalones casi resbala precisamente por estar distraído. No negaré que encontrarlo tan vulnerable a causa de mi indiferencia me da cierta satisfacción, pero de allí a que se le haga costumbre manipularme hay un largo recorrido de aprobación.

Con mi pierna empujo la puerta de su habitación, y al dejarlo sobre su cama sus piernas quedan tendidas y cae como costal.

―¡Mierda! Creí que serias más delicada ―se queja.

―Y yo creí que eras un adulto.

Lo escucho bufar y tras esto se recuesta sobre sus codos para observarme bajo la luz tenue.

―Eres hermosa, y te ves más hermosa cuando intentas ser dominante.

Mis manos se mantienen sobre mis caderas, en sus ojos se distingue algo de diversión, esa diversión que le da paso a esa sonrisita picara. Me cuesta a horrores no arrojármele encima y besarlo, sobre todo cuando ladea su cabeza y con osadía me regala un guiño.

¡Joder! Esto de cuidar de él, será divertido y difícil al mismo tiempo

Suspiro de la frustración, me acerco y me inclino comenzando a desabotonar los cordones de sus zapatos.

―No tienes por qué hacer eso ―lo escucho balbucear.

―Tienes razón, no tengo ―termino con uno y comienzo con el otro―. Pero no soy una ingrata y es lo mínimo que debo hacer. Tú me cuidaste también ¿no es así?

Me levanto decidida a quitarle el resto de la ropa.

―No lo hice para que me lo retribuyeras ―confianza y respiro profundo escuchando cada palabra―. Lo hice porque me importas, si algo llegara a pasarte no me lo perdonaría jamás.

En esos orbes verdes lo único que vislumbro es verdad y dulzura. Tanto que no estoy segura de cuando tiempo pueda resistir la tentación de abrazarlo. Parece tan frágil ahora, tan vulnerable.

―Sí, bueno eso ya no importa..., no te gusto y eso me queda bastante...

―¡Joder, mujer! ¿¡Acaso estas ciega!? ―se tambalea sobre el mismo levantándose hasta quedar sentado.

Storms (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora