El club de pelea muggle

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El partido final de quidditch fue contra Gryffindor, pues previamente le habían ganado a Slytherin. Me preguntaba si algún día dejaría de sentirme nerviosa antes de los partidos, probablemente eso nunca pasaría. Desayuné poco y me dirigí con tiempo de sobra a los vestidores con mis compañeros de equipo.

—Esa copa tiene que ser nuestra —decía Arcturus mientras se paseaba de un lugar a otro, visiblemente nervioso—. No pienso irme sin haber ganado una vez más.

Pusimos notables caras de impaciencia, pero lo escuchamos mientras repetía muchas veces la estrategia y al final me decía que tenía que atrapar la snitch, aunque yo ya sabía eso. Me puse la túnica e intenté calmarme, aunque sin éxito.

—No vayas a dejar ganar a los de Gryffindor solo porque tu novio es el capitán del equipo —me recordó Arcturus con una mirada seria.

—Claro que no —le dije— el quidditch es algo aparte de las relaciones de pareja. Además, yo también quiero que ganemos la copa.

Él me dio una palmada en el hombro.

—Bien. ¿Listos?

Juntamos nuestras manos y esperamos a que llegara el momento de salir. Una vez en el campo, supe que tendría que dar lo mejor de mí, todos estábamos decididos a ganar. Sabía que Crescence se tomaba muy en serio su papel de capitán, por lo que me concentré en esquivar bludgers y localizar la snitch. Yo era una persona competitiva, y aún más en el quidditch.

—La quaffle en posesión de Ravenclaw —decía el comentarista—. Un momento, ahora la tiene Gryffindor. Se acercan a los postes del gol... Ravenclaw tiene un guardián excelente, se salvaron de eso.

Desde donde estaba, podía ver lo agresivo que se estaba poniendo el juego. Arcturus golpeó a Crescence con el bate aparentemente sin culpa, aunque yo noté que había sido completamente intencional. La bludger pasó casi rozándome, por lo que tuve que agacharme sobre la escoba.

Para cuando por fin vi la snitch, seguro habían pasado horas. Ravenclaw llevaba ciento cincuenta puntos y Gryffindor ciento cuarenta. Me acomodé lo mejor que pude sobre la escoba y estuve a punto de chocar con el otro buscador, que llegaba desde el otro lado del campo. Me aparté para esquivarlo, pero perdí de vista la pequeña pelota alada. Miré en todas direcciones hasta que la vi al otro lado del campo. Volé lo más rápido que pude hasta que la tuve en mi mano. Fue tanta la emoción por haberla atrapado, que no vi la bludger que iba directo hacia mí. Sentí el fuerte golpe en el brazo izquierdo y perdí el equilibrio. Me caí de la escoba e impacté con fuerza contra el suelo. Di un par de vueltas y la boca se me llenó de sangre. Los demás jugadores descendieron y los de mi equipo se acercaron para ver qué me pasaba.

—¿Estás bien? —me preguntó Arcturus.

Sentía que todo daba vueltas a mi alrededor, Clitemnestra y Emma me ayudaron a sentarme sobre el césped. Cerré los ojos un momento, hasta que escuché la voz de Crescence.

—No te acerques a ella —decía— no te lo pienso permitir.

Abrí mis ojos y lo miré. Tom estaba frente a él y lo miraba con mucho odio. Llevábamos días sin intercambiar ni una sola palabra, lo que me hizo preguntarme qué estaba haciendo ahí.

—Tú no me dices qué hacer. Si me quiero acercar a ella, me acerco. ¡Fuera de mi camino, estúpido! —gritó.

Crescence lo empujó con brusquedad, Tom parecía más que furioso, cerró su mano derecha en un puño y lo golpeó en la cara.

—Pero qué... —me dije.

Crescence tenía el labio roto y la sangre le resbalaba por la barbilla. Golpeó a Tom y le rompió la nariz. Tom le devolvió el golpe, yo me apoyé en el brazo de Clitemnestra y me puse en pie. Ignorando el mareo que seguía sintiendo, caminé hacia ellos, que habían comenzado a insultarse y me interpuse en medio.

𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora