El chico del callejón Diagon

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Desde que supe de la existencia de Hogwarts, esperé con ansias a que llegara el día de ir a estudiar allí. Mis padres decían que la mejor época de sus vidas había sido mientras asistieron al colegio, ahí fue donde se conocieron y unos años después, se casaron. Él es un gran mago y ella una excelente bruja, ambos trabajan en el ministerio de magia. Sé que tienen unas expectativas muy altas sobre lo que seré y yo solo espero poder hacer que se sientan orgullosos de mí.

El primero de marzo, día de mi cumpleaños número once, la tan anhelada carta llegó. Estaba tan emocionada que no quería tener que esperar seis meses para ir, quería que el tiempo pasara rápido para poder iniciar esa etapa de mi vida.

Marcaba en el calendario cada día que pasaba y contaba Cuánto faltaba para que fuera primero de septiembre. Una semana antes, mi padre me llevó al callejón Diagon a comprar mis libros y demás cosas que aparecían en la lista. Primero fuimos a Gringotts, a sacar algo de oro de la cámara acorazada de mi familia, luego nos dirigimos a comprar los libros de texto. El callejón estaba bastante lleno de personas que iban de un lado a otro haciendo compras. Cuando entramos a comprar algunas túnicas, íbamos bastante cargados de paquetes, por lo que cuando salí de la tienda, empujé la puerta sin mirar hacia afuera e hice que alguien se cayera. Me apresuré a ver si estaba bien y lo me fijé en él. Era un chico de cabello oscuro, ojos cafés y piel blanca. A pesar de que su mirada era hostil, sus ojos tenían una extraña belleza.

-Disculpe -dije, más que avergonzada.

Él me miró mal, se levantó del suelo y se sacudió la ropa. Parecía más que ofendido.

-La próxima vez tenga más cuidado -dijo con brusquedad y se alejó casi corriendo.

Mi padre me miró, luego me tomó de la mano y fuimos a buscar un caldero y algunos materiales para preparar pociones.

-Pareces muy emocionada por ir a Hogwarts -comentó mientras examinaba un caldero.

-Lo estoy, de verdad -dije sonriendo- quiero aprender muchas cosas.

Él sonrió y fuimos a lo más importante: comprar mi varita. Entramos en la tienda, en la que había un par de personas, esperamos y probé con varias varitas distintas hasta que di con la ideal: Madera de aliso, con núcleo de fibra de corazón de dragón, de treinta centímetros y medio y ligeramente elástica. La guardé con sumo cuidado, temiendo que algo pudiera sucederle.

Cuando regresamos a la pequeña cabaña en el campo en la que vivíamos, desempaqué mis libros y me dediqué a leerlos, siempre me había gustado mucho leer, era mi pasatiempo favorito, muy seguramente, cuando comenzara mis estudios tendría que leer mucho. De repente, recordé al chico al que había golpeado con la puerta saliendo de la tienda de túnicas. Nunca había visto unos ojos como esos, tan bonitos. Parecía ser más o menos de mi edad, ¿él iría también a estudiar a Hogwarts? ¿Lo vería de nuevo allí?

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora