Desde el primer día, Arcturus había estado demasiado insistente con el entrenamiento.
—No puedo irme sin ganar la copa de quidditch —decía— es mi último año en Hogwarts, ¿no pueden poner un poco de su parte?
Después de mucho discutir, habíamos llegado al acuerdo de entrenar también los domingos en la tarde.
—Como si no tuviera suficiente con las TIMOS —se quejaba Clitemnestra mientras caminábamos al campo de quidditch.
—¿Te sucede algo? —le pregunté, no era usual en ella estar tan de mal humor.
—Discutí con Reginald —me respondió—. Cuando tengas una relación, entenderás que es más fácil atrapar la snitch con los ojos cerrados que entender a los chicos.
Parecía más que exasperada, en verdad esperaba que no fuera tan difícil tener una relación. Cuando llegamos al campo, Reginald y Clitemnestra se miraron con rabia y se cruzaron de brazos. Arcturus puso los ojos en blanco.
—Sus problemas de pareja no me importan —dijo—, de hecho, a nadie le importan. Déjenlos fuera de este campo mientras estemos entrenando.
El entrenamiento transcurrió bien, omitiendo el hecho de que cada vez que podía, Clitemnestra golpeaba a Reginald con la quaffle, o se aseguraba de que la bludger le diera en alguna parte del cuerpo. Al terminar, cuando estábamos cambiándonos, tuvieron una discusión bastante acalorada frente a todo el equipo.
Cuando regresé a la sala común, los que estaban discutiendo eran Maia y Eric.
—Ya te dije que yo no dije eso —decía él, claramente exasperado— tú me malinterpretas.
—Lo dijiste con otras palabras, pero viene a ser lo mismo —replicaba ella.
—¿Qué le pasa a la gente hoy? —pregunté mientras me sentaba junto a ellos.
—Él me dijo que el azul se me ve mal —me dijo Maia.
—Eso no es verdad —se defendió Eric—, ella me preguntó si le quedaba mejor el negro o el azul y yo le dije que el negro.
Resoplé y me pregunté si todos estarían de mal humor en Hogwarts. Saqué mis libros, pergaminos y tinta para hacer una tarea de encantamientos, pero me interrumpieron.
—¿Cuántas veces te he dicho que no tomes las cosas sin permiso? —preguntó una voz casi desconocida para mí.
Levanté la vista y me encontré con uno de mis compañeros de curso: David Jones. Nunca había hablado con él, pero Eric decía que era bastante pendenciero.
—Yo no he tomado nada tuyo —dijo Eric levantando las manos en gesto defensivo.
—Disculpa, estaba seguro de que habías sido tú —dijo David en un tono más calmado.
Era bastante alto, tenía el cabello castaño y los ojos color miel. Me miró con disculpa y se alejó.
—Parece que todos se levantaron con el pie izquierdo hoy —comenté, luego seguí escribiendo y no levanté la mirada hasta que puse el punto final.
Ya era la hora de comer, así que fui con mis amigos al gran comedor. Era domingo y desde el viernes no había visto a Tom, ya comenzaba a preguntarme si le habría ocurrido algo. Miré a la mesa de Slytherin, pero no lo vi ahí, lo que me preocupó bastante.
—¿Buscándolo? —me preguntó Maia mientras se servía más jugo de calabaza.
—¿Qué? —pregunté mientras me giraba para mirarla con el ceño fruncido.
Ella intercambió una mirada con Eric y ambos sonrieron, parecía que ya se les había olvidado su disgusto de unas horas antes. Me centré en comer, pero tenía una leve sensación de incomodidad. Levanté la vista del plato y mis ojos se encontraron con los de David. Esbozó una pequeña sonrisa y miró hacia otro lado.
Cuando iba saliendo del gran comedor, Tom se acercó a mí.
—Hola —dije, tratando de no sonar muy emocionada.
—Hola, Hayle —dijo él, parecía estar de muy buen humor. Lo miré con atención y descubrí un pequeño, pero bastante visible rasguño en su mejilla derecha.
—¿Qué te pasó ahí? —señalé la pequeña herida, que parecía reciente.
Él se llevó la mano a la mejilla y se tocó con las yemas de los dedos.
—Nada —dijo—, no me había dado cuenta de que tenía eso.
Forzó una sonrisa, pero yo ya había notado que estaba mintiendo. Por más que quería saber la razón de esa herida, preferí no seguir preguntando, ya sabía que no me diría nada.
—¿Vienes, Tom? —preguntó la voz de una chica detrás de él.
Era de Slytherin, tenía el cabello negro liso y brillante, que le llegaba casi hasta la cintura, sus ojos oscuros miraban a Tom con admiración mal disimulada, parecíaque en cualquier momento iba a comenzar a babear. Me sentí incómoda tan pronto la vi. Él, por su parte, la miró con indiferencia.
—Ahora voy —le dijo, y su mirada regresó a mí.
Ella me miró con desagrado y se fue, caminando a paso rápido, alejándose de nosotros. Me pregunté quién era ella, pero no formulé la pregunta en voz alta, solo me centré en mirarlo con atención. Su rostro entraba y salía de mis pensamientos a lo largo del día.
—Tienes algo en el cabello —dijo, levantó la mano y con cuidado me acomodó un mechón de cabello.
Ese pequeño contacto bastó para que me tensara, pero intenté disimular.
—Gracias por quitármelo —le dije.
Él sonrió.
—De nada.
—¿Cómo ha estado tu fin de semana? —pregunté, tratando de sacar un tema de conversación.
—Bien, he estado practicando mucho el encantamiento convocador.
—¿Ya te sale bien?
—No del todo, ¿y a ti?
—Me falta perfeccionarlo.
Se apartó un mechón de su cabello oscuro de la frente y me dedicó una enigmática sonrisa que despareció de repente.
—Hayleia, llevo todo el día buscándote —dijo Crescence, que acababa de aparecer junto a nosotros.
Tom no se molestó en suavizar ni un poco la mirada de odio que le dedicó.
—Buenas noches, Hayle —se despidió precipitadamente.
—Buenas noches, Tom —le dije.
Él se marchó y yo me volví para mirar a Crescence, que me sonreía con amabilidad.
—Hola, Crescence —lo saludé sin mucha emoción.
—Quería invitarte a mi fiesta de cumpleaños —dijo él. No tenía idea de que se pudieran hacer fiestas de cumpleaños en Hogwarts, yo nunca había visto ninguna, aunque tal vez era porque mis compañeros de casa no eran muy dados a las celebraciones de ese tipo.
—¿Cuándo es?
—Es el viernes en la noche. Si quieres puedes decirle a tus amigos que vayan también. Es en la sala común de Gryffindor.
—Gracias por la invitación —sonreí.
—La entrada es por el retrato de la Señora Gorda, yo te esperaré afuera, si quieres ir, ¿te gustaría?
—Está bien.
Él me sonrió, radiante.
—Bien, dile a tus amigos, si quieres. Gracias por decir que sí.
Le sonreí y me despedí de él. Mientras regresaba a la torre de Ravenclaw, me pregunté cómo sería una fiesta de cumpleaños, nunca había estado en una. Esperaba que valiera la pena hacer el esfuerzo de ir. Yo no era alguien muy sociable, pero le pediría a Eric y Maia que me acompañaran, así, me aburriría menos.
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𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆
Hayran KurguDicen que quienes son concebidos bajo el efecto de la amortentia, el filtro de amor más poderoso del mundo, son incapaces de sentir amor por nada ni por nadie. ¿Solo no pueden amar o eso incluye otras emociones? ¿Pueden sentir deseo, atracción físic...