|𝗥𝗢𝗠𝗘𝗢 𝗬 𝗝𝗨𝗟𝗜𝗘𝗧𝗔| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Dos jóvenes enamorados, de dos familias enemigas, víctimas de una situación de odio y violencia. Un asesinato. Un acto suicida. Una muerte por amor. Una tragedia melodramática.

Así describían la historia de Romeo y Julieta. La historia más famosa por ese final melodramático que la caracterizaba y la hacía destacar entre el resto de historias. El problema, o en ese caso, la suerte, era que ni Jake tenía cara de Romeo ni yo de Julieta. Tampoco nuestras familias eran rivales, ni había un asesinato de por medio. ¿Pero entonces qué nos hacían similares a ellos? Tal vez el ser víctimas de una situación de odio. Un odio hacia nuestras necesidades. ¿O quizá el acto suicida por amor?

—No somos Romeo y Julieta, Atenea, bájate ahora mismo —seguía diciendo Jake. Intentando convencerme de dejarle ahí solo, sobre el muro del que planeaba tirarse.

—Baja conmigo, arreglemos esto, Jake.

Nada más nos separaban unos pasos, un par de metros como mucho. Le tenía cerca y a la vez lejos. Cerca para poder verle a la perfección, para poder sentir su miedo y contagiarme de él. Y lejos para poder alcanzar su mano y bajarle de ahí.

—No hay solución —negó frenéticamente, volviendo a su estado de desquicio—. ¡Estoy roto! ¡Estoy lleno de dolor!

El llanto volvió a él, intenso, desgarrador. A la vez que el mío se intensificaba.

—Lo arreglaremos, lo prometo.

Negó y avanzó un paso hacia el vacío. El grito de desaliento de sus padres resquebrajó mi herido corazón y me hizo tambalear. El vértigo me traicionó y fueron segundos los que parecí una equilibrista sin experiencia sobre ese muro. Me faltaron centímetros para caer.

Suspiré al recuperar mi anterior posición, con algo de esfuerzo.

—¡No! —chillé—. No lo hagas, por favor. No lo hagas o iré detrás. Lo juro.

Cerró las manos en puños, rabioso, rabioso como el grito que soltó. Erizó mi piel al transmitirme tantas cosas. Estaba realmente roto, desesperado por hallar el descanso.

—Mientes —castañeó los dientes.

—No miento. Si tú te mueres prefiero no seguir viviendo.

Negaba una y otra vez, haciendo de sus puños dos masas de carne rojas por tanta presión ejercida en ellas.

No me creía.

—¿Morirías por mí? —balbuceó entre lágrimas.

—¿Morir por ti? —solté una risa seca—. Viviría por ti que eso es más complicado.

Hubo un corto silencio entre ambos, uno en el que nos miramos fijamente, hablando a través de nuestros ojos.

—No puedo —sollozó—. No lo soporto más, Nea.

𝐌𝐀𝐑𝐈𝐏𝐎𝐒𝐀 ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora