Cumpleaños feliz

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Tardó casi dos meses más aprender a hacer el hechizo desilusionador, pero al final lo logramos. Era algo muy avanzado para un par de niños de doce años, pero ambos teníamos la idea de que, aunque no tuviéramos el entrenamiento, éramos poderosos, nuestra magia era fuerte y podíamos hacer cosas no adecuadas para nuestra edad. Los profesores hablaban sobre nuestras buenas notas y lo mucho que se nos facilitaba transformar cosas o preparar pociones. Para el día de mi cumpleaños número doce, me desperté temprano, a esa edad cumplir años parece ser una cosa grandiosa.

—Feliz cumpleaños, Hayleia —dijeron mis tres compañeras de habitación a una sola voz tan pronto se dieron cuenta de que me levanté de la cama.

—Gracias —dije con una sonrisa.

Las tres se acercaron con pequeños paquetes envueltos y me los entregaron. Me levanté emocionada y las abracé por turnos, me sentía feliz de haber encontrado a unas buenas compañeras.

Cuando salí a la sala común, me encontré con Eric, que me esperaba con un pequeño paquete.

—¡Feliz cumpleaños! —me dijo.

Le di un fuerte abrazo, consciente de que esa era la primera vez que lo abrazaba.

—Gracias —le dije.

Regresé a la habitación a dejar el regalo junto a los que ya me habían dado y bajamos juntos al gran comedor para desayunar. Allí había algo de desorden, pues alguien le había lanzado una extraña maldición a una chica de segundo año de Hufflepuff y estaba en la enfermería, pero nadie sabía quién había sido. Nos sentamos en la mesa de Ravenclaw y escuchamos los comentarios de los alumnos de nuestra casa.

—Seguro fue algún Slytherin —comentaba Terrence Smith, el buscador del equipo de quidditch—. Esa chica era hija de muggles y todos ya sabemos lo que piensan los Slytherin de los hijos de muggles.

—Ese prejuicio no es exclusivo de esa casa —comentó una chica de último año—, otros alumnos de las demás casas piensan eso también.

—Ellos siempre son los más sospechosos en casos así —intervino Clitemnestra Catterwhile, cazadora del equipo de quidditch.

La discusión siguió, pero yo dejé de escucharla, pues estaba ocupada escudriñando en la mesa de Slytherin, buscando a Tom, hasta que lo localicé y tuve la impresión de que ya me estaba mirando. Lo saludé con la mano y él me devolvió el gesto. Me centré en terminar el desayuno, aunque pensaba en que ya se me había hecho costumbre eso de buscarlo con la mirada por todas partes donde estuviera. Los búhos del correo irrumpieron en el lugar y dejaron sobre mi regazo varios paquetes envueltos con regalos que abriría en la noche, cuando ya estuviera en la comodidad de mi habitación.

Más tarde, cuando iba saliendo de la clase de herbología, me encontré con Tom fuera de los invernaderos. Ellos eran los de la siguiente clase, se acercó para saludarme con una sonrisa amable.

—Hola, Hayleia —saludó.

—¿Cómo estás, Tom? —pregunté.

—Bien. Escucha, yo...

Parecía muy incomodo, rebuscó en sus bolsillos hasta que encontró un trozo de pergamino doblado, me lo entregó y yo lo recibí. Después me tomó del brazo para alejarme de los demás estudiantes y cuando vio que nadie estaba mirándonos sacó su varita, dijo unas palabras e hizo aparecer una pequeña rosa roja cubierta de rocío.

—Recordé que hoy es tu cumpleaños. Tú has sido la única que me regaló algo cuando fue el mío, así que esto, aunque no sea mucho, es un regalo para ti.

—Te lo agradezco mucho.

Sin pensarlo dos veces, me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Él sonrió y yo me alejé para ir a mi siguiente clase.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora