Capítulo 38

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38 | aférrate, no soy tan fuerte.









LA OSCURIDAD ERA INMENSA, y pese a que los ojos de Danna intentaban distinguir algo a la distancia, poco podía ver más que la sombra de los árboles. Acomodó con sutileza la manta que tenía envolviendo su cuerpo y se acomodó en el sofá de madera que estaba en su patio trasero.

El sonido de unos tacones contra el suelo la saco de sus pensamientos y notó que Rosalie le miraba desde la altura antes de tenderle una taza humeante de chocolate caliente. Por un segundo le recordó a su madre. —Esme dice que es bueno para los malos sentimientos —declaró cuando Danna la sostuvo. Hizo una seña hacía su lado. —¿Puedo?— consulto. La rubia había presenciado todo el drama familiar y sabía que aquella mujer necesitaba descargar sus penas de alguna forma, y si eso era hablar con ella, estaba dispuesta a dar una mano.

—Claro. — respondió Danna moviéndose un poco para dejarle espacio —Ten cuidado, hay algunos clavos que están un tanto doblados, no lo termine bien al parecer — murmuró en voz baja sabiendo que la rubia la escuchaba con facilidad. Rosalie sonrió levemente con diversión. —¿No irás a casa?— preguntó. —Digo, no es que los este echando, solo me surge la curiosidad de saber si tengo que improvisar camas o algo...

Rosalie negó —No dormimos, Danna— respondió con burla —pienso quedarme aunque no me dejes, los demás ya se fueron, no quisieron molestarte porque ya sabes... necesitas tus momentos, solo estamos Edward y yo, él está preparándote un baño caliente —informó.

Danna suspiró —No tenía qué...

—No, pero lo hizo — dijo la rubia mientras se encogía de hombros ligeramente —El amor es extraño— señaló.

—Supongo que cuando dos personas se aman, sí.

Rosalie bufó —¿En serio dudas de que te ama? — cuestionó —Puede que sea un bastardo para varias cosas pero, cuando ama a alguien se le nota y nunca le había visto esa mirada hacía alguien antes.

Danna miró a la vampira de reojo por unos segundos —Estoy jodida.

—Todos lo estamos, ¿drenar sangre no es estarlo?— contraatacó. Danna hizo una mueca, tenía un punto. —A pesar de eso, no venía hablar sobre él, solo quería decirte que no eres una mala hermana.

Los ojos de Danna se clavaron en los de Rosalie con ligera sorpresa —No hago la cosa de ls sentimientos como Jasper, o leo pensamientos como Ed pero se que estas pensando, cualquier persona con sentido común lo sabe, y no eres una mala hermana.

Danna tragó saliva — Había visto esa mirada en el antes... cuando deje mi casa, y ahora lo volví a abandonar.

—¡No lo hiciste!— exclamó Rosalie. —No lo abandonaste, le diste una oportunidad de sanar, ahora depende de él si la toma.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Porque yo también estuve rota de esa manera, de una forma en la que eres que todo se derrumba y no hay nada más después. En donde crees que si te sueltas de lo único que tienes a mano te ahogas. No es así. Admito que mi forma de venganza no fue la mejor, digo, se sintió jodidamente en ese momento pero con los años se volvió un recuerdo amargo que me jode la cabeza cada tanto. — suspiro levemente como un acto inconsciente que no le era necesario — últimamente me he sentido así. He conocido a alguien increíble pero siento que no merezco sentirme así, no soy merecedora de un amor como ese, de tal...humanidad.

La mano de Danna dudó pero finalmente sostuvo la de Rosalie con suavidad, la rubia le sonrió devolviéndole en apretón. Danna se sintió en confianza con algo de inquietud, jamás habría pensado que aquella mujer de rasgos hermosos pero severos podría ser tan amable sin conocerla bien. —No se quien esa persona especial pero, la mereces, de seguro.

—Entonces tú mereces ser feliz también, y estar en paz...aunque esa paz signifique soltar algo que amas.




—Edward, puedo bañarme sola— dijo intentando arrebatarle el pote de shampu de entre las manos. El vampiro poco esfuerzo tuvo que hacer para dejarla cubierta por el agua de la bañera nuevamente.

—Lo sé, y no te estoy bañando, solo estoy poniéndote shampu.

Comenzó a aplicar un poco en una de las palmas de sus manos para luego frotar el cuero cabello de la joven, la cual, disfrutó el pequeño masaje pero claro no lo dijo. —Eso es bañarme, Ed. — se quejó pero no obtuvo respuestas alguna. Bufó y se concentró en mover la espuma ligeramente con la yema de los dedos, la bañera tenía tanto jabón líquido que estaba segura que saldría de allí oliendo a maracuyá.

—En serio no tienes que hacer esto, no estás obliga...

—No lo hago por obligación, Danna— dictaminó Edward dejando en paz su cuero cabelludo y sentándose a un lado de la bañera mientras sus ojos dorados le miraban con fijeza. —Lo hago porque no quiero que estés sola.

El silencio se hizo presente entre las paredes del baño y Danna notó que aquella opresión en el pecho que había estado intentando evitar toda la noche se hacia más grande, más insostenible, más insoportable.

Quería llorar.

—Puedes hacerlo, Dan.

Aquello fue todo lo que necesito para lanzar el llanto desgarrador que había estado aguantando. La angustia subió e hizo un desastre con sus lágrimas. Los brazos de Edward le abrazaron sin importarle demasiado el agua o su desnudez. Danna se aferró con las manos a la camisa arremangada del vampiro mientras esté acariciaba su cabello.

Los pensamientos y recuerdos de Danna parecían no tener ningún tipo de restricción en aquel momento, como si de repente la barrera que los volvía borrosos y difíciles de leer hubiera desaparecido completamente. Edward comprendió con plenitud el sufrimiento de la castaña en aquel momento. Si pudiera llorar en aquel momento, su llanto igualaría al de Danna. Sentía que todo su interior se retorcía por la tristeza.

Sangre, golpes, gritos.

Su padre.

Su madre muerta.

Soledad.

Y también aquellos buenos recuerdos que hacían la perdida más dolorosa.

Ella sonriendo junto a James.

Su madre viva y llena de amor hacia sus hijos.

Pesadillas.

—Nada de esto es tu culpa, cariño, ¿me oyes?— comenzó a susurrar el vampiro. Necesitaba que ella lo supiera, que comenzará a aceptarlo, que pudiera ver todo desde otra perspectiva. Nada era su culpa, debía sacarse esa mochila que no hacía más que lastimarla hasta la médula. —Solo hay un culpable, él. Tú lo sabes, Danna, no es tú culpa, nunca lo fue.




















BREAK UP WITH YOUR GIRLFRIEND | EDWARD CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora