Capítulo 10

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DANNA SE SENTIA INVADIDA EN SU ESPACIO, y no era para menos porque no le parecía coincidencia que Cullen empezará a trabajar en el mismo lugar con ella, además de ser algo que no necesitaba. En la preparatoria y en el pueblo todos sabían que a los Cullen les sobraba el dinero tanto que parecía que se les caía de los bolsillos cuando caminaban, aún así no dijo nada y esbozó una sonrisa incómoda —¿Te contrató hoy?— pregunto en voz baja. Edward asintió lentamente, se sentía avergonzado al leer los pensamientos de la joven pero era una decisión que no habría pensado mucho tampoco, simplemente se había lanzado a pedir amablemente un puesto que tuvo que pagar. 

Danna sostuvo la libreta cuando  un grupo de chicas ingreso en el lugar y se giro hacia Edward, el cual, seguía estático en el mismo lugar —¿No iras a la cocina?— pregunto con un destello de burla en sus ojos, el castaño asintio luego de un segundo para desaparecer por la puerta. Danna se encamino a las nuevas clientas y sonrió 

—-Bienvenidas, ¿Qué van a ordenar?— preguntó, una de ellas, la que parecía ser la más alta de todas con el pelo color rubio oscuro sonrió. 

—Disculpa pero...¿Nos podría atender el hombre que se fue por alli?—preguntó señalando la puerta hacia la cocina, Danna sintió que la sangre le hervía, ¿Porque demonios Edward tenia que atenderlas?

—Lo siento, el es cocinero, no es su trabajo atenderlas— murmuro la mujer, una de las del grupo chasqueó la lengua 

—Deberías darnos un libro de quejas, al parecer es el único lugar en Forks que no cumple con las regla de complacer al cliente...— canturreo. Quejas significaba problemas para ella porque su jefe se interesaba especialmente en ese estúpido libro cuando leia su nombre, quizás solo era una excusa para poder gritarle con alguna razón. La de pelo oscuro se mordió el interior de la mejilla cuando se dio cuenta de lo difícil que seria compartir lugar de trabajo con Cullen, y estaba segura que mañana el lugar estaría lleno de adolescentes hormonales que solo querían ver lo jodidamente ardiente que le quedaba la camisa blanca a Edward, porque era verdad, el castaño era un monumento pero no uno publico y le irritaba que todas lo vieran como la ultima botella de agua en el desierto. Danna sonrió levemente y asintio para alejarse de la mesa con rapidez oyendo como las estúpidas detrás de ella se mofaban por su intento de humillación y dominación. 

Edward agradeció a sus sentidos superdesarrollados porque de no tenerlos se hubiese sobresaltado cuando la puerta de la cocina impacto contra la pared para volver a su lugar de origen —¿Pasa algo? — pregunto elevando las cejas, no necesitaba que Danna se lo dijera, lo había escuchado, y no le había agradado nada.

—Quieren que tú las atiendas, hazlo, trae el pedido después— dijo mientras le lanzaba la libreta, Edward la atrapó en el aire, y Danna se puso el otro delantal que había en la cocina, estaba segura que pasaría al anonimato en la cocina desde ahora.

Edward salió con el alma que lleva el diablo de la cocina y las jóvenes de la mesa se sintieron intimidadas ante la penetrante mirada del castaño, el cual, se detuvo delante de la mesa y presionó la punta del bolígrafo para comenzar a escribir, levantó la vista de nuevo e hizo una mueca esperando que le dijeran que iban a querer para comer, una de ella tartamudeo antes de acostarse la garganta —Hola, em, bueno, queríamos dos ensaladas, dos hamburguesas para ellas, dos gaseosas y una cerveza — dijo, Edward la miró de nuevo

—¿Tienes identificación?— pregunto, la más rubia se burló con un chasquido de lengua antes de mirarlo

—¿Te parece que es una niña?— pregunto irónica. Edward elevó una ceja

—No importa lo que a mí me parezca o no, importa si es o no mayor para poder consumir alcohol— dijo. El lugar quedó en un silencio incómodo hasta que la chica que realizó el pedido, le tendió el carnet de identificación, Edward lo reviso

—Si no te molesta que pregunte, ¿Qué haces trabajando aquí?— pregunto, el castaño le tendió de nuevo su carnet bajo la atenta mirada de las demás. Un pensamiento resonó en su cabeza y sabía que le pertenecía a una de las que estaban sentadas allí, Edward sonrió.

—No debería ser un mantenido toda mi vida, la tarjeta de papá se va a fundir algún día así que necesito mi propio dinero— respondió, la mujer rubia se sobresalto ante las palabras del hombre y lo observó con los ojos abiertos, ¿acaso había dicho eso en voz alta? —Enseguida estará su pedido— aseguró antes de darse la vuelta y volver a la cocina, Danna le tendió la mano encima lo vio, Edward le extendió el papel pero antes de que llegará a la castaña está movió su brazo para señalar unas vigas de metal a su lado, además de una especie de registradora —Tienes que poner las órdenes aquí, y pasarla los datos a la máquina, eso es para que quede asentado cuando dinero es la orden. El gordo cree que nos quedamos con algo si no lo hacemos así — dijo, su voz sonaba cansada y Danna sentía que los ojos se le cerraban. Comenzó a cocinar las hamburguesas.

Edward se quedó parado y Danna lo miro con curiosidad —¿Qué haces allí?— preguntó con ironía —¡A cocinar!— exclamó, el castaño asintió mientras sacaba las cosas necesarias para una ensalada fresca y Danna puso el grito en el cielo al ver como el hombre estaba masacrando esas verduras. Se colocó detrás de él y sostuvo sus manos para ponerlas en la posición correcta, ignorando el cosquilleo que tuvo en la parte baja del abdomen cuando sus pieles se tocaron. —Tienes que hacer este movimiento...— dijo mostrándole al subir y bajar su mano, Edward asintió cuando captó la técnica, no era difícil cocinar pero estaba desacostumbrado, no era que hiciera todo el tiempo.

Danna le siguió corrigiendo los errores e internamente se quejó, ¿si para un solo perdido tardaba veinte minutos en hacer una ensalada, cuanto tardaría para lo más complicado?














BREAK UP WITH YOUR GIRLFRIEND | EDWARD CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora