Capítulo 2 - La Perfección No Existe

436 71 9
                                    

El afán de perfección hace a algunas personas totalmente insoportables.
Pearl S. Buck

Me despierto algo más animada que de costumbre. Tengo un examen de filosofía. Sí, lo llevo fatal. Sé muy bien que las teorías no son lo mío, básicamente porque siempre tiendo a cambiarlas.

Me visto con lo primero que encuentro. Un pantalón de chandal gris holgado y una camiseta azul marino. Me recorro hacia atrás de mis orejas un par de mechones de mi cabello. ¡Perfecto, ropa de examen! Cómoda y discreta. Odio el ruido de los zapatos de tacón golpeando el suelo cuando el aula está en silencio. ¿Y qué me dices de esos pantalones que te aprietan tanto que no puedes ni respirar?

Estoy dispuesta a salir cuando suena una alarma en mi cabeza. ¡Peligro, no puedo ir así vestida! ¿Estoy loca? Después de clases tengo que ir a trabajar. Y mi preocupación por la vestimenta no es por estar elegante durante mi jornada laborar, no. Es porque albergo la esperanza (mínima) de que mi dios particular vuelva.

¿Cómo voy a ir así? El look Spice girl deportista ya no está a la moda. Me quito los pantalones a toda prisa. Miro el reloj que cuelga en la pared de mi cuarto: como siempre, voy a llegar tarde al examen. Resoplo con ansiedad y observo mi ropa. No tengo gran cosa para ir arreglada. Siempre tiendo a comprar basándome en mi querida y práctica comodidad. Necesito encontrar algo para casos de emergencia.

Unos jeans ajustados y una camiseta están algo mejor. Miro mi trasero, mis caderas son algo amplias, pero hay que decir que estos vaqueros me hacen parecer mucho mejor.

Gracias a que mis piernas vuelven a coordinarse, llego bien de tiempo al examen. Entro en clase, voy directa a mi sitio y saco mis bolígrafos. Todavía faltan cinco minutos. Juego con mi cabello, es algo que, sin darme cuenta, siempre hago cuando estoy nerviosa.

El ayudante del profesor Aisawa reparte los exámenes dejándolos boca abajo. Me quedo mirando los folios e intento descifrar las preguntas. Sé que es algo estúpido, pero me entretiene. El profesor está en la parte delantera del aula explicando pausadamente el limitado tiempo del que disponemos. Creo que me va a dar un miniinfarto. Si tenemos tan poco tiempo, ¿por qué diablos no se calla? Tres horas para realizar la prueba. Si, ya sé que para algunos tres horas es una eternidad, pero no para los exámenes de Aisawa. Él y su horrible interés porque te explayes van siempre en contra del tiempo. Finalmente, da la señal para que empecemos.

Giro la hoja y me encuentro un único enunciado. Perfecto, maravilloso, portentoso, soberbio. Podría decir muchos sinónimos más, pero estoy cansada de tanto sarcasmo. Las tres horas (menos diez minutos de introducción) terminarán siendo tres minutos. Lo que tarde en colocar mi nombre completo en la parte de arriba de la hoja y en tocar mi corto cabello.

Miro el enunciado con la esperanza de poder escribir un par de líneas. No puedo evitar reírme. La vida siempre tan irónica: «La perfección (mínimo diez páginas)». Alzo la mirada buscando una cámara oculta. Nada, todos mis compañeros parecen estar concentrados en sus exámenes. Me encojo de hombros y decido intentar escribir al señor sin nombre en diez páginas.

Empiezo a escribir sin levantar la mirada.

«La perfección es relativa; depende de los ojos que miran», escribo satisfecha con mi frase inicial. Si apruebo el examen, le haré un monumento a Mid..., bueno, y también a Don Perfecto. Esto es una locura, pero me encanta. Disfruto dejando volar mi imaginación.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora