Romulus Perwinkle

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Los meses siguientes transcurrieron en calma. Cumplí diecisiete años y aprobé el examen de aparición. Sexto curso terminó y yo me sentía más que feliz de regresar a mi casa, pues habían pasado muchos meses desde la última vez que había visto a mi familia. Mientras iba en el tren, de regreso a Londres y jugaba naipes explosivos con mis amigos, me preguntaba qué habría pasado con mi tío. Mis padres no habían vuelto a mencionarlo en sus cartas, siempre decían que todo estaba muy bien, pero yo seguía preocupada por lo que podría hacer él y constantemente sentía que me estaban ocultando cosas.

—Deberíamos apostar algo —dijo Eric.

Maia y yo negamos con la cabeza.

—Contigo no se puede apostar —dije— siempre ganas.

Él me miró, decepcionado y barajó las cartas de nuevo.

—Ya no nos queda sino un año en Hogwarts —comentó Maia.

—No puedo creer que ya hayan pasado todos estos años —dije.

Y era verdad, sentía que el tiempo había pasado demasiado rápido. Ya no éramos unos niños, habíamos crecido y estábamos a un paso de iniciar una vida adulta. Al llegar a King's Cross, bajé del tren con mis amigos y le di un fuerte abrazo a cada uno.

—Que tengan buen verano —dije.

—Tú también, Hayle —dijo Maia.

—Pásenla bien y escríbanme de vez en cuando —dijo Eric.

Asentimos y cada uno se fue al encuentro de sus familiares. Busqué a Tom con la mirada, estaba despidiéndose de sus compañeros. Me acerqué a él y juntos fuimos a buscar a mis padres. Ambos se veían bastante tranquilos, y yo estaba tan feliz de verlos. Abracé a mi padre mientras mi madre abrazaba a Tom y le daba un beso en cada mejilla.

—Hayle, cariño, es muy bueno que volvamos a estar juntos —dijo mi padre.

—Papá, estaba contando los días para volver a verlos —dije.

—Cariño, nos has hecho falta, al igual que Hayle —le decía mi madre a Tom.

—Nos esperan varios días juntos, señora Perwinkle —dijo Tom, sonriente.

—Y eso es un alivio —dijo mi padre.

Después nos fuimos a casa. Al llegar, sentía como si mi ausencia hubiera sido de años, aunque todo estaba igual que siempre. Mi abuela estaba en la sala, sentada en un sillón, se puso en pie con dificultad y hasta ese momento, no había sido consciente de la edad que tenía. Parecía haber envejecido al menos una década, aunque su mirada era siempre la misma, cariñosa y afable. Se acercó y me dio un abrazo fuerte.

—¡Mi niña! No sabes cuánto te hemos extrañado —dijo.

—Y yo a ustedes, abuela —dije.

Ella se acercó y abrazó a Tom.

—Y tú, querido, parece que hubiera pasado un siglo desde la ultima vez que te vi. Estás más alto y más guapo.

Él sonrió.

—Siempre es un gusto volver a verla, señora.

Cenamos entre conversaciones sobre lo ocurrido durante el año escolar y mis padres hablaron un poco sobre el trabajo.

—¿Han sabido algo de Romulus? —pregunté cuando todos guardaron silencio.

Mis padres intercambiaron una mirada.

—Desde hace meses que no hemos sabido nada —respondió mi madre.

—Es como si se hubiera esfumado —añadió mi padre.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora