Capítulo 7: Pequeña Rusa

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Caroline's POV.

Había decidido que el día de hoy sería día familiar, así que salí de las redes sociales y silencié el celular.

—¡Pequeña! —papá me llamó desde la planta baja.

—¿Dime?

Llevaba una mochila y varios recipientes que contenían comida hacia el auto.

—¿Podrías decirle a tu madre que ya nos vamos? —sonrió.

Asentí y me dirigí al comedor. Mamá arreglaba unas servilletas bordadas en la estantería, al parecer... había olvidado que saldríamos en cualquier momento.

—¿Mamá?

Ella volteó asustada a verme.

—¿Qué sucede, cariño?

—Papá dice que es hora de irnos.

Tomé las servilletas que llevaba en las manos y las dejé sobre el estante, luego caminé junto a ella a la puerta.

—¿Trajiste todo lo necesario? —preguntó mamá, dije que sí y subimos al auto.

—La abuela nos espera en Rugfield.

Papá había decidido que sería buena idea viajar al otro lado de la ciudad para visitar a la abuela y pasar un día de campo con ella.

—De acuerdo.

—Carol, ¿estás bien?

—Sí, papá —lo observé por el espejo retrovisor y él se limitó a asentir.



-xxx-

—¡Mi pequeña rusa! —la abuela llevaba los brazos abiertos ni a penas puse un pie en su casa.

—Hola, abue —sonreí ante su mención.

Entramos a la enorme casa y mis padres dejaron las cosas sobre la mesa mientras conversaban animosos con la abuela.

Subí buscando al perrito que mis abuelos adoptaron hace casi una década y que forma parte de mi vida desde siempre.

—¿Buddy? —pregunté mirando al suelo por todas las habitaciones— Ven aquí.

En ese momento, un pequeño canino con el cuerpo cubierto de manchas marrones se acercó a mí.

—¡Oh, bebé! —exclamé mientras él lamía tiernamente mi rostro.

—Veo que encontraste al engreído —la áspera voz de mi abuelo provenía de una de las habitaciones.

—Hola, abuelo —salí a abrazarlo y él me correspondió efusivamente.

—Te eché de menos, rusita.

—Lo sé, me aman —sonreí arrogante y él soltó una carcajada.

—Lo que pasa es que eres la nieta más normal que tenemos, y... dentro de tanta locura —dijo algo irritado— echamos de menos la normalidad.

—Ajá, sí —reí y él me siguió.

Bajamos a encontrarnos con mis padres que metían más comida dentro de los recipientes que trajimos.

—Con toda esa comida, ¡Explotaré!

La abuela rió y abrazó a su esposo por la espalda.

—Queremos ver si alimentándote más, creces.

—Que chistoso —entrecerré los ojos a mi abuelo y él me sacó la lengua infantilmente.

—¿Iremos o qué? —mamá preguntó mirándonos y asentimos.

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