El miedo cambia

2.1K 248 6
                                    

La navidad llegó y el castillo parecía sacado de un cuento de hadas. Las decoraciones navideñas estaban puestas en todas partes y la gran mayoría de los alumnos iba.a regresar a sus hogares. Era extraño ver Hogwarts tan vacío, aunque todo era tranquilidad. La cena en el gran comedor fue tan deliciosa como siempre, cuando terminé, me encontré con Tom afuera.

—¿Vamos? —me preguntó.

Asentí y lo tomé de la mano. Emprendimos el camino hacia las mazmorras en completo silencio. Comenzaba a preguntarme dónde estaría la entrada a los dormitorios de Slytherin, cuando nos detuvimos frente a una parte de muro lleno de humedad.

—¡Serpiente de plata! —dijo Tom, y en seguida se abrió una puerta de piedra.

La sala común de Slytherin no tenía nada parecido a la sala común de Ravenclaw o a la de Gryffindor. Era bastante larga y oscura, pues la única luz venía de unas lámparas que colgaban del techo y de la chimenea encendida. Los muros y el techo eran de piedra basta. Las sillas y las decoraciones eran negras, verdes o plateadas. No había nadie ahí. Cruzamos la sala común y entramos en un pasillo angosto que conducía a los dormitorios. Nos detuvimos frente a una puerta, Tom la abrió y entramos. Había cinco camas en la habitación, todo parecía estar en perfecto orden y era de color verde, negro o plateado.

—Esta es mi habitación —informó Tom. Me estaba costando acostumbrarme a la falta de luz, pero parecía un lugar cómodo y acogedor.

En un rincón había un armario, que se movía sospechosamente.

—¿Y eso? —pregunté, acercándome lentamente.

—Debe ser otro boggart —dijo Tom, mientras se quitaba el suéter y lo dejaba sobre su cama—. Varias veces han aparecido, aunque siempre eran mis compañeros los que se lo encontraban.

Se acercó y sacó la varita del bolsillo. Se puso frente a mí y abrió la puerta del armario. El boggart plateado salió y yo esperé a que se transformara, ya sabía a qué le temía Tom. En efecto, se transformó en un cadáver, pero ya no era el suyo, sino el mío. No podía creer lo que estaba viendo, el cambio en el boggart demostraba que yo era alguien importante para él. Tenía una gran cantidad de sangre encima, los ojos cerrados y una expresión de dolor en el rostro. Tom sostenía la varita y le apuntaba al boggart, pero no decía nada. Pude notar que estaba temblando, parecía como si no recordara lo que tenía que decir.

¡Riddikulus! —dijo al fin y el boggart desapareció.

Caminó hacia la cama, se sentó en ella y dejó la varita sobre la mesa de noche. Yo no sabía qué decirle, me senté junto a él y le rodeé la espalda con un brazo.

—Esta es solo otra de las cosas que has cambiado en mí —comentó, en voz baja—. ¿Cuando amas a alguien, temes perderlo?

Asentí y lo miré a los ojos.

—Cuando amas a alguien, la idea de vivir sin esa persona es dolorosa y no quisieras perderla, porque a su manera, hace de tu mundo un lugar mejor. Sabes que podrás vivir sin ella, claro que sí, pero no quieres hacerlo, porque su presencia es importante —respondí.

—Jamás pensé que llegaría a saber lo que se siente amar a alguien.

—Parece que ahora lo sabes.

—Porque tú me has enseñado. Tú me has amado a pesar de que me has visto tal cual soy.

—Cuando amas a alguien, amas todo de él, incluso esas cosas que puede que no sean muy buenas o no te agradan mucho. Tú, Tom, has tomado un lugar en lo más profundo de mi corazón, y nada puede sacarte de ahí.

Él sonrió, y se acercó para darme un beso cálido. Poco después, se estaba poniendo la pijama mientras yo me ponía uno de sus suéteres, que me quedaba un poco largo. Dejé mi varita en la mesa de noche, junto a la suya y me recogí el cabello en una trenza. Nos acostamos juntos en la cama y yo acomodé mi cabeza sobre su pecho.

—Conocerte ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado en la vida —confesé. Él buscó mi mano y entrelazó nuestros dedos.

—Puedo decir lo mismo —dijo, casi en un susurro—. Has traído cosas buenas a mi vida, Hayleia.

Sonreí y me moví un poco para poder mirarlo a la cara. Parecía perdido en los recuerdos, como cuando viajas en el tiempo y revives momentos del pasado. Me quedé contemplándolo, y supe que nunca podría cansarme de mirarlo, ni de besarlo, ni de tocarlo. Parecía increíble lo grande que puede llegar a ser el amor que sientes por alguien. Yo no necesitaba mucho para ser feliz, con estar ahí, entre sus brazos, me era más que suficiente.

A la mañana siguiente, cuando desperté, él todavía dormía profundamente. Le acaricié la mejilla y me levanté con cuidado de la cama para no despertarlo. Estaba acostumbrada a que mi habitación en la torre de Ravenclaw era bastante cálida, por lo que sentía un frío glacial mientras caminaba descalza por el suelo de piedra. Los regalos de navidad esperaban, pero los abriría más tarde, cuando Tom despertara. Fui al baño y cuando regresé, estaba sentado en la cama, pasándose las manos por el cabello.

—Hola —dije mientras cerraba la puerta tras de mí.

—Hola —dijo él.

Me acerqué y le di un beso de buenos días.

—Ya están los regalos —dije.

Pasamos un rato abriendo regalos y leyendo las cartas que mis padres y mi abuela habían enviado. Quería que lo que faltaba para terminar el año pasara rápido, para poder volver a casa y estar con ellos. Siempre había sido muy unida a mi familia, pero en ese momento, se me hacía muy dura la distancia entre nosotros, porque sabía que estuvieran donde estuvieran, corrían peligro y podía perderlos en cualquier momento. Cuán grande fue después mi dolor, cuando tuve que enfrentar el miedo a perder a mis seres queridos.

————

Nota: Holaa, espero que estén bien. Una vez más, gracias por leer. Quería decirles que quedan pocos capítulos para el final. Por eso voy a dar un pequeño salto, y van a pasar muchas cosas en los próximos capítulos. Espero que les esté gustando. Un abrazo.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora