Capítulo 9: Siempre serás un minion para mí

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Mantuve la cabeza baja durante las dolorosas palabras que Camila dijo frente a la lápida de su madre.

Sabía que perder a un ser querido era difícil, pero perder a una madre... Debe de ser sumamente doloroso.

—Nena, ¿deseas decir algunas palabras? —Lisa se había pegado a mí y susurraba cerca de mi oído, yo negué con la cabeza y ella inmediatamente tomó la palabra.

—Cami —la nombró, mi mejor amiga volteó a mirarla— sabes que estamos aquí para lo que necesites.

Todos asentimos y Camila se acercó a abrazarme, acaricié su rubia cabellera mientras ella aún sollozaba en mi hombro.

—Cami, papá dijo que iremos a ver al abuelo luego de estar aquí —Naomi, la hermana menor de Camila hablaba señalando el lugar.

—Estábamos pensando en ir a tomar un helado —comenté.

Naomi me miró entusiasmada y sonriendo en grande.

—Quiero ir, pero papá no nos dejará.

—Podría llamarlo —señalé mi celular.

—¡Buenísimo! —apretó a su hermana mayor en un abrazo y ella la quitó rápidamente.

—Sal de aquí, enana melosa —bromeó Cami. Yo reí enseguida de Naomi y Lisa que se nos unió.

—Es hora de irnos, chicas.

Asentimos y caminamos en silencio a los autos, Camila subió al auto de Ed junto a Lisa y Naomi.

Yo había venido en el auto de Spencer quien manejaba y Alex venía de copiloto.

—¿Iremos a la heladería? —preguntó Ed a través de la ventana.

—Sí, don William les dio permiso a las chicas —respondí refiriéndome al papá de Camila y Naomi.

—De acuerdo, ¡nos vamos rubias! —gritó subiendo a su auto. Las hermanas Reeze rieron y Lisa lo fulminó con la mirada.

—Recuerda que tu novia es castaña, no rubia —inquirió fingiendo estar molesta.

—Perdón, amor.

—Más te vale —rió ella y Ed susurró "ayuda" hacia nosotros.

Reímos y el trayecto a la heladería empezó.



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—Tengo hambre.

Alex tocaba su estómago graciosamente imitando los sonidos que emanaba de él.

—Ya somos dos, amor.

Spencer nos miró tras el espejo retrovisor.

—Tranquilos, ya llegamos.

En cuanto vimos la heladería frente a nosotros, una luz de emoción me invadió, necesitaba esa dosis dulce.

—Ven —Alex me tomó de la mano guiándome dentro del local, yo me dejé hacer ante su tacto mientras observaba tras de mí a mis amigos ingresar a la heladería.

—Buenas tardes, ¿qué desean ordenar? —un señor se nos acercó con una resplandeciente sonrisa.

—Duh, helados, obvio —le tiré un codazo a Camila por responder sarcástica.

—Hmmm, a mí un helado de mango —respondí.

—A mí de fresa —dijo Ed— y a mi novia uno de chocolate.

—Tengo boca propia, eh —Lisa lo abrazó mientras hablaba. Él rió,

—A mí de maracuyá, ¿tiene?

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