|𝗡𝗘𝗔 𝗬 𝗝𝗔𝗞𝗘| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Todo estaba muy raro, extremadamente raro. Las aguas no se habían calmado del todo desde que Jake intentó lanzarse de esa azotea la semana anterior. El proceso por el que pasó, y todos pasamos, fue duro. No era fácil verle sufrir ni tampoco sentir su dolor. Porque así lo sentía, sentía que su dolor era el mío, y eso me destrozaba tanto como a él.

Superó el examen de aquel especialista en psiquiatría, salvo por el pequeño detalle en el que le recetaron pastillas, una pastilla para ayudarle a dormir, ya que le suponía un esfuerzo después de todo. Estuvo un par de días en el hospital hasta que sus padres tomaron la decisión de que hiciese el reposo en casa. Para él los dos lugares eran igual de insufribles, estaba encarcelado, estaba siendo sometido al temor que compartió conmigo en su balcón; medicado y encerrado bajo terapias más seguidas que las que solía tener antes de todo.

En resumen, su infierno, ese que tanto temía que se cumpliese, se estaba cumpliendo. Y todo por mi culpa, por haberle salvado. Yo misma le condené, y aunque todos me agradecían aquello, no podía evitar sentirme la dueña de la condena de Jake. Si antes era su llave, su vía escapatoria, pasé a ser la propia jaula. Y eso jamás me lo perdonaría a mí misma.

¿Fui egoísta al salvarle, al obligarle a quedarse a mi lado y al de todos? ¿O era lo que cualquiera hubiese hecho en mi posición? No sabía responder por más vueltas que le diese a ambas preguntas. Me carcomía la situación, me estaba consumiendo. Sobre todo por la actitud de Jake hacia mí, era un hielo, frío, helado y muy distante y escurridizo conmigo. Era otro.

Iba dándole vueltas a todo de camino a su casa, subida en el autobús. Llevaba conmigo un lienzo en blanco, pinceles nuevos, pinturas de varios colores y alguna que otra espátula. Lo compré en una tienda cerca de mi barrio. Lo hice con la esperanza de que sonriera un poco al retomar un hobby antiguo de cuando era feliz. Pensé en esos cuadros tan peculiares que vi en la primera visita a su casa. Y no pude contenerme.

Ojalá funcionase.

Ojalá Jake volviese a sonreír, a sonreírme.

Ojalá su tristeza se acabase, al menos un lienzo de tiempo.

Divisé a un grupo de adolescentes acercarse a la fila de asientos en la que yo me encontraba. Por instinto me levanté para abandonarla lo antes posible. Mis problemas no se habían esfumado, seguían aunque los restaba prioridad absoluta por Jake, así que la ansiedad social también estaba ahí, flotando en ese momento mismo.

Me escabullí entre ellos como una culebrilla de río, dejando a mi espalda las carcajadas, las divertidas conversaciones y toda la complicidad que mantenían entre ellos. La fila en la que yo estaba sentada se llenó por ellos. Yo opté por quedarme de pie junto a las puertas, la próxima era mi parada.

Sujeté la bolsa de tela en una de mis sudadas manos y ajusté la mochila de mis hombros con la otra libre. Después di al botón para que el bus frenase en la siguiente parada. Aguardé algo nerviosa por la cantidad de gente que me rodeaba. Cuando quise darme cuenta ya me encontraba escapando de allí.

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