Capítulo 20: Descubriendo Secretos

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Realmente había esperado con ansias el viernes para salir con Daniel y descubrir lo que pasaba en mi cabeza. Camila me apoyó en todo, dijo que a lo mejor necesitaba despejar mi mente de la situación rara que tenía con Alex, aunque Lisa dijo que era una mala idea, y que solo me confundiría.

—Sigo creyendo que debes esperar —habló acomodando el cuello de mi blusa azul.

—Tranquila, Lisa —toqué su hombro— estaré bien.

Se despidió de mí con un abrazo. Luego Camila se acercó y me dio un sonoro beso en el cabello.

—¡Diviértete! —gritó cuando me alejaba de casa.

Pensaba hacerlo, y despejar los pensamientos que se venían creando en mi cabeza desde la confusión de nombres que tuvo mi novio.

"Te quiero."

Leí su último mensaje y me obligué a sonreír. Es verdad, quiero mucho a Alex, pero algo pasaba y me hacía plantearme si todo lo que sentía por él era mutuo o solo eran imaginaciones mías.

"Caroline, te estoy esperando en Breakcoffe's. No vayas a dejarme plantado."

Esta vez no tuve que obligarme a sonreír porque lo hice involuntariamente. Crucé la calle desde la que podía ver la cafetería donde habíamos acordado encontrarnos.

Los dos últimos días estuve distante con Alex. Su hermano me preguntó qué pasaba conmigo y yo solo respondí que estaba algo atareada con los exámenes. Ed y Lisa volvieron a la normalidad, él se encuentra preparándose para dar su examen y todos lo estamos apoyando. Creo que va por buen camino.

Entré, el joven mesero preguntó mi nombre y se lo dije en voz baja a lo que él señaló una mesa al final del local, junto a una enorme ventana.

Daniel se encontraba de espaldas a mí, jugaba con su celular y soltaba risitas de vez en cuando.

—¡Hola! —grité tocando su hombro.

Él dio un salto del susto y sonrió al verme.

—Que grata sorpresa —me acomodó la silla.

—No es una sorpresa, habíamos acordado vernos hoy.

—Sigue siendo grato.

Le sonreí. Daniel puso un menú en mis manos y señaló algo en él.

—¿Qué es?

—Un postre peruano —cruzó los brazos— ¿te apetece?

—De acuerdo.

No soy de las personas que rompen rutinas o cambian de gustos radicalmente. Pero la imagen junto al nombre del postre me hacía agua la boca.

Daniel hizo una seña llamando al mesero quien se acercó rápido a nuestra mesa.

—Dos cafés negros y... —miró el menú intentando grabarse el nombre del postre sudamericano.

—Mazamorra morada.

Yo sí me había aprendido el exótico nombre. El mesero asintió y anotó el pedido en una pequeña libreta.

—Te lo aprendiste —sonrió divertido.

—No es tan difícil, eh. Solo es cosa de repetirlo varias veces en la mente.

—Mazarro...—Mazamorra.

Miró el menú. Y abrió la boca asombrado. No es que tenga tan buena memoria, sino que no estaba tan difícil.

—Mientras viene nuestro postre morado —alzó las cejas— ¿de qué quieres que hablemos?

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