|𝗡𝗨𝗕𝗘𝗦 𝗬 𝗠𝗔𝗥𝗜𝗣𝗢𝗦𝗔𝗦| 🦋

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|Nea|

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|Nea|


Como cada mañana el autobús iba abarrotado de gente. Intenté encontrar un sitio cerca de la puerta para no obtener muchas miradas cuando me bajara del transporte. ¿Me mirarían? No lo sé, pero mi lado inseguro me pidió que hiciera lo mismo de cada mañana, evitar que las miradas recayesen en mí.

No tenía prisa por llegar a clase, iba caminando tranquilamente, pensativa, meditando en mis cosas y cuando quise darme cuenta ya estaba sentada en mi pupitre.

—Buenos días —dijo a mi lado la amable voz de Margarita, ahora Margi, pero no Margi, Maryi como ella pidió que fuese.

Levanté mi vista de la mesa para cerciorarme de que hablaba conmigo, ojeé ambos lados de mi espalda, en todas las direcciones habidas y por haber.

—Es a ti —aclaró, señalándome con uno de sus largos dedos en el que su larga y falsa uña estaba pintada de un rosa palo y decorada con nubes blancas.

¿Tenía obsesión con las nubes?

—Buenos días —balbuceé y volví a clavar mi vista en la vacía mesa.

—Anoche no respondiste a mis mensajes, ¿estabas ocupada?

De nuevo alcé mi cabeza. ¿Seguía hablando conmigo?

—Me dormí pronto —mentí.

—¿De verdad que estás bien? —esta vez susurró y lo agradecí, no quería que ninguno de nuestros compañeros se enterase de lo que presenció y tuvieran otro motivo que añadir a la lista de por qué yo era un bicho raro.

—Sí —volví a mentir.

Inconscientemente rocé la herida palma de mi mano con mi pulgar. Las medias lunas que mis uñas crearon el día anterior en ella ya estaban cerradas, cubiertas por una fina capa de costra.

El repiqueteo de sus uñas contra su mesa me hizo recordar que seguía teniendo su mirada puesta en mí y me obligué a mí misma a responderle algo más. Agradecerle otra vez su preocupación por el tema sería buena respuesta.

—Gracias por preguntar —dije con un hilillo de voz.

—De nada —dejó ver una sonrisa resplandeciente de boca abierta y fue cuando me percaté de que llevaba Brackets, no lo sabía.

Las tres primeras clases transcurrieron en su ciclo normal, yo me limité a prestar atención y a responder cuando se me preguntaba. Y por suerte esa vez no fallé en ninguna de las preguntas.

Pero llegaba la hora del descanso, esa media hora en la que me escabullía al baño o a alguna esquina donde evitaba relacionarme con la gente. El timbré sonó y como cada día cogí mi mochila y me encaminé al pasillo menos transitado. Con suerte encontraría un banco vacío y podría disfrutar tranquila de mi desayuno sin tener que compartir la estancia con nadie.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora