El sueño

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Estaba en medio de una sala enorme, pero vacía y con escasa luz, no recordaba haber estado ahí antes. Avanzaba lentamente y lo vi. Tom estaba allí también, envuelto en una misteriosa bruma. Me acerqué a él y estiré mi mano hasta que pude tocar su rostro.

—¿Sabes, Tom? Enamorarse es algo terrible —le dije.

Él sonrió.

—Algo terrible y hermoso —dijo.

Me acerqué a él y lo besé... No sabía que deseaba tanto un beso suyo.

Abrí los ojos de repente y sacudí la cabeza, porque no sentía que hubiera despertado. Me parecía que me había quedado en algún punto entre el sueño y la vigilia. Era la primera vez que Tom aparecía en mis sueños. Parpadeé varias veces, tratando de alejar las imágenes del sueño y vi que ya había amanecido, pero aún era temprano. Mis compañeras de habitación dormían profundamente y Allison roncaba, como todas las noches. Me levanté despacio y me dirigí al baño. Me lavé la cara y supe que no podría dormir de nuevo. Sentía algo muy extraño, como si Tom estuviera realmente cerca de mí, pero eso no podía ser. Él debía estar muchos pisos más abajo, tal vez descansando en su dormitorio. Pensé en ir a la sala común y leer algún libro mientras se hacía más tarde y era hora de arreglarme para ir a clases. Bajé las escaleras y al verlo, estuve casi segura de que en realidad no había despertado. Tom estaba ahí, de pie en medio de la desierta sala común, mirando a todas partes con admiración.

—¿Tom?, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté incrédula.

—Vine a preguntarte algo —respondió sin dejar de mirar a su alrededor.

—¿Cómo entraste?

—¿No me consideras lo suficientemente inteligente como para resolver el acertijo y entrar? —me miró y frunció el ceño.

—Por supuesto que soy plenamente consciente de lo inteligente que eres.

—Esta sala común no se parece en nada a la mía.

—Bueno... nunca he estado en la tuya...

—En fin. Vine porque escuché que estás saliendo con ese imbécil de Crescence Bultwick, ¿es verdad?

Reparé entonces en que no habíamos tenido una conversación en muchos días, extrañaba escuchar el sonido de su voz, aunque me parecía casi increíble que hubiera entrado en mi sala común solo para preguntarme algo como eso. Me acerqué unos pasos, pero mantuve cierta distancia, me ponía nerviosa su cercanía.

—Es cierto —le respondí—. Hace unos días habló conmigo y...

Levantó una mano para hacerme callar.

—Suficiente —dijo, de repente parecía furioso—, eso era todo lo que quería saber.

Me desconcertó profundamente su actitud, la ira era visible en cada una de sus facciones. Me dio la espalda y se encaminó hacia la puerta.

—Adiós, Hayleia —dijo antes de salir.

Yo me quedé allí, preguntándome qué demonios le estaba pasando. Al final, me encogí de hombros y decidí ir a darme una ducha.

Cuando iba saliendo de clase de pociones, me encontré con Crescence. Tom pasó junto a mí con dos de sus compañeros y se detuvieron a unos pocos metros.

—Hola, linda —me saludó Crescence con una enorme sonrisa.

—Hola, Cres —lo saludé.

Él me dio un fuerte abrazo, yo miré a Tom por encima de su hombro y me fijé en que estaba pasándose la varita entre los dedos como solía hacer a veces. Me alejé un poco y centré mi atención en Crescence.

—¿Cómo ha estado tu día? —preguntó.

—Muy bien. ¿Qué clase tienes ahora?

—Pociones, ¿y tú?

—Defensa contra las artes oscuras.

—Que tengas un hermoso resto de día, Hayle.

—Gracias, igual para ti.

Le sonreí y él se acercó para darme un casto beso en los labios. Cuando nos dimos cuenta, se le estaba incendiando la túnica. Sin perder tiempo, saqué mi varita y murmuré:

¡Aguamenti!

El fuego se apagó de inmediato.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Sí, pero creo que tengo que ir a cambiarme la túnica. Nos vemos luego.

Se fue casi corriendo y yo me fijé en que Tom y sus amigos ya se alejaban de allí. No había nadie más cerca, tuvo que ser él.

Pasé el resto del día tratando de controlar mi ira, me parecía una estupidez que Tom hubiera hecho algo como eso. Pensé en lo que le diría, porque no pensaba quedarme callada, no me gustaba para nada la manera en que se estaba comportando.

La ocasión llegó después de la cena. Terminé rápido y esperé a que saliera del gran comedor. Afortunadamente salió antes que sus compañeros, tan pronto pasó de la puerta me levanté, caminé hacia él y lo alcancé.

—Tom —lo llamé.

Él se detuvo y se giró hacia mí. Me miró arqueando las cejas y esperó hasta que llegué a su lado.

—Dime, Hayleia —murmuró cuando me detuve a pocos pasos de él.

—Me di cuenta de que fuiste tú quien le incendió la túnica a Crescence —dije, tratando de controlar mi tono.

—¿Qué hay con eso? —a veces podía ser tan cínico. Resoplé e intenté no gritarle.

—¿Cómo que qué hay con eso? No entiendo por qué tienes que hacer esas cosas.

—Pues no voy a explicártelo. El imbécil está ileso, no entiendo por qué me reclamas.

—Pues porque me parece una actitud muy desagradable de tu parte. Él no estaba haciendo absolutamente nada.

—Sí estaba haciendo algo... pero en fin. Si me vas a pedir que lo deje en paz, la respuesta es no. Buenas noches, Hayleia.

Siguió su camino hacia las mazmorras, dejándome frustrada y de muy mal humor. Regresé al gran comedor y esperé a que mis amigos terminaran de comer.

¿En qué momento me había enamorado de semejante idiota?

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora