Prologo

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-URSS-

La psicóloga se sentó enfrente mío, cruzando las piernas para poder anotar en ellas.

Después de unos largos segundos de silencio, en el cual se la pasó apuntando algo en su estupida libreta, me miró desinteresada

- Bueno Señor URSS, ¿cuéntame qué pasó? - miro mis manos esposadas a la silla - ¿Como es que llegó a esta situación?.

- Doctora no se ni como empezar - intente alivianar el ambiente.

- URSS ya estabas mejorando y verte esposado a la silla me da a entender que todo nuestro trabajo se fue a la basura - gruño - Empieza a hablar.

- Doctora llevábamos dos meses hablando no mejoré nada - pegue las cabeza contra la pared.

- Tan siquiera yo notaba el cambio, ahora, cuéntame.

Suspire recordando los eventos anteriores con los que conllevaron a tener una orden de arresto.

Entre al Castillo de Chapultepec a la fuerza, no necesitaba autorización para entrar a un lugar tan insignificante.
Ver los pobres intentos de los policías para detenerme me daban lastima.

- ¿¡MÉXICO!? - rugí lo suficientemente fuerte para espantar a los policías - SAL AHORA.

Una mucama se acercó temerosa, sus tacones haciendo eco en todo el castillo

- El señor México está en su oficina - apunto a una puerta grande.

Camine lo más rápido que pude hacia ella, abriéndola de par con un golpe

- MÉXICO - volví a rugir.

Un chico de cabello rubio y ojos claros me miró confundido y aterrorizado al mismo tiempo, tenía en la mano unos papeles y en otra un abre cartas filoso

- Eh... ¿Hola? - se encogió en su asiento.

- ¿Quien eres? - gruñi fastidiado.

- Me acabas de llamar - se levantó con suavidad - Soy México.

Me reí en su cara, no podía creer que este pobre intento de representante fuera el representante de México. Se veía tan pequeño e indefenso, lo podía aplastar de un golpe si tuviera la oportunidad. Miró al suelo todo el tiempo que me retorcía de la risa.

- ¿Ya acabaste? - se cruzó de brazos.

- Ya, pero enserio - me limpie una lagrima - ¿Donde esta?.

- Si hablas del Representante anterior, se mudó a otro lado, no estoy seguro a donde - se dio la media vuelta para ir a su asiento.

- ¿Imperio Azteca? - me rasque la cabeza - ¿También se fue?.

- Ella esta aquí, pero no te permitiré que la veas - me contestó.

Se me había adelantado, pero tenía razón, si quería ver a Imperio

- No tienes otra opción - me acerqué a él - La necesito.

- Ahora resulta - se burló de mi.

- De verdad, la necesito - suspire de la pereza de tener que explicarle - Mi psicóloga me dijo que la buscara para tener una cita con ella.

- Que romántico, nunca se me hubiera ocurrido ir a la psicóloga en la primera cita - se cruzó de piernas.

- Cállate o te arrancare la lengua - me acerqué a él haciendo que subiera las piernas a su pecho - Solo dime donde está.

- Te dire, pero, después la dejarás en paz - me ordeno - Le prometí a México que la cuidaría.

- No le haré daño - sonreí - Te lo prometo.

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