La teoría en la práctica es otra...
PazosMaldigo en voz alta mientras miro mis manos.
—¡Me he quedado sin uñas! —grito frustrada.
Limpiar el horno nunca es divertido y mucho menos con la rabia corriendo por mis venas. Le he dado tan fuerte que mis dedos han sufrido las consecuencias.
Estoy tumbada en mi cama, aparto la mirada de mis manos y la enfoco en el techo. Asimilo todo lo que me ha pasado estos días. He conocido a dos hombres físicamente perfectos.
Bien. Son guapos, tanto que duele mirarlos. Y pensando en ellos me quedo dormida hasta que mi querido despertador suena. Hora de ir a clase. Hoy es el día de las notas. Espero que el profesor no haga ningún comentario sobre mi intenso y poco válido monólogo.
Mi universidad, la universidad Yuuei, es enorme y católica. Mi madre, tan preocupada como ella sola, me obligó a escogerla. No es que me queje, porque la oferta académica es brillante, pero sí que la gente te mira de forma diferente cuando dices que estudias en una universidad católica. Algunos incultos ya te tachan de «mojigata». Señores, mi amiga Mina también estudia allí y su preciado conocimiento de lengua no se debe a sus clases. No.
Estoy enamorada de la fachada de mi universidad. Todavía no me puedo creer que sea una universitaria, y eso que ya estoy en tercero. Pero no logro evitar que se me llene la boca. Soy la única universitaria en mi familia. Mi madre recorrió medio pueblo para ir pregonándolo algo y claro. Ochako, Ochakito va a la universidad. Y no a una cualquiera, no, a Tokyo. A la capital. Claro está que, cuando todos pusieron el grito en el cielo preguntándose cómo una chica tan joven se iba a vivir sola a una ciudad nueva, mi madre insistió e insistió en que fuera a una universidad católica. ¡Como si eso lo hiciese todo menos peligroso!
Sacudo mi cabeza. Hay gente corriendo por los pasillos. Eso sólo puede significar una cosa: llego tarde, para variar.
Entro en el aula y siento la mirada del profesor en la nuca. Seguro que está pensando que la perfección es puntual, no como yo.
Me siento en la parte de atrás. Allí mi rubor no estará al alcance de nadie, o al menos nadie de la primera fila. Miro el reloj deseando que llegue la hora para irme a trabajar. Y aquel pensamiento me sienta como un jarro de agua fría. ¿Desde cuándo quiero ir a trabjar?
Me miro las uñas, pintadas en dos tonos de azul, pero mi consciencia no se deja distraer con facilidad. Sí, lo admito. Quiero ir a trabajar para sonreír como una idiota esperando a que el dios llegue.
Y no sé por qué tengo esa esperanza, ya que el dios no solía venir hasta ahora. ¿Será nuevo en la ciudad? ¿Estará sólo de paso?
¿Por qué diablos no sé su nombre?
—Buenas tardes —saluda el profesor, y yo no quiero mirar hacia él. Debería haber faltado a clase. No quiero comentar mi examen—. Hoy he traído a mi colega, el doctor Katsura Bakugo. Él estará encantado de comentar junto con nosotros el tema del examen del otro día.
Lo que me faltaba, que el amiguito del profesor venga a hablar de la perfección. ¿No se dan cuenta que tengo un debate interno? ¿Por qué el profesor se trae «colegas» a clase? Bien, tengo que levantar la mirada y hacerme la mareada. Pediré permiso para ir al baño y después huiré.
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...