|𝗕𝗜𝗣𝗢𝗟𝗔𝗥| 🦋

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|Nea|

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|Nea|

Las piernas me temblaron sobre la cama, el pecho se me encogió, los dedos se me engarrotaron y el cerebro se me quedó sin oxígeno un microsegundo, haciéndome sobresaltar. Esa pesadilla fue de las fuertes, de las que te dejaban trastocado unos minutos. Sin aliento. Pérdida. Ausente.

—¡Cariño! —exclamó mi madre asustada.

—No puedo moverme —murmuré entre dientes, abriendo más mis ojos, asustada por no poder controlar mi propio cuerpo—. Mamá, no puedo moverme.

—Tranquila, mi vida. Respira y cierra los ojos. No dejes que tu mente se nuble, ¿vale? 

Exhalé, desinflando mi pecho. Intenté seguir las pautas que me marcó, pero fracasé al levantar la mirada hacia el techo pintado sobre nuestras cabezas. Ella miró en la misma dirección que yo, dejando su mano, la cual yo no sentía, en mi pierna. 

—De qué color son —preguntó la mar de serena.

—El qué.

—Las mariposas. De qué color son, hija. 

—Azules —balbuceé—, moradas… 

—Qué más, cariño —no hablé—. Dile a mamá de qué color son.

Me estaba tratando como si fuera una niña pequeña a la que enseñar los colores en la guardería. Pero eso tocaba, debía dejarme comer el coco por ella para poder controlar la parálisis de sueño que me daban de vez en cuando. No llegaban a ser largas, pero eran molestas. Se sentía realmente horrible no poder controlar tu propio cuerpo. 

—Amarillas —sollocé al recordar a Jake—. Son amarillas.

—Dale la manita a mamá. Venga, Nea. Dame la mano, cariño.

Moví mis dedos, cosquillearon, pero conseguí alzarlos hasta enredarlos con los suyos. Su mano me apretó con fuerza, gritando a los cuatro vientos un “No soy Jake, pero estoy aquí, contigo”. Y eso era todo lo que necesitaba. 

—Le necesito —susurré entre lágrimas—. Lo necesito, mamá.

—Lo sé, mi niña, lo sé. 

Pasó una de sus manos por mi cabeza, proporcionando pequeñas y suaves caricias a la masa de pelos alborotados de mi cabello. Cerré los ojos como respuesta, sintiendo calma, sintiendo hogar a través de sus manos. Esa sensación se estaba volviendo más familiar cada día. Hogareña. Menos extraña. 

—Sanarás. Verás que sí —dijo con voz esperanzadora. 

Yo no confiaba en eso. Sabía que, mientras no tuviera cerca a Jake, yo no sanaría. Necesitaba, no solo tenerle cerca, sino, aclarar las cosas con él. Hablar. Escuchar esa versión que ansiaba darme desde que dejamos de hablar. Ansiaba escucharle, no obstante, no me atrevía a hacerlo. Temía que sus palabras terminasen por destrozarme. Me aterraba descubrir más cosas que no me gustasen. Me daba pavor decepcionarme con él.

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