Capítulo 29: Bloqueo de escritor

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«UNIÓN, FUERZA Y REVOLUCIÓN.»

"—¡Hemos caminado por dos horas y no hay nada!

—Thamara, deja de quejarte.

—Es que es la verdad, no hay ninguna señal a la vista.

Alcé la mirada hacia Tomás, quien caminaba apresurado y a grandes pasos; suspiré porque me sentía exhausta, pero contuve mis ganas de abandonarlo.

—¿Qué es eso?

Señalé hacia una luz en el horizonte que se agrandaba conforme avanzábamos.

—Lo sabremos pronto si te apresuras.

—Estoy cansada —me paré junto a él— ¿qué pretendes que haga?

—Silencio.

—¿Qué?

—Que guardes silencio, Thamara.

—¿Por qué?

Unos crujidos provenientes de un arbusto me dieron la respuesta. Tomás tomó mi mano y caminamos cuidadosamente hacia lo que sea que estaba escondido.

—¿Quién eres? —preguntó él.

Los crujidos continuaban cada vez más fuertes.

—Iré a revisar, ¿de acuerdo?

—No, creo que es mejor que permanezcamos juntos.

—Thami, debo revisar.

Pero cuando Tomás se alejó a una distancia prudente de mí, sentí una mano helada cubriendo mi boca y otra jalando de mí hacia atrás.

Intenté gritar, golpeé los pies en la tierra y creo que fue suficiente para que Tomás se percatase de lo que sucedía y sacara un cuchillo de su bolsillo.

—Baja ese cuchillo, muchacho —habló el hombre que me tenía aferrada a su cuerpo— tu novia sufrirá si no lo haces.

Él obedeció, y colocó sus manos en alto.

—¿Quién eres?

—Mi nombre es Elías, y deben venir con nosotros.

—¿Nosotros?

—Si, somos muchos, tenemos una fortaleza cruzando la selva —me dejó libre cuando terminó de hablar.

—¿Por qué te seguiríamos?, ¿eh?

—Porque somos lo más parecido a aliados que podrán conseguir. El líder los espera en la fortaleza.

—¿Lo seguiremos?

—Creo que es la mejor opción, Thamara.

—Como digas.

Y caminamos en silencio tras él, Tomás me observaba de vez en cuando algo preocupado. Finalmente llegamos a la fortaleza que tenía una pequeña entrada subterránea, Elías nos dejó entrar y al ingresar un alto sujeto se acercó a nosotros.

—Es un placer conocerlos, ex-campistas.

—¿Quién es usted? —le pregunté.

Tomás tomó mi mano y la apretó con fuerza, ninguno estaba seguro de lo que pasaba.

—Mi nombre es David y comando la revolución de los ex-campistas a la que ahora ustedes pertenecen —se acercó más— ambos mejor que nadie saben la injusticia que arraiga descubrir secretos en este campamento.

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