Capítulo 5

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- Imperio Azteca -

Pasaron cinco años desde mi encuentro con Imperio Romano. Para ser sinceros la primera impresión no fue la mejor, me llevó a la fuerza junto con Vene a Grecia para hablar conmigo.

Pero después de un tiempo algo cambio en él, o en mi manera de verlo.
Dejo de ser arrogante y se volvió más cariñoso conmigo, dejándome dudando sobre su personalidad. Al mismo tiempo, algo me atraía sobre su forma de ser.

Aún así, nos dejaba salir a donde sea, con tal de que regresáramos a la casa y si nos íbamos más allá de donde deberíamos, iba por nosotros.

- Ya me voy - Venezuela anuncio abriéndole la puerta a Iraq - ¿Estarás bien Azteca?.

Asentí colocándome un vestido que me compro Imperio Romano, era un conjunto de telas que me envolvían el busto y las caderas, hasta amarrar lo sobrante en la falda larga.

- Te ves increíble - Venezuela me halago sonriendo.

- Gracias, ya váyanse no quiero arruinar su cita - me acerqué a ellos.

- Mejor dicho no queremos arruinar la tuya - Iraq bromeó saliendo de la casa.

- Te veo después - Salió cerrando la puerta detrás de él.

Inhale suavemente preparándome para salir con un vestido, no es que no me gusten es que no son cómodos.
Fui a la sala donde siempre estaba Romano haciendo cálculos y planes, siempre está ocupado pero siempre encuentra momentos para estar conmigo.

Levantó la mirada viéndome con el vestido puesto, su cara se iluminó

- Mírate mujer - se levantó de su silla dejándome confundida.

- Creo que no me lo puse bien - mire mi busto.

- Te ves preciosa - me susurro.

Lo mire sintiendo mi cara calentándose, no siempre me daba halagos pero los apreciaba. No supe cómo responder además de sonreír y soltar un risa nerviosa.

Me tomo la mejilla sacándome de mis casillas, me iba a apartar pero me había congelado en mi sitio

- Pareces una pequeña diosa - sonrió mostrándome sus colmillos.

- Gracias - mire a mis pies sintiéndome indefensa.

- No tienes que agradecer, yo debería de agradecerte a ti por permitirme ver semejante figura - con su mano libre me tomo la mano.

Sentía que me iba a desmayar de los nervios, nadie jamás me había halagado de esta forma, se sentía bonito pero extraño.

- ¿Por que no me permites invitarte a cenar después de bailar una pieza? - se apartó de mi acercándose a una bocina - Sería un desperdicio no presumirte con el mundo.

- No se bailar - me rasque el brazo - Digo se algunos bailes pero no creo que es lo que buscas.

- Yo te enseño - se acercó tomando mi mano y mi cadera - Solo sígueme.

Una canción salió de la bocina, sonaba muy linda. Al escucharlo Romano se puso a cantar la canción mientras bailaba. Hice lo mejor que pude para no tropezar aunque si sentía que hacía movimientos muy torpes.

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