|𝗘𝗟 𝗕𝗔𝗟𝗖Ó𝗡| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Corrí hasta él, preparada para todo, para sujetarle si pensaba tirarse, para hacerle entrar en razón y pasara a su cuarto de nuevo o para tirarme junto a él y aprovechar la oportunidad y terminar con mi sufrimiento de una vez. Me frené en seco con total vergüenza, mi cara no necesitaba ser maquillada para payaso. Había un balcón, un balcón bajo la ventana. Mis mejillas se sonrojaron el doble al verle reírse de mí con total descaro.

—¿Qué pensabas? —enarcó una ceja.

—Me has asustado -susurré.

—Tranquila, no iba a suicidarme —hizo una pausa y suspiró—, delante de ti no.

Sus palabras me sonaron amargas, ¿qué quería decir con eso? ¿Delante de mí no, pero sin contar con mi presencia sí lo habría hecho? ¿O era una malinterpretación de mi parte? ¿Por qué tenía que darle la vuelta a todo lo que me decía la gente?

—Ven —siguió hablar al ver que no me movía del sitio. Me quedé anclada al suelo.

Dio un salto, sus pies aterrizaron en una superficie que no llegaba a ver, pero que supe que estaba ahí por el sonido que hicieron sus zapatos al chocar. Me asomé por la ventana, sacando parte de mi pecho fuera, dejando mi vientre sobre el poyete. Él me ofreció su mano desde abajo, pero no llegaba hasta donde yo estaba.

—No llego.

—Siéntate en el bordillo —ordenó.

Elevé mi pierna, apoyé primero mi rodilla derecha sobre la piedra del poyete, me sujeté en los bordes de la ventana para subir la otra. Tras una maniobra en la que me hice un poco de daño, conseguí sentarme sobre el poyete. El suelo estaba más lejos de lo que me pareció cuando me asomé.

—Listo —anuncié.

—¿Cómo que listo? Salta.

—Aquí estoy muy bien —intenté sonreí.

—Pero baja, no vas a ver las vistas desde ahí.

—Me conformo con ver el cielo y el suelo de tu balcón.

—No seas boba, va —rio.

—Es que...

Abrió sus ojos y se echó a reír.

—¡No me jodas que te dan miedo las alturas!

—Un poco —confesé avergonzada.

Las alturas me daban vértigo, el vértigo me daba náuseas y las náuseas me hacían vomitar. Así que no, prefería quedarme donde estaba. Por no hablar de que era la persona más torpe de la historia, y probablemente si intentaba bajar sola me caería de boca, comería suelo, me rompería tres dientes y seguramente un buen esguince para rematar la caída.

Agité mi cabeza y me convencí a mí misma, de nuevo, de que el poyete era el mejor sitio.

—¿Cómo vas a estar bien ahí? Si no ves nada.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora