Los vicios de sexo no son vicios.
Joaquín SabinaSiempre me quedo la última en el gimnasio. Entre la universidad y el trabajo no me queda mucho tiempo. Katsura tiene mucho trabajo, por lo que no puede quedar entre semana. Así que intento mantenerme ocupada para no pensar en él.
En la última hora de aquagym no suele haber mucha gente, y menos en esta época del año, donde oscurece más pronto. Además, que el frío se cuele por los vestuarios no ayuda en absoluto. Ayudo al profesor a recogerlo todo y me voy directa a la ducha.
Cuando entro en el vestuario, me cruzo con la señora Takeyama Yu, que se despide de forma seca. Esa mujer parece tener siempre las bragas metidas por el culo. Es tan rancia.
Entro en la ducha y dejo que el agua caliente caiga sobre mi cuerpo. Me enjabono el cabello con el shampoo de fresas. Adoro el olor que deja en mi cabello.
Siento los músculos de mi espalda tensos. Necesito un buen masaje, quizá cuando salga llame al fisioterapeuta. Sigo enjabonándome, y entonces oigo un ruido. Me quedo quieta. ¿Qué hora es? Tengo entendido que tenemos media hora para poder ducharnos. Quizá me haya entretenido demasiado.
Lo mejor será que me dé prisa. Me aclaro el shampoo, tal vez sea una estupidez, pero siento algo de miedo. El entrenador parece una buena persona, pero todos los asesinos y violadores lo deben de parecer en un momento dado.
Muevo mi mano en busca de la toalla, voy palpando la pared, pero no la encuentro. Miro hacia el colgador pero ahí no está. ¿Dónde la he dejado? Yo juraría que la colgué ahí. Estoy empezando a ponerme nerviosa. Tomo la cortina de la ducha con la mano y la abro. Tengo que irme de aquí ya.
Un grito sale de mi boca cuando veo a un hombre allí.
¿Katsura?
-¡Dios! Katsura, me has dado un susto de muerte, pensé que tenías reuniones toda la semana.
Él no me dice nada, simplemente me mira de arriba abajo con la lujuria impregnada en su mirada. Estiro la mano para que me dé la toalla, pero él no parece hacerme caso.
-¿Qué pasa? -le pregunto con una sonrisa en la cara-. ¿Te gusta lo que ves?
Me siento tímida tomando esta actitud. Él parece mirarme como si nunca hubiese visto nada igual. Su lengua relame su labio inferior. ¿Ha venido con ganas de jugar? Siendo que mi bajo vientre se contrae. Podríamos jugar un poquito.
-¿Te importa que me duche contigo?
Sé que este no es el lugar para eso, pero no puedo negarme. Retrocedo un paso hacia atrás, para dejarle espacio. Me giro, tímida y tomo el acondicionador. Escucho cómo su ropa cae en el suelo y noto sus manos en mi cintura.
Nunca me he duchado con Katsura. Siento que esta es la escena más íntima y caliente que hemos tenido nunca.
Lo noto detrás de mí, puedo sentir su erección acariciando mi trasero. Mis muslos se tensan. Su mano derecha se queda en mi cintura mientras la otra pasea por mi mandíbula.
Se inclina hacia mí, aparta mi cabello colocándolo detrás de mi oreja y me susurra al oído:
-¿Quieres que te enjabone?
Ya lo he hecho, estoy más que limpia, pero asiento. Quiero sentir sus manos recorriendo mi cuerpo. ¡Es tan caliente!
Comienzan el camino desde mi cuello. Tiene unas manos grandes que van acariciándome a medida que me enjabona. Baja hasta mis pechos y los acaricia, primero de forma suave y después toma uno de ellos con más ímpetu. Nunca me había tocado de esa forma, pero debo admitir que me gusta. Mientras una de sus manos se queda jugando con mi pecho, la otra continúa bajando.
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...