Cuando regresamos a Hogwarts, los jardines estaban cubiertos nieve que brillaba como polvo de diamante, hacía tanto frío, que de poder evitarlo, no salía del castillo. Pronto comenzaron a dejarnos un gran volumen de trabajos de todas las asignaturas, muchos ya comenzaban a pensar en las asignaturas adicionales que tomaríamos en tercer grado, yo pensaba que aún había tiempo y dejaba esa decisión para después. Estaba en la biblioteca con mis dos amigos, haciendo una larga redacción sobre hechizos defensivos para usar en caso de un duelo. La mesa donde estábamos sentados estaba llena de libros abiertos y solo se escuchaba el rasgueo de las plumas contra el pergamino.
—¡Maldición! —exclamó Eric cuando derramó accidentalmente la tinta sobre su trabajo, parecía tener un imán para los accidentes de ese tipo.
Levanté la vista de mi trabajo y con magia limpié la mesa lo mejor que pude, pero de igual manera, mi amigo tendría que volver a hacer su trabajo. Miré a mi alrededor y me encontré con que Crescence salía con varios libros en sus manos del pasillo entre dos estanterías. Al verme sonrió y se acercó para saludarme.
—Hola, Hayleia —dijo en un susurro.
—Hola Crescence, ¿qué tal las vacaciones? —le dije.
—Bien, pero no acabábamos de llegar cuando ya nos están matando con tareas.
Hizo un gesto de cansancio que me hizo sonreír.
—¿De qué son esos libros? —pregunté con interés.
—Son para un trabajo de cuidado de criaturas mágicas.
Entonces recordé que nunca le había preguntado en qué curso estaba.
—¿Estás en tercero?
—Así es, por lo que he escuchado, tú estás en segundo.
—Sí.
Sujetó los libros con una sola mano y se pasó la otra por su cabello rubio y brillante.
—¡Tragababosas! —dijo una voz que parecía provenir de detrás de alguna estantería, a penas conseguí empujar a Crescence un poco para que el encantamiento no le diera de lleno, pero no fue suficiente, y pocos segundos después, estaba escupiendo babosas sobre los libros que llevaba en las manos.
—¿Qué demonios..? —preguntó Maia.
Miré a mi alrededor, tratando de averiguar quién había sido, pero no logré ver a nadie más cerca, además de dos chicas de Hufflepuff que iban entrando en ese momento. Poco después, recordé que Crescence seguía escupiendo babosas, así que le apunté con la varita.
—¡Finite incantatem! —dije, y el encantamiento se detuvo.
Crescence puso los libros sobre la mesa, se puso en pie y se sacudió la ropa.
—Parece que no puedo hablar contigo sin que me ataquen —dijo en tono serio, pero poco después una sonrisa iluminó su rostro.
Sonreí también, aunque quería saber quién lo había atacado. Antes de que pudiera preguntarme de dónde venían los hechizos, sucedió de nuevo.
—¡Tarantallegra! —gritaron, pero esa vez sí pude empujar a Crescence, que cayó al suelo, pero el hechizo no lo tocó— ¡Petrificus totalus! ¡Desmaius! ¡Inmobulus! ¡Sectusempra!
Crescence se ocultó como pudo debajo de la mesa, de manera que esa lluvia de hechizos no pudo impactarlo. Me había fijado de dónde venían, de manera que caminé despacio hasta el pasillo entre dos estanterías, pero parecía no haber nadie ahí. Recorrí el lugar buscando, pero no vi rastros de quien había atacado a Crescence. Estaba segura de que había sido desde ahí, no desde la entrada de la biblioteca, pero nadie había salido, parecía entonces que el atacante hubiera estado usando una capa de invisibilidad o un encantamiento desilusionador... un momento. Al pensar en el encantamiento desilusionador, recordé lo bien que Tom y yo sabíamos hacerlo, pero no podía ser él, no había razón para que atacara a Crescence, además, no creía que fuéramos los únicos en el colegio que pudiéramos hacer ese encantamiento, muchos más sabrían hacerlo también, o tendrían una capa invisible, aunque eso era menos probable, eran difíciles de conseguir. Regresé a la mesa, donde Crescence ya se había sentado y se acomodaba el cabello con las manos.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Sí —me respondió—, solo un poco sorprendido.
—Creo que todos lo estamos.
—Nadie se esperaba semejante ataque —dijo Eric.
Miré de nuevo a mi alrededor, sin descubrir nada inusual y todavía preguntándome de dónde habían venido esos hechizos. La voz que los pronunció se me hacía vagamente familiar, pero seguía sin saber de quién era.
—Será mejor que me vaya —dijo Crescence tomando sus libros y poniéndose en pie—, luego nos vemos, Hayleia, adiós, chicos.
—Adiós —dijimos mis amigos y yo al mismo tiempo.
Una vez se hubo ido, los miré y supe que a continuación, formularían toda clase de teorías que explicaran ese ataque. Los escuché mientras terminaba mi redacción. Largo rato después, apareció Arcturus, en verdad esperaba que hubiera desistido de su idea de entrenar, me negaba a ir al campo de quidditch con el frío que estaba haciendo.
—Vengo a decirte que ya no vamos a entrenar hoy —dijo, yo traté de disimular mi alivio.
—¿Pasó algo? —pregunté.
—Los de Slytherin ya habían reservado campo, pero yo ya lo aparté para mañana.
—Bien.
—Se acerca la final y tenemos que entrenar más que nunca, Hayleia. Si Slytherin le gana a Hufflepuff, cosa que es noventa y nueve por ciento probable, nos enfrentaremos a ellos por la copa, no vamos a quedar como perdedores igual que los años anteriores.
Yo solo asentí, ya me imaginaba que se iba a poner más que insoportable con el tema del quidditch, pero a mí me encantaba jugar y no iba a dar motivos para que me sacaran del equipo. Mis amigos y yo recogimos nuestras cosas y nos dispusimos a regresar a la comodidad de nuestra sala común. A unos cuantos pasos de la biblioteca, nos encontramos a Tom, extrañamente estaba solo, pues últimamente lo veía siempre acompañado de sus compañeros de casa.
—Hola —le dije, deteniéndome a su lado.
—Hola, Hayleia —dijo. Le dedicó una mirada de desdén a mis dos amigos y luego me miró a mí.
—¿Cómo va todo?
—Excelente. Nos vemos después.
Parecía tener mucha prisa, ni siquiera esperó a que me despidiera y se marchó caminando rápido, yo me encogí de hombros y continué mi camino hacia mi sala común, aún preguntándome el por qué de ese extraño ataque ocurrido poco antes.
ESTÁS LEYENDO
𝑨𝒎𝒐𝒓𝒕𝒆𝒏𝒕𝒊𝒂 || 𝑻𝒐𝒎 𝑹𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆
FanfictionDicen que quienes son concebidos bajo el efecto de la amortentia, el filtro de amor más poderoso del mundo, son incapaces de sentir amor por nada ni por nadie. ¿Solo no pueden amar o eso incluye otras emociones? ¿Pueden sentir deseo, atracción físic...