|𝗢𝗖𝗛𝗘𝗡𝗧𝗔 𝗠𝗘𝗧𝗥𝗢𝗦| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Jake había llegado a la conclusión de que acudir pedaleando a aquella sorpresa que planeó y de la cual, desconocía todo tipo de detalles, era una buena idea. Por más que le insistí, desde que confesó que tenía algo planeado, no cedió a contarme ni un poquito. Ni siquiera con la ayuda de Margi, que se levantó malhumorada y echando de menos a su gato Lolo. Me ayudó a sonsacarle algo usando unos cuantos pucheros y algún que otro chantaje emocional, pero ni prenda, nuestra misión fracasó.

Más tarde, la pelirroja se marchó a su casa al rechazar la invitación que le hicimos para incluirla en nuestro plan. Al parecer, tenía que cuidar a Chloe gran parte del día, hasta que sus padres llegaran de una comida con amigos y Kevin de pasar tiempo con su nuevo ligue. En conclusión; me encontraba enfadada conmigo misma por no conseguir averiguar ninguna pista de la sorpresa y cansada de tanto pedalear para llegar a ella.

—¿Vas a decirme ya a dónde vamos? —protesté, sofocada. Tenía flato, mis piernas estaban tiesas por tanto pedaleo y el corazón me iba a mil a raíz del sofocante estado que mi agitada respiración le proporcionaba a mis órganos vitales. Por no hablar de que tenía la garganta más seca que la mojama.

—No seas impaciente —habló a mi lado con total tranquilidad, como si el paseo de una hora en bicicleta no le afectase en absoluto... Al contrario de mí.

—Eres un desconsiderado —aferré con fuerza las manos a los manillares—. Tú tienes años de práctica en estas cosas —señalé su bici— ¡pero yo no!

Él ocupaba una de color azul, tan oxidada como la verde agua que yo llevaba y que me regaló tiempo atrás para enseñarme a montar en ella. La realidad es que había aprendido con sus clases particulares, se podría decir que al fin había cumplido el sueño de la Nea de cinco años a la que sus padres no enseñaron a montar en bici. Jake lo había logrado, por muy mal profesor que fuera... Aún no se me olvidaba el episodio de mi frente aterrizando contra un árbol y mi mente flasheada por los recuerdos de toda una vida.

—No empieces con tus dramas —rio entre dientes—. Ya casi llegamos.

Eso mismo me había dicho las diez veces anteriores que le había preguntado.

—¿¡Pero adónde!? —grité con desespero— ¡Dímelo ya!

—Nea, las sorpresas no se cuentan o dejan de serlo. Ya te lo he dicho.

—Pues tal vez la sorpresa te la lleves tú cuando me dé un parraque en el camino —planteé—. Me deshidrataré y por ende me desmayaré, me caeré de la bici y me abriré la cabeza en la caída. Terminaré desangrándome frente a tus ojos y lo más probable es que termine en coma y al despertar ni te recuerde.

Frenó en seco para reírse a gusto. Sus carcajadas resonaron por el sendero de arena que eligió como nuestra ruta. Solitario y tranquilo. Era el camino idóneo para no activar mi ansiedad social. Al contrario de las transitadas y concurridas calles por las que paseaba el resto de gente con el fin de llegar a aquel lugar que yo aún no divisaba.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora