Capítulo 43

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EL GRIS LE HACÍA SENTIR ENFERMA. Aquel color en las paredes parecía hacer todo más frío, y se sintió un poco mejor de llevar en su mochila varios frascos de pintura acrílica, quizás aquello podría ayudar a James a despejar sus pensamientos un rato. La mano de Edward acarició su hombro mientras caminaban con lentitud por el extenso pasillo en dirección a las salas de reuniones, no habían pensado demasiado cuándo la graduación término, simplemente se habían sacado las togas y conducieron hasta allí justo como el vampiro había sugerido.  El psiquiatra de James se detuvo frente a una puerta y le miró fijamente —Siento que estamos teniendo un progreso abismal con James, pero aún no está lo más estable posible así que intenta mantener los dichos que puedan alterarle al mínimo...— pidió con suavidad. Danna asintió y le dio una mirada a Edward, el de ojos dorados sonrió para darle aliento. La de cabello castaño agradeció infinitamente aquel gesto en silencio.

—Te estaré esperando aquí.

Cuándo la puerta se abrió, una sala se reveló ante sus ojos: ventanas resguardadas con rejas para evitar accidentes, algunos libreros contra las paredes más alejadas y una mesa redonda con sillas. La soledad con la que James estaba sentado en una de ellas hizo que el corazón de Danna crujiera. Tomó una respiración y término por caminar los últimos pasos antes que la puerta se cerrara detrás de ella.

Cuándo se hizo más cercana a la mesa, James elevó sus ojos durante unos instantes hacia ella.  A Danna le pareció ver el reflejo que tenía la mirada de su hermano cuando eran pequeños. Tomó asiento y cruzó las manos por sobre la mesa con nerviosismo. —¿Cómo has estado? — esbozó sin saber muy bien que decir. —No contestaste ninguna de mis llamadas o mensajes. —murmuro.

James se encogió ligeramente de hombros —No tenía muchas ganas de hablar con nadie.

—Lamento haber venido sin avisar, pero me alegra que me recibieras — exclamó —¿Todos te tratan bien aquí?

James sonrió antes de asentir con la cabeza —¿Puedes no hacer eso?— cuestionó, Danna frunció el ceño —Ya se que estoy demente, que me trates como uno solo me hace...perder más la cabeza. — bufó con cansancio. —Si te refieres a que quizás alguien aquí te despierta con un chorro de agua fría o te muele a golpes, no, no hacen eso. Son bastante amables.

La castaña aplastó sus labios en una línea —No recordaba que tuvieras humor tan ácido— murmuró. Su hermano le miró de frente por primera vez en esos minutos.

—Lo tengo cuando me tratan como una bomba a punto de explotar.

Bueno, en algún punto lo eres. Pensó Danna pero mordió su lengua. Evitar alteraciones, recordó. Intentaría seguir eso al pie de la letra. Abrió su mochila para sacar la bolsa con los tarros de pintura y los arrastró por sobre la mesa. —Este lugar parece aburrido así que te traje esto, pensé que podrías pintar cuadros, tenías talento para eso...

—Sí, cuándo tenía trece — respondió el hombre en tono duro, pero cuando notó la incomodidad de la joven, tomó una respiración. —Aunque creo que todavía tengo el toque. Gracias.

Danna sonrió.

Sus dedos se entrelazaron con fuerza entre sí producto del nerviosismo, pero soltó un suspiro y le miró fijamente —Hoy en la mañana fue mi graduación— informó. Los ojos de James le miraron y el brillo les inundó. Ambos se mantuvieron en silencio unos minutos. Sabía cuánto habian deseado aquello desde que eran niños: graduarse, ser independientes. Habían soñado con una casa compartida, estudiar juntos en el exterior y ser exitosos.

—Lamento no haber estado allí— declaró James. No había ni una pizca de mentira en su voz. Estaba diciendo la verdad. Danna sonrió antes de abrir uno de los bolsillos y sacar de allí una foto.

—De cualquier forma el color amarillo me queda horrible — le tendió la imagen de ella recibiendo su diploma. James no contuvo su llanto luego de observar la foto por unos instantes. La castaña contuvo las lágrimas.

El hombre se cubrió la cara, pero Danna sostuvo una de sus manos entre las suyas obligándole a verle. —Realmente me jodieron — murmuró. Ella supo enseguida a que se refería: a su padre. Al asesinato de su madre. Al mal ambiente familiar al que habían sido sometidos desde niños en donde solo se tenían a ellos dos. James había sido solo un niño que se había cargado en la espalda la responsabilidad de cuidar y protegerla. Que había soportado golpizas e insultos, quemaduras de cigarrillos y negligencia familiar. Y que finalmente había malentendido que la obsesión era la única forma de mantener a la persona que le quedaba a salvo de todo y todos. —Estoy muy orgulloso de ti, Danna — expreso. La castaña no aguanto más y un sollozo se escapó por sus labios seguido de un torrencial de lágrimas. Le habría gustado vivir con el, tener a su hermano cuando se enfermaba o poder compartir los buenos momentos. Pero estuvo sola. Y sintió que todo le costó el doble. —Lo hiciste muy bien.

Danna lloró con fuerza y pasó las manos por su rostro intentando sacar las lágrimas que se le escurrían hacia la barbilla. —Lamento haberte esto hecho. Sé que debes odiarme pero...

James le detuvo. —No te odio. No podría hacerlo — declaró. —Tengo...pensamientos en mi cabeza que no se callan. Dicen que son pensamientos compulsivos que nunca se irán pero que puedo aminorarlos o trabajarlos para recordarme que no son verdad...— sonrió de lado —Te quiero, Danna. Y no de una forma extraña o retorcida. Te quiero porque eres mi hermanita pequeña y aunque no tuve un buen ejemplo de cómo funciona el amor fraternal, prometo que lo estoy intentando — aseguró. Sorbió su nariz —Estoy intentando ser un mejor hermano.

Danna sonrió antes de que él sostuviera sus dos manos. Ambos compartieron esa caricia. —Lamento no haber estado ahí para ti cuando más me necesitabas. Sé que te asusté mucho algunas veces — pareció avergonzado de si mismo. La castaña sabía que era verdad así que optó por no responder aquello. Muchas veces le había temido a James de la misma forma en que a su padre.

—Lamento el haberme ido — declaró la joven con sinceridad. —Pero sabes que tenía que hacerlo... —muchas noches había llorado pensando en su hermano solo. Comiendo solo, desayunando solo, pasando los días festivos en soledad. Viviendo exactamente los mismos sentimientos que ella. Muchas veces pensó en volver, en aceptar esa clase de amor enfermo que él podía ofrecerle, pero finalmente siempre se veía en el espejo y se recordaba que ella merecía más que adorar a alguien que le asustaba. A alguien que era tan obsesivo que le cortaba las alas siempre que amagaba a salirse de su jaula en busca de un poco de libertad.

Ambos continuaron con las manos juntas mientras James observaba la foto. —El amarillo te queda hermoso — murmuró. Le miró de nuevo —¿Y ahora? — cuestionó —¿Qué piensas estudiar?

Danna se encogió de hombros sin saber muy bien que responder. Realmente no estaba segura, y tampoco contaba con dinero para costear la universidad a largo plazo. Pero no dijo nada. —No estoy segura. He cambiado de ideas varias veces.

James hizo una mueca antes de separar sus manos y rebuscar en uno de los bolsillos de su uniforme. Extendió un pequeño sobre por encima de la mesa hasta dejarlo delante de ella. Danna frunció el ceño antes de agarrarlo —¿Y esto?

—Desde que te fuiste comencé a separar un poco de mi dinero todos los meses, así cuando llegara el momento podría ayudarte a costear la universidad...— informó. Sé notó un deje de nostalgia en su voz.  Danna notó que dentro del sobre había una tarjeta de débito. Le miró con los ojos más abiertos de lo normal, casi pasmada. —No sé si será suficiente como para Yale pero servirá para una buena universidad — intento bromear.

Las manos de la castaña temblaron cuando se dio cuenta de que su hermano le había estado cuidando incluso sin verla. Que detrás toda aquella fachada de obsesión y pensamientos siniestros seguía siendo el pequeño James que se preocupaba por el futuro, el que soñaba despierto con departamentos, estudios y éxito. El que le arropaba cuando tenía frío y cantaba canciones en susurros para opacar los gritos desde fuera de su habitación.  Danna sollozo antes de levantarse y lanzarle a abrazarle con fuerza.

—Gracias...hermano.

Los brazos de James se aferraron a su espalda. Y ambos lloraron.

Comenzar un camino de sanación era difícil, pero satisfactorio en algún punto. Era comenzar a cerrar heridas que se creían jamás iban a desaparecer.






















BREAK UP WITH YOUR GIRLFRIEND | EDWARD CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora