No se rinde

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Llegó el sábado y con él, el día de la prueba para elegir al bateador que le faltaba a nuestro equipo. Esperaba que no durara mucho tiempo, pues tenía muchos trabajos por hacer y no me gustaba para nada la idea de atrasarme. Después del desayuno, tomé mi escoba y me dirigí al campo de quidditch. Cuando iba llegando a la puerta principal del castillo, me encontré con Tom. En esos días no habíamos intercambiado más que un saludo, por lo que pensé en que tal vez podríamos tener una pequeña conversación.

—Hola —saludé.

—Hola —me respondió él. Reparó en la escoba que llevaba en la mano— ¿vas a entrenar?

—No, es que hay una vacante en el equipo y hoy son las pruebas.

—Ya veo.

—¿Qué vas a hacer tú?

—El trabajo sobre el estatuto del secreto.

Levanté las cejas.

—¡Lo había olvidado! —exclamé. Él esbozó una pequeña sonrisa.

—Creo que ya lo recordaste.

—Precisamente ayer estaba hablando con mis amigos sobre eso, y dije que lo haría cuanto antes, no sé cómo pude olvidarlo.

—¿Qué piensas de eso?

—No estoy de acuerdo —me alegró la idea de que hubiera un tema de conversación, no me importaba mucho llegar tarde a la prueba—, no me parece bien que tengamos que escondernos y ocultar nuestros poderes. Tampoco creo que haya que usarlos para dominar a los muggles o algo así, pero es innecesario que nos ocultemos como si tuviéramos algo malo.

Mientras hablaba, él me escuchaba con atención y me miraba casi sin parpadear, algunas veces resultaba bastante intimidante, me iba a decir algo, pero se interrumpió. En ese momento apareció David, llevaba toda la semana evitándolo, pero nunca era suficiente. Hizo el intento de pasar su brazo alrededor de mis hombros, pero yo me alejé un paso, había interrumpido mi conversación con Tom y eso no me gustaba para nada.

—Por fin te encuentro —dijo—. No pensé que estuvieras hablando con este.

Tom cambió de repente su expresión y le dirigió una mirada llena de odio.

—No te metas donde nadie te ha llamado, sangre sucia —dijo con desprecio.

Le dirigí una mirada severa, odiaba que usaran esa expresión tan ofensiva para llamar a los hijos de muggles. Él no me hizo mucho caso y siguió mirando a David con el mismo odio intenso.

—¡No te atrevas a llamarme así porque no respondo! —dijo David, elevando bastante su tono de voz.

Tom sonrió, aunque sus ojos seguían demostrando una ira implacable.

—¿Qué piensas hacer entonces, sangre sucia? —buscó en el bolsillo y sacó su varita.

—Un momento —intervine, pensando en que en cualquier momento comenzarían a llover maldiciones.

David buscó su varita también, pero parecía que no la encontraba. Antes de que sucediera algo más, me acerqué a Tom y le di un beso en la mejilla.

—Nos vemos luego —le dije—. Y cálmate, por favor.

Tomé a David del brazo con fuerza, e ignorando sus protestas, lo llevé casi a rastras hacia el campo de quidditch.

—¿Te gusta interrumpir conversaciones ajenas? —le pregunté, con notable tono de exasperación.

—No, yo solo... —dijo, pero en ese momento llegamos a donde estaban los demás miembros del equipo de  quidditch.

Reginald caminaba de un lado a otro, observando a los candidatos para la vacante. Eran solo seis, la mayoría de segundo año, y todos parecían más que nerviosos. David fue hacia donde estaban, pero no dejó de mirarme con reproche.

—¿Y ese? —me preguntó Clitemnestra en voz baja, señalando a David con la cabeza.

—Parece que no hace más que perseguirme —dije con impaciencia—. Cuando terminemos voy a hablar con él.

Dimos inicio a la prueba y cada candidato lo hacía peor que el anterior. Cuando llegó el turno de David, supe que no teníamos opción, de todos era el que lo hacía menos terrible.

—No voy a tener de otra que elegirlo —dijo Reginald, sin emoción.

—Va a necesitar de mucho entrenamiento —dijo Albert—, pero no es tan desastroso como los demás.

Al final, Reginald le anunció que sería el nuevo bateador. Insistió en practicar por lo menos una hora y después de eso, nos dejó ir.

—¿Podemos hablar? —le pregunté a David, antes de que se fuera.

—¡Claro que sí! —dijo con emoción.

—Escucha... yo leí tu carta...

—¿Ah sí? —me interrumpió. Odiaba que me interrumpieran mientras hablaba, pero no le reclamé.

—Sí, por eso quiero hablar contigo...

—¿Qué piensas? Porque podríamos comenzar a salir, si quieres podemos tener una cita y...

—¡David! —lo interrumpí. Estaba acabando con mi paciencia— Lo que quiero decirte, si me dejas, es que no estoy interesada en una relación ahora.

Él pareció decepcionado por un momento, pero luego sonrió.

—Eso es porque no nos conocemos bien, pero si salimos, si me dejas demostrarte lo que siento, sé que vas a cambiar de opinión.

Resoplé.

—Yo te agradezco mucho por todo lo que estás haciendo y demás, pero es que yo ya estoy enamorada de otra persona.

Más que decepcionado pareció molesto. Se pasó las manos por el cabello castaño y me miró muy serio.

—Yo no me rindo sin haber presentado batalla hasta el último momento —dijo con convicción— y ten por seguro que no voy a rendirme aún. Aunque sea podríamos salir una vez. No sé de quién estés enamorada, pero estoy seguro de que valgo mucho más la pena que él. Lo siento mucho, Hayleia, pero mis sentimientos son de verdad, y no voy a descansar hasta que estés muy segura de ellos.

Intenté que mi cara no revelara la impaciencia que estaba sintiendo.

—Yo ya sé qué es lo que sientes por mí, no necesitas demostrármelo más. Si te estoy diciendo esto, es porque no quiero hacerte daño, ni que te hagas ilusiones con algo que no va a ser.

—No importa, sé que puedo hacer algo para que cambies de opinión.

Resoplé, frustrada. En los días anteriores me había demostrado lo insoportable que podía llegar a ser en su plan de conquista, y yo en definitiva no quería tener una relación con él. No sabía cómo, pero hallaría la manera de hacerle entender que no me interesaba una relación con él.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora