|𝗛𝗢𝗥𝗢𝗦𝗖𝗢𝗣𝗢| 🦋

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|Nea |

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|Nea |

El corazón nunca se rompe, siempre hay tejidos que vuelven a unir esas pequeñas brechas. Eso decían, pero yo comprobé y verifiqué, en primera persona, que eso no era cierto, nada cierto...

Mi corazón se rompió en aquel frío y húmedo prado. Todo en mí se hizo trizas tras comprobar que nada merecía la pena en mi vida, ni siquiera Jake. Dejó de ser importante para mí en cuanto descubrí que era otro mentiroso más. Alguien en quien no podías confiar tus secretos más ocultos y abrirte de la manera en la que yo me abría con él. ¿Para qué me sirvió todo aquello? Para darme cuenta de que todas las personas eran pasajeras, él también.

Mamá siempre solía decirme eso de no acostumbrarme a nadie para que no me faltase nunca nada. Me costaba reconocerlo, pero ella tenía toda la razón del mundo. Yo, ilusa e idiota, me había acostumbrado a alguien creyendo que iba a ser eterno, que iba a permanecer a mi lado toda una vida, cuando en realidad huyó y me dejó tirada como hacían todos.

Dolida. Me sentía muy dolida con todo aquello. Sentía que mi mundo se había desplomado, literalmente, sobre aquel césped. Así fue, así lo sentí, así lo sintió mi padre cuando acudió a la llamada que Jake le hizo para informarle de que me estaba dando un fuerte ataque de ansiedad que nadie podía lograr frenar. Uno de esos que te cortaba el aire y te tiznaba la piel de un tono morado por falta de aire.

Mi padre, acongojado, llegó lo más rápido que pudo, justo cuando yo me estaba recuperando entre los brazos de la borracha Margi. Asustado y algo perdido me llevó al hospital. No supo cómo manejar la situación sin poner a un profesional de por medio, no supo reaccionar de otra manera que esa al no tener al lado a mi madre por culpa de aquel retiro de psicólogos al que ella había acudido aquella misma noche.

Estaba aterrado, acompañado en el coche de su hija medio morada y con manos sangrientas, de una borracha pelirroja que contaba chistes malos mientras lloraba y de un teñido preocupado que no dejaba de lamentarse a sí mismo por haber sido un cretino.

Por eso y por más, frustrado, se pasaba la mano por el cabello cada dos por tres. Mandaba callar a Margi, le pedía explicaciones a Jake y me miraba por el espejo retrovisor para comprobar que mi estado no se agravaba de camino al hospital.

—Tranquila, cariño —se dirigió a mí—, ya casi llegamos, mi vida.

Negué frenéticamente de nuevo. No quería ir al hospital, no quería pasar por todo el proceso por el que Jake pasó tras su intento de suicidio. Me negaba a ir de consulta en consulta contando mis problemas y compartiendo lo imbécil que fui al tener una crisis por algo tan absurdo e importante como lo era el abandono.

—Creo que no quiere ir al hospital —balbuceó Margi, antes de soltar un eructo al aire—. Mueve la cabecita diciendo que "No". Tal vez podemos parar a que se tumbe en el césped y observe un rato la luna entre las nubes.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora