|𝗦𝗢𝗟𝗘𝗗𝗔𝗗| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Lunes, más queridos que los domingos, menos amados que el resto de la semana.

Entré a clase, las heridas de mis manos aún seguían ahí, recientes y casi costrosas. Me escocían un poco, pero debía disimular. Cubrí mis manos al completo entre las mangas de la sudadera. Solo sacaba mi izquierda cuando era necesario escribir entre clase y clase.

Margi me saludó al entrar a primera hora y yo le devolví el saludo amablemente. Estuvo un tanto despistada el resto de las clases, no tanto como yo, pero lo estaba. Llegó la hora del recreo, no esperaba que ella me acompañase como hizo el viernes y tal y como lo pensé, sucedió. Se fue la primera del aula en cuanto esa campana sonó y se perdió cabizbaja entre el bullicio de gente. ¿Se habría cansado de hablar conmigo como sospechaba? ¿Volvería con sus amigos de siempre como hacía desde que el curso comenzó? Sí. Se había cansado de mí, de la rara de clase, de la callada que no comía en los recreos y que se clavaba las uñas en las manos para liberarse.

Saqué mi táper de la mochila, desganada masticaba la fruta hasta que mi estómago se cerró. Sin motivo aparente comencé a llorar y tuve que huir al baño a pesar de encontrarme sola, por si alguien cruzaba el pasillo desolado en esos momentos. No quería dar la nota ni mucho menos. Quería volver a autolesionarme, no quería, necesitaba hacerlo, pero no podía o mancharía toda mi ropa y llamaría demasiado la atención. Necesitaba salir de allí.

Respiré hondo para controlarme y a los minutos dejé de llorar y de querer hacerme daño a mí misma. Funcionó. Lavé mi cara con agua helada y me observé varios segundos en el espejo. Peiné con nerviosismo mi corta y castaña melena con ayuda de mis dedos, en esos meses había crecido y ya bajaba unos centímetros de mi hombro. Mis ojos estaban hinchados, muy. Mis labios lo estaban aún más por morderlos en exceso a raíz de los nervios. La nariz colorada, las mejillas sonrosadas, todo en mi rostro delataba que había estado llorando y tenía quince minutos para disimularlo y calmarme antes de volver a clase.

Y eso hice, me calmé, respiré hondo y la hinchazón de mi rostro se fue con ayuda del agua helada que salía del grifo.

Margi estuvo rara, dispersa y en babia toda la clase. Algo le pasaba y no era conmigo, era personal. Cuando terminaró la jornada de clases me atreví a despedirme yo, siempre lo hacía ella y también siempre era la primera en saludarme. Así que por una vez que lo hiciese yo no pasaba nada, no tenía nada que perder por intentarlo. Me cercioré de que ya estábamos solas. Carraspeé mi garganta y la volví a aclarar para no sonar insegura en mis palabras.

—Hasta mañana, Margi —murmuré con cierto temblor en mi tono de voz.

Ella levantó su cabeza la cual tenía inclinada sobre su mochila. Me miró, vi la oscuridad y el vacío en sus ojos y se despidió con la mano sin hablar. Conocía perfectamente esa mirada, era la que tenía yo desde hacía cinco meses, más o menos. Sin embargo, no hice nada al respecto por muchas ganas que tenía de hacerlo. No me atreví.

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