|𝗔𝗟 𝗔𝗚𝗨𝗔| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Contemplaba el tranquilo rostro de Jake. Ya llevaba un largo rato descansando frente a mí. Ni él se cansaba de dormir ni yo de mirarle. Pero no todo era eterno. Parpadeó con dificultad, parecía que los párpados le pesaban, como si su larga siesta no hubiese sido suficiente para satisfacer el sueño que acumulaba.


Me retiré un poco para devolverle ese espacio personal que le robé para observarle. Humedeció sus ahora secos labios y carraspeó su garganta antes de clavar sus ojos en mí. Los frotó con una mano y esbozó una endeble sonrisa que fue cogiendo fuerza a la vez que se espabilaba.

—Me he dormido —masculló con la voz pastosa.

—Sí, te has dormido. ¿Te aburro tanto, Jake? —bromeé.

—En absoluto.

Suspiró somnoliento y bostezó.

—Quién lo diría —ironicé—. Te duermes en mi compañía, luego me bostezas en toda la cara.

Soltó una pequeña risa que duró un par de segundos. Pocos para mi gusto.

—¿Sigues cansado? —me interesé— Pareces no haber saciado ese sueño tan profundo que te consumía.

—No he dormido bien —confesó, bajando los ojos al césped con el que jugaba nervioso. Lo acariciaba de un lado a otro. Parecía peinarle.

Me preocupé por su actitud, porque parecía que algo le pasaba y no quería compartirlo conmigo. Eso me frustraba, ya que yo le confiaba todo. Y si lo había pasado mal de nuevo por sus pensamientos y recuerdos amargos, yo quería saberlo por mucho que me doliese el estado en el que se encontrase.

—Sí, tranquila —respondió con aire despreocupado—. No pegué ojo porque me acosté un poco tarde.

—¿Y por qué te acostaste tarde? Si se puede saber... —escarbé.

—Por nada.

Mintió, al menos tenía la sensación de que lo estaba haciendo.

—Venga, dilo —acaricié sus largas y oscuras pestañas con mi dedo.

—¿Quieres que te enseñe a montar en bici ya?

—¿Por qué desvías el tema? —arrugué mis cejas.

Retiró mi dedo de sus pestañas con suma delicadeza y se incorporó sobre el césped. Miró al frente, al lago, ensimismado en sus pensamientos. En esos pensamientos que me moría de ganas por descubrir.

—Me estás preocupando —acaricié su espalda y de nuevo esquivó mi gesto, se comportaba reacio de repente—. Volvamos a casa.

Me puse en pie, moví mis dormidas piernas para despertarlas, era hora de usarlas para volver a casa. Me estiré y le miré, seguía mirando el lago sin expresión alguna. Al menos yo no sabía descifrarla. Suspiré con frustración, ganándome así su atención.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora