Estaba en el gran comedor, desayunando mientras charlaba con mis amigos.
—¿Tan grave fue lo que hizo? —preguntó Maia.
—Claro que fue grave —le respondió Clitemnestra—, ¿qué crees que hacía saliendo a media noche de la sala común de Gryffindor?
—¿Ya te lo explicó? —preguntó Eric.
Reginald intentaba que Clitemnestra lo perdonara, pero no lo había logrado. Estaba escuchando atentamente su conversación hasta que vi que un trozo de pergamino flotaba hacia mí. Me volví para mirar a la mesa de Gryffindor y vi a Crescence, que me miraba con cara de arrepentimiento. Tomé el pergamino y lo leí.
Perdóname, Hayleia. Por favor hablemos, no quiero que estés enojada conmigo.
Después llegó flotando una rana de chocolate, la tomé y la guardé en mi mochila. Antes de salir del gran comedor, rumbo a una clase de aritmancia, pasé cerca de Crescence y le dije en voz baja:
—Luego hablamos.
Él sonrió y asintió.
Cuando terminamos nuestras clases del día, mis amigos y yo aprovechamos que ya había llegado la primavera y nos sentamos cerca del lago. Saqué un libro y me concentré en la lectura hasta que escuché la voz de Crescence.
—Hola —dijo tímidamente.
Cerré el libro y lo guardé en la mochila antes de mirarlo.
—Ya vengo, chicos —le dije a mis amigos. Ellos también estaban leyendo, por lo que solo asintieron, sin mirarme.
Me levanté y me alejé unos pasos. Crescence me siguió de cerca. Nos detuvimos y lo miré con atención, a la espera de que dijera algo. Él sacó su varita.
—¡Flagrate! —murmuró y en seguida aparecieron unas letras doradas que formaban las palabras: Te quiero.
Ese bonito gesto me hizo sonreír.
—¿Y bien? —le pregunté.
—Lo siento mucho. Sé que no debí pelearme con ese Riddle, pero es que no me cae para nada bien.
—Y tú a él tampoco.
—No quería que se acercara a ti.
—Puede acercarse a mí porque es mi amigo. Lo conozco desde que estábamos en primer grado.
—Lo sé, pero es que no confío ni un poco en él.
—Yo sí, Crescence, y me parece innecesario que armaras un club de pelea muggle en el campo de quidditch.
—Perdóname, te prometo que no vuelvo a hacerlo.
—Está bien.
Él me envolvió en un fuerte abrazo. Yo no sabía si lo mejor era seguir teniendo una relación con él, pero por el momento no quería decirle nada.
—Preparé una sorpresa para ti, por si me perdonabas —dijo.
Tomó mi mano y me llevó hacia un lugar alejado en los jardines. Había preparado una manta y una canasta de picnic. Nos sentamos sobre la manta, él sacó un par de sándwiches y me dio uno.
—Gracias, esto es un detalle muy bonito —le dije antes de darle un mordisco a mi sándwich.
Él sonrió, y sus ojos azules me miraron con atención.
—Es para demostrarte que eres alguien importante y que sé reconocer cuando me equivoco —dijo.
Yo le di un pequeño apretón a su mano. Si tan solo pudiera sentirme tan enamorada de él como lo estaba de Tom. A pesar de sus detalles y de lo bueno que era conmigo, no conseguía sentir nada por él. Lo que sentía era un poco de atracción, pero nada más y eso me preocupaba.
—No te lo había dicho, pero estuviste muy bien en el partido, como siempre —dijo.
—Gracias, tú también. ¿Arcturus te golpeó muy fuerte?
—No. El quidditch es un deporte un poco brusco, así que estoy acostumbrado.
Lo miré con atención, y levanté mi mano para tocar el punto donde Tom le había roto el labio. Él se acercó y me dio un beso tierno.
—¿Qué sientes cuando me besas? —preguntó.
No tenía idea de qué podía contestar. Sus besos eran agradables, pero no lograban causarme ninguna reacción. Recordé entonces el conjunto de cosas indescriptibles que sentía cuando Tom me tocaba, aunque fuera un contacto físico mínimo.
—No sabría cómo describirlo —respondí. A él le pareció suficiente con mi respuesta, cosa que agradecí.
Terminamos de comer sin decir nada más, luego nos acostamos sobre la manta a mirar el cielo despejado. Él buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos. El momento hubiera sido perfecto, pero a Tom y su novia se les ocurrió pasar discutiendo, bastante cerca de nosotros.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que me dejes en paz de una maldita vez? —le gritaba él.
Crescence y yo intercambiamos una mirada y nos levantamos, pero quedábamos medio ocultos tras algunas platas, por lo que ellos no podían vernos.
—No estoy de acuerdo con lo que piensas hacer —dijo ella.
—Yo no he pedido tu opinión. De igual manera lo voy a hacer.
—No, Tom. Por favor, te vas a meter en un problema.
—No es tu maldito problema. ¿Piensas ir a decirle a Dippet o a Slughorn lo que pienso hacer?
—Si es necesario lo haré. O mejor, se lo diré a ella, estoy segura de que no le va a gustar nada lo que estás planeando y te va a odiar.
—Atrévete a decirle aunque sea una sola palabra, y te juro que te vas a arrepentir.
El tono en la voz de Tom me causó un escalofrío. Me preguntaba qué pensaba hacer, por lo que dijo la chica, era algo peligroso o que iba contra las reglas. Esperé a que dijeran algo más, pero se alejaron en silencio, dejándome con una gran cantidad de dudas. ¿Estaría pensando hacerle daño a alguien? Miré a Crescence a mi lado, esperaba que, de ser eso cierto, él no fuera a ser la víctima.
ESTÁS LEYENDO
𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆
FanfictionDicen que quienes son concebidos bajo el efecto de la amortentia, el filtro de amor más poderoso del mundo, son incapaces de sentir amor por nada ni por nadie. ¿Solo no pueden amar o eso incluye otras emociones? ¿Pueden sentir deseo, atracción físic...