|𝗞𝗘𝗩𝗜𝗡| 🦋

5.5K 596 66
                                    

 |Nea|

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 |Nea|


Entré al patio tras dejar de ver la espalda de Jake al marcharse. Él caminaba con tranquilidad, sin prisa alguna a pesar de ser altas horas de la noche. El cielo estaba oscuro, profundo, la luna brillaba, lejana, al igual que las escasas farolas repartidas en ambas aceras. A él le daba igual estar rodeado de toda esa oscuridad, le daba igual estar solo. Incluso parecía estar disfrutando de esa soledad en mitad de la penumbra noche.

En cuanto pasé a casa, ya escuché gritos dedicados a mi persona. Ni siquiera había conseguido pisar la tarima, el eco de estos me hizo replantearme el salir huyendo para alcanzar a Jake. Pero no pude. Mi padre apareció al final del pasillo, mi madre, la dueña de los gritos, le siguió. Se aproximaba a mí como un Tyrannosaurus rex. Me sentí diminuta cuando la tuve en frente.

—¿¡Dónde te has metido!? —soltó sin vaselina. Mi padre le tocó el codo para que se calmase. Ella se dio cuenta de que vi el gesto y rascó su frente mientras suspiraba—. Estábamos preocupados, Atenea.

—Estaba con Jake —aclaré con una voz calmada a pesar de su tono empleado.

—¿Y te parece bien y normal llegar a estas horas a casa?

—He perdido el móvil y... —me paré a pensar—. ¿Ahora os importa dónde estoy? ¿Se os ha olvidado que hasta hace dos días me dejabais sola todo el día? Os marchabais sin importaros si podía largarme todo el día de casa. Podía irme tranquilamente y ni cuenta os dabais.

—Una cosa no tiene que ver con la otra, Atenea —participó mi padre—. Nosotros estamos poniendo de nuestra parte, nada más te pedimos que tú pongas de la tuya. No queremos echarte una bronca, solamente queremos que entiendas que no son horas de llegar a casa.

—Tampoco es tan tarde.

—Son las doce y media —informó mi madre—. Pensábamos que te había pasado algo.

—Pues no es así.

—¿Tanto te cuesta responder a nuestros mensajes? —cuestionó mi padre.

—He perdido el móvil —mentí—. Y dejad de fingir. Ya estoy aquí, podéis dejar el teatrillo de padres preocupados.

—Atenea... —mi padre suspiró como si la vida se le fuese en ello—. Te has ido a las ocho de la mañana y vuelves ahora. Entiende que nuestra preocupación no es fingida.

—Esto —les señalé—, no se lo cree nadie, yo tampoco. No me sirve que ahora os preocupéis por mí. Llegáis tarde. Muy tarde.

Les esquivé con la intención de encerrarme a mi cuarto para descansar de ellos y para repasar mi día con Jake. Tenía muchas ganas de rememerar en mi cabeza todos los buenos momentos y los enormes detalles que había tenido conmigo ese día.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora