|Nea|
28 de octubre, 11:23 AM.
El mes no era impedimento alguno para nosotros. Solíamos movernos a las provincias más calientes para disfrutar de las playas y el caliente clima como si todos los días fuese verano. Así habíamos estado haciendo hasta ese momento, sin embargo, a mí me apetecía vivir el mes de octubre con algo de frío, sin playas, sin arena. Simplemente, un bonito bosque, un clima fresco y algo caliente que beber para amortiguar el frío. Así se sentía octubre de verdad, no en una playa paradisiaca entre dos rocas. De esa manera quise vivirlo, en Navarra, en el norte de España.
Desde el balcón de la habitación se podía contemplar un paisaje de ensueño, unas espectaculares vistas hacia las montañas. Altas, musgosas, lejanas y solitarias. Más cercanas se encontraban las calles del pueblo. Unas calles transitadas y a veces solitarias cuando el frío más hondo calaba en el ambiente. Había algunos rostros que ya reconocía de verlos en otra ocasión, otros desconocidos y algunos que me sonaban, pero que no podía clasificar del todo en ninguna de las anteriores mencionadas. Desde allí, adoraba el encanto de ese pueblo y esperaba encontrar un rostro muy conocido de entre todos los que pasaban.
Sujeté la taza de chocolate caliente entre mis manos, impaciente porque se enfriara de una vez, a soplidos, y así poder darle un sorbo. Soplé de nuevo, enviando aire templado directo al contenido. El espeso líquido se agitó con ligereza, formando un pequeño y redondo surco que volvió a cerrarse en cuanto dejé de soplar. Me llevé a los labios la taza de estampado de vaca, intenté darle un sorbo y lo único que conseguí fue chasquear la lengua al sentir una ligera quemazón en la punta.
—¡Maldita sea!
No pude aguantarme, me mordisqueé la punta de la lengua para ver si así el dolor se esfumaba. Lo empeoré. Y estaba a punto de lloriquear cuando vi a alguien conocido cruzar esas calles de piedra antigua.
—¡Hey! —levanté la mano libre en el aire y la agité. El susodicho imitó mi enfático tono de voz junto al movimiento de mano—. ¡Está aquí, Mantequilla, está aquí!
El pequeñísimo cachorro ladeó su redondeada cabeza cubierta de pliegues. Me miró extrañado, marcando sus saltones y oscuros ojos. Tal vez le había asustado con mi grito o quizá me miraba así porque aún me desconocía. Decidí sentarme en el suelo para acariciarle un poco y quitarle esa sensación de susto que parecía que se cargaba. Le acaricié con ternura el cuadrado y chato hocico y le di alguno que otro beso en lo alto de su cabecita.
—¿Atenea? —La voz de Jake sonó en la puerta. Cerró esta última y me miró con sorpresa con la misma con la que yo miraba sus sucias manos—. Qué coño es esto.
—Un pug.
—Ya sé que es un pug. Me refiero a que qué pinta un perro en nuestra habitación.
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𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔
Teen Fiction(BORRADOR) "-Me aterra el hecho de haberte encontrado tan pronto. -¿Por qué? -Porque la vida no es fácil ni corta por mucho que creamos que así es. Y eso significa que nuestro camino será largo e intenso... -suspiró-. Difícil. -Para mí nada es difí...