|𝗔𝗚𝗨𝗔 𝗘𝗦𝗧𝗔𝗡𝗖𝗔𝗗𝗔| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

El ruido de la alarma no me despertó, fueron las gotas de agua aterrizando con el cristal de mi habitación las que se encargaron de hacerlo. Era sábado, estaba lloviendo y no tenía cosas pendientes que hacer, nada en general. Margi se había ido el día anterior al pueblo de sus tíos para pasar el finde allí, y Jake no tenía terapia los sábados. Así que mi único recurso era leer y pensar...

Volví a cerrar los ojos, quizás con suerte podía volver a dormir y evitar machacarme la mente. Pero no, las gotas seguían repiqueteando en mi ventana, desconcentrándome y anulando mis intentos de fundirme en un profundo sueño de nuevo. La cerradura sonó, una llave forcejeaba en la ranura y eso fue el último detonante para despertarme del todo.

—Papá ha vuelto —pensé y acerté.

Vendría con dos regalos, uno para mí porque se sentiría culpable por perderse cosas de su hija como años llevaba haciendo, y otro para mamá, porque obviamente su conciencia no le dejaría vivir tranquilo ni le permitiría dormir al lado suyo por las noches si no le daba algún detalle para compensar el motivo de ese viaje; darse una escapada con su amante. Amante a la que parecía querer más que a nosotras, parecía no, así era. Seguía siendo mi padre, pero mentiría si dijese que le tenía cariño. Toda mi vida era una mentira, una farsa.

Yo aceptaba su infidelidad, no era nadie para juzgar con quién pasaba el tiempo íntimamente, eso era problema suyo y de mi madre. Pero a ella parecía darle igual, de ahí que a mí también me lo diera. Ella simulaba que el problema llamado Sandra no existía, que éramos una familia feliz y que amaba a mi padre. Pista; ni éramos una familia feliz, ni amaba a mi padre.

A veces incluso llegué a entender que mi padre buscase en otra parte lo que le faltaba en casa, porque mi madre lo había puesto en práctica mucho antes que él. Por no hablar de que solo le importaba ella, después ella y más tarde ella. Eso terminaba cansando a todos sus seres queridos, era fría como el hielo con quien menos debía de serlo y mi padre se hartó tanto como yo lo estaba.

—¡Tesoro, ya estoy en casa! —eso iba dirigido a mi madre. 

Ahora le tocaría a ella soltar el fingido gritito al ver el regalo que le traería el sujeto infiel. Porque si a ella la llamaba tesoro, juntando a todas sus amantes, podría montar una joyería.

—¡Ah! —ahí estaba el grito— No hacía falta, Luis.

Claro que no hacía falta, hacia la misma falta que mantener su absurdo y falso matrimonio. ¿Por qué seguían manteniendo esta farsa? ¿Por qué no tiraban del telón y terminaban con su función? ¿Por qué no divorciarse? ¿Por qué no mudarnos todos a tres casas distintas? Se cortaría el problema de raíz.

Esperé a que se dieran el beso de recibimiento para salir a reencontrarme con mi padre.

—¿Cómo está la niña más bonita de todas? —dijo abriendo sus brazos.

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