Capítulo 24

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- Alemania -
1945

Hitler, su esposa, mi hermana y yo escapamos exitosamente después de que los aliados entraran a Alemania.

Debió de ser un triunfo para nosotros, ¡Estamos a salvo!, en Argentina nadie nos encontrará.

Me hubiera gustado decir eso.

Ver los campos de concentración fue un golpe bajo para mi, ver a la gente sufrir e implorándome que los ayude me destrozo el corazón.
Y para colmo, mi hermana estaba de acuerdo con el loco de bigote cuadrado. Intente millones de veces convencerla de que lo que estaba pasando no estaba bien. Pero él le lavó demasiado el cerebro.
Sus palabras se tatuaron en su piel, sus promesas la tenían en las nubes, ya no había quien la regrese a la tierra.

Pero no podía permitir que se saliera con la suya ese hombre.

Quizás la gente crea que se suicido antes de que los aliados lo atraparan, pero yo me encargaría de hacer esa parte de la historia realidad.

Cuando llegamos al hotel en la mañana, le dije a mi hermanita que la alberca estaba preciosa, que se bañara ahí mientras hablaba con él. Ella accedió emocionada, tomando su precioso traje de baño y bajando las escaleras.

Suspire, cerrando los ojos.
A la cuenta de tres, la historia me recordaría o como un héroe... o un villano.

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2
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Abrí la puerta del cuarto con un arma cargada detrás mío. A la primera que me topé fue a su esposa sentada leyendo el diario.
Levante mi arma, disparándole en la cabeza, colapso en el suelo, convulsionando por el impacto. No la mire, era demasiado cruel observar.

Luego abrí la puerta del baño, Hitler en la tina con burbujas. Solo me miro, aceptando su destino, sabiendo lo que pasaría.
Espere a que salga, vistiendo con las más finas prendas. Sus últimas palabras fueron "Gracias por esperarme".
Solo asentí, levantando mi arma y disparándole de tal forma que pareciera un suicidio.

Recuerdo que me temblaba el cuerpo mientras baja las escaleras a la alberca, mi mente ya no estaba ahí, todo lo hacía en automático, como si alguien se hubiera apoderado de mi cuerpo.

Mi hermanita estaba apoyada del barandal de la terraza observando el paisaje. Escondí el arma en mi espalda para que no la viera.

- Que bello - me miró sonriendo - ¿Que te parece?.

- Nada mal - asentí - ¿Que es lo que más te gusta del paisaje?.

Se giró de regreso dándome la espalda

- Es que el lugar Es precioso, no se donde empezar - saltó emocionada.

En automático levante mi arma, pero no podía jalar el gatillo. Me temblaba el dedo pero no tenía la fuerza para hacerlo.

- Todo es más colorido aquí y más tranquilo, quizás podamos tener una casita y vivir felices - siguió hablando emocionada.

- Te quiero, hermanita - le susurre, una lágrima cayendo por mi mejilla.

- Yo igual te quiero tontito - me contestó sin siquiera mirarme.

Jale el gatillo.

Su cuerpo se tambaleó hacia adelante, si no fuera por que la jale hacia mi se hubiera caído por el acantilado. El sonido de la bala me había dejado sordo por unos segundos, todo se movía en cámara lenta y distorsionado.
La gente que estaba ahí salió corriendo despavorida, gritando horrorizados ante la escena y asustados de que les pasara algo.

No te vuelvo a perder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora