|𝗨𝗠𝗕𝗥𝗘𝗟𝗟𝗔| 🦋

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|Jake|

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|Jake|

Siempre me consideré una pieza perdida. Una de esas que se extraviaban debajo del sofá o de una alfombra, de esas que arruinaban el puzzle por desperdigarse y tomar un camino distinto al de las otras. No me consideraba único, sino todo lo contrario, más bien la oveja negra en comparación al resto. Pero al parecer no era así, estaba equivocado. Nea llegó para demostrarme que esa pieza que se caía o se perdía, también iba unida a otra para llenarse de relevancia.

Ella era la otra mitad que hilaba conmigo, la que me daba sentido. Era la pieza que no pensaba que existía. Mi conectora. La que unía todas y cada una de mis solturas. Fue la que me demostró que quizá la felicidad se podía encontrar junto a alguien y no en solitario, cogiendo polvo bajo un sofá como yo consideraba.

Me hizo sentir, a ciencia cierta, que si la tenía a ella, lo tenía todo.

Porque por Nea comencé a respirar de nuevo, por ella dejé de desear el no hacerlo más. Me dio la esperanza por vivir, las ganas de seguir. Y me devolvió algo que ni siquiera sabía que había perdido; el sentido de la vida.

Ella, en todo su esplendor, era la morfina que me hacía soportar el dolor de la vida. Sin más deleitación.

Y eso y más me demostró en ese momento que surgió entre ambos, en la ocasión en la que nos fundimos como si fuésemos solo uno. Química; la química sobró entre nosotros. Ganas; las ganas flotaron en nuestra unión. Encanto; creamos algo único, algo mágico que me transportó a otro planeta. Viajé a otro lugar sin salir de esa habitación.

Experimenté cosas que... Cosas que no podía ni explicarlas con palabras. Simplemente, fue increíble y maravillosamente especial como lo era todo con ella.

—Eres increíble —me susurró en el oído.

—¿En lo íntimo o en general, Atenea? Porque te recuerdo que mi flor estaba intacta hasta que tú te has apropiado de ella hace unos minutos.

—Eres idiota —rio—. Qué flor, ni qué flor.

—¿Idiota o increíble? ¿Te aclaras de una vez?

—Ambas —besó mi mejilla—. Increíblemente idiota.

—O idiotamente increíble.

—Considero que lo primero —me miró con el ceño fruncido y ladeó su cabeza—. Sí, lo primero.

Sonreí.

Me quedé absorto en cómo sus labios se curvaban para devolverme la sonrisa, en mechones de su cabello, moviéndose tras haber pasado su mano por él para retirarlo de su desnudo hombro. Hasta me fijaba en sus pestañas batiéndose lentamente como las alas de una mariposa.

Había perdido el juicio por ella.

Incliné mi cabeza hacia delante para llegar a besar la clavícula que tanto se marcaba en su piel por su postura adoptada. Aspiré el olor de esta, olía dulce, su piel siempre olía dulce, como el algodón de azúcar. Acarició mi nuca con sus pequeñas manos, usando sus deditos para hacerme cosquillas.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora