La advertencia de Ariadne

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¿Por qué será que cuando te sientes feliz, el tiempo parece pasar más rápido? Me parecía que las vacaciones de navidad nunca habían sido tan agradables, pero se terminaron en un abrir y cerrar de ojos. Tan pronto regresé a Hogwarts, hablé con mis amigos acerca de lo sucedido con Tom.

—Estamos felices por ti —dijo Maia.

—Y esperamos que todo te salga muy bien —completó Eric.

—Gracias, chicos.

Se suponía que ya había tenido una relación con Crescence, pero sabía que con Tom eran muy diferentes las cosas. A pesar de eso, tenía toda la intención de hacer lo posible para que saliera bien. La clase de pociones era con los de Slytherin, Tom y yo pasamos las dos horas intercambiando miradas, y sin necesidad de palabras, supe que quería que me quedara después. Al final de la clase, empaqué mis cosas con toda la parsimonia del mundo y él hizo lo mismo.

—Ya los alcanzo —le dijo a sus compañeros, que salieron del aula.

Mis amigos entendieron sin que les dijera nada y salieron, dejándonos a solas.

—¿Y bien? —le pregunté, acercándome a él, despacio.

Me tomó de la cintura y sonrió.

—Nada, yo solo quería besarte —dijo.

—Pues yo también.

Me acerqué y le di un beso largo y suave. Tenía la sensación de que cada beso que le daba era mejor que el anterior.

—No sé si prefieras que nos besemos en frente de todos, como hace todo el mundo...

Negué con la cabeza.

—¡Olvídalo! —dije— no me gusta hacer esa clase de exhibiciones.

Él sonrió tiernamente y yo me acerqué de nuevo para besarlo.

—¡Oh! —exclamó alguien en la puerta.

Nos apartamos de repente y mis ojos se encontraron con los de Ariadne.

—Perdón —murmuró ella, y se fue casi corriendo.

Tom y yo intercambiamos una mirada.

—Creo que mejor nos vemos luego —me dijo, con cierto tono de fastidio.

Asentí y le di un beso corto. Él salió primero y yo salí con unos minutos de diferencia. El pasillo estaba casi desierto, a excepción de Ariadne, que estaba recostada en la pared. Caminé hacia ella despacio, quería decirle algo, pero no sabía qué.

—Hayleia —dijo a modo de saludo y se apartó el cabello que le cubría la cara. Estaba llorando.

—Ariadne —dije, y me acerqué para darle un abrazo, sabía que estaba enamorada de Tom y entendía lo que estaba sintiendo en esos momentos—. Lo siento.

—No tienes por qué disculparte. Imagino entonces que hay algo entre ustedes.

—Es algo así... pero no sabría cómo nombrarlo.

—Quiero decirte una cosa, pero no quiero que pienses que lo hago con mala intención.

Me aparté de ella y la miré a los ojos.

—Dime.

Ella se secó las lágrimas con la manga de la túnica, se acomodó el cabello y me miró, con los ojos enrojecidos y llenos de dolor.

—Él es una pesadilla vestida de dulce sueño. No tardarás en descubrirlo, como lo hice yo.

Yo no supe qué decirle. Sabía que Tom no era ningún santo y había partes de su personalidad que no terminaban de gustarme. Su accionar no era siempre correcto, pero creía que solo era que tenía defectos como todos, esperaba que ella no tuviera razón del todo.

—Por favor no pienses que quiero dañar lo que sea que estés intentando con él —se apresuró a decir ella—, pero no sobra advertirte.

Puse mi mano sobre su hombro.

—No te preocupes, te agradezco por haberlo dicho y quiero que sepas que entiendo lo que estás sintiendo ahora, pero pasará, ya lo verás.

Ella sonrió.

—Adiós, Hayleia, y gracias.

Se arregló el largo cabello negro que le llegaba hasta la cintura y se fue, caminando con la frente en alto. Sus palabras me habían causado cierta desazón, pero traté de no pensar en eso y centrarme en encontrar a mis amigos.

No tardé mucho, estaban en el segundo piso, hablando cerca de la puerta de los baños.

—Qué cara traes, Hayleia —dijo Eric, abriendo mucho sus ojos— ¿pasó algo?

Yo les hablé brevemente acerca de Ariadne y de sus palabras.

—No comiences a darle vueltas a ese asunto —dijo Maia—. Si él es en verdad la pesadilla que dice, tú lo descubrirás por tu cuenta.

Pensé en que ella tenía razón, era mejor no pensar en eso. Unos chicos pasaron corriendo por el pasillo junto a donde estábamos y arrojaron un globo lleno de jabón, que le manchó la túnica a Maia.

—¿Me acompañas al baño, Hayle? —me preguntó ella.

—Bien. Tenme la mochila, por favor, Eric —dije.

Él extendió su mano y yo le di mi mochila. Entré en el baño con Maia y escuchamos unos sonoros sollozos.

—¿Otra vez eres tú, Olive? —preguntó la voz de una chica.

—No —respondí.

Ella salió de uno de los cubículos. La había visto antes, pues era de mi casa, y algunos de mis compañeros acostumbraban molestarla y burlarse de ella. Se quedó mirándome y señaló la insignia que llevaba en la túnica.

—Tú eres Hayleia Perwinkle —dijo, mirándome con interés, a través de las lágrimas que empañaban sus ojos cafés.

—Sí, soy yo —le dije— ¿Estás bien?

Ella rompió a llorar de nuevo y sollozaba ruidosamente. Maia pasó junto a ella y se acercó al lavabo para limpiarse la túnica.

—Otra vez Olive se estaba burlando de mis gafas —respondió la chica.

Yo la miré con pesar, algunos de mis compañeros de casa eran realmente crueles.

—¿Cómo te llamas? —le pregunté.

—Myrtle, Myrtle Warren —me respondió, quitándose las gafas para limpiarlas. Se las puso de nuevo y no tardaron en estar mojadas otra vez.

Se las quitó de nuevo y yo extendí mi mano para que me las diera, ella dudó un poco, pero al final me las entregó. Busqué mi varita en el bolsillo interior de la túnica, la saqué y dije:

¡Impervius!

Se las devolví y ella sonrió al comprobar que las había hecho impermeables.

—Gracias —dijo.

En ese momento, la puerta se abrió y entró otra chica de mi casa.

—¿Otra vez estás llorando? —le dijo a Myrtle— ¿Todavía no te has dado cuenta de que cuando lloras te ves más horrible de lo normal?

Entonces supe que ella era Olive, no podía dejar que le dijera esas cosas a Myrtle, aunque no la conocía bien, sabía que no merecía que la trataran de esa manera, tenía que hacer algo.

—¡Densaungeo! —dije, y los dientes de la chica comenzaron a crecer, fuera de control. Ella se llevó las manos a la boca y me miró, angustiada—. ¡No tienes por qué decirle esas cosas! Creo que ya ha sido suficiente, si te vuelvo a ver diciéndole cosas ofensivas otra vez, ya sabes lo que te pasará.

Ella no dijo nada y salió corriendo del baño, asustada.

—Gracias, otra vez —me dijo Myrtle, con una pequeña sonrisa.

—De nada, solo espero que eso sirva para que deje de molestarte.

Le sonreí y salí del baño con Maia.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora