Ranas de chocolate y escobas

5.5K 473 25
                                    

El día de la primera clase de vuelo, me levanté emocionada, me vestí antes que mis compañeras y me esmeré en hacerme un peinado bonito. Pocas veces en mi vida había montado en una escoba, pues mis padres lo consideraban peligroso para mi edad, a veces eran tan sobreprotectores que se hacían insoportables. Mientras desayunábamos en el gran comedor, llegó un búho con un paquete mediano. Al verlo lo reconocí de inmediato, era el de mis padres. Depositó el paquete en mi regazo y se dedicó a picotear distraído sobre la mesa.

-¿Qué es? -preguntó Eric interesado, inclinándose sobre la mesa.

Lo abrí y me encontré con una gran cantidad de ranas de chocolate. No pude evitar sonreír. Saqué una de ellas y se la di a Eric.

-Son ranas de chocolate, seguro te van a gustar.

-Gracias -me dijo y se emocionó mucho cuando la vio saltar.

Le di otras tres a mis compañeras de curso, que me agradecieron y sonrieron, quedaban algunas todavía, así que las guardé en la mochila. Busqué con la mirada a Tom en la mesa de Slytherin, miraba distraído su plato, como perdido en sus pensamientos, pensé en darle una más tarde.

Llegamos a la zona destinada para las clases de vuelo mucho antes que los de Slytherin y esperamos junto a las escobas mientras Eric me contaba cosas sobre su familia. Pasábamos bastante tiempo juntos y era bastante agradable, me alegraba tener alguien con quién hablar.

Cuando llegaron los de Slytherin, comencé a buscar con la mirada a Tom. Llegó casi de último y parecía muy serio. Me pregunté por qué casi no sonreía, si su sonrisa era algo tan bonito. Se acercó y se ubicó a mi lado.

-Hola -dijo en voz baja.

-Hola -lo saludé y le sonreí.

Escuchamos atentos a las indicaciones de la profesora, montamos en las escobas y dimos una fuerte patada en el suelo. Cuando mi escoba comenzó a elevarse, sentí una gran emoción, acompañada de un vacío en el estómago, pues la altura me ponía algo nerviosa. Miré a mi lado y me fijé en que Eric se había levantado menos de un metro del suelo y se había caído de la escoba. Se levantó pronto y volvió a intentarlo. Sentí el impulso de acelerar un poco y volé en círculos alrededor de mis compañeros que estabas casi todos muy aterrados como para intentar moverse aunque fuera un poco. Recordé entonces el quidditch y me pregunté qué se sentiría jugarlo. Como estaba en primer año, no podía hacer parte del equipo, pero pensé seriamente en intentarlo el año siguiente. Miré a mi alrededor y vi que mis compañeros comenzaban a entrar más en confianza. Descendí un poco y miré hacia abajo, en ese mismo momento, Tom se cayó de la escoba. Salvé la distancia que quedaba entre mí y el suelo y aterricé limpiamente a su lado.

-¿Estás bien? -le pregunté preocupada.

-Sí -me respondió él, aunque estaba haciendo una mueca de dolor.

Le tendí mi mano y lo ayudé a levantarse, se sacudió un poco la tierra de la túnica y volvió a montar en su escoba como si nada hubiera pasado, yo hice lo mismo.

Al término de la clase recordé las ranas de chocolate, busqué un par en mi mochila y me acerqué a él antes de que se fuera. Se las tendí y él las recibió.

-¿Qué son? -preguntó mirandolas con interés.

-Ranas de chocolate -respondí- mis padres me las enviaron esta mañana.

-Gracias, eres muy amable conmigo.

Esbozó una sonrisa y yo le sonreí también, me parecía imposible no ser amable con él, aunque era algo tímido y casi siempre estaba muy serio, me agradaba mucho. Había algo en él, algo desconocido, pero que me hacía sentirme interesada, me veía impulsada a hablarle aunque fuera solo para decirle un simple hola. No sabía si eso se debía a la gran soledad en la que había pasado casi toda mi infancia, pero sentía simpatía por él y me gustaba la idea de hacernos más cercanos.

-Nos vemos luego -dijo a modo de despedida antes de colgarse la mochila al hombro.

-Que tengas buen día, Tom -le dije.

Lo vi marcharse algo absorta hasta que Eric apareció a mi lado y me miró con el ceño fruncido.

-¿Vamos? -preguntó.

Yo asentí y caminamos de regreso al castillo. A medida que avanzaba el mes de septiembre, el tiempo comenzaba a enfriarse, cosa que yo realmente lamentaba, pues me gustaba estar al aire libre. Fuimos a la biblioteca a sacar algunos libros que necesitábamos para hacer la montaña de tareas que nos habían dejado y luego regresamos a la sala común, que estaba casi vacía, a excepción de algunos alumnos de último curso que charlaban en un rincón junto a la ventana. Aunque llevaba pocos días en Hogwarts, me sentía cómoda, en esos momentos ni siquiera me imaginaba lo que me esperaba en los años siguientes.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora