Si tú la quieres, mírala, tú sabes que es así,
es posible que ella también te quiera.
Hay una manera de preguntarle,
no hace falta ninguna palabra,
ni siquiera una sola palabra.
Ve y besa a la chica.
Kiss the girl, de Ashley Tisdale¿Qué es lo mejor que puedes hacer después de una noche llena de sueños tórridos? Irte a la playa. Pasar de calor a más calor es lo mejor. Calor al cuadrado. Ardiendo por fuera y por dentro. Definitivamente, necesito un polvo de mantenimiento, uno que haga que mis hormonas dejen de entrar en combustión ellas sólitas.
Tokyo tiene unas playas impresionantes. Para gustos y colores. Pero no hay tiempo de ir. Estoy en la ciudad de Toshima y aquí no hay playa. Extraño estar en el centro de Tokyo, pero es caro vivir ahí. Pero, bueno, no todo está perdido aquí, en Toshima. ¿Quién ha dicho que Toshima no tiene playa? Bueno, quizá yo en alguna que otra ocasión, pero la verdad es que tiene una... artificial. Y allí vamos a pasar el día mis amigas y yo.
Llevo dos horas tumbada en la hamaca. Tiempo suficiente para que mi blanquecina piel absorba todo el sol de esta abarrotada no playa. Miro mi bikini, está bien colocado y es bonito. Tengo que admitir que el color azul combina con mi tono de piel.
Cuando siento que mi piel pica demasiado decido que ya es hora de ir al agua. Me levanto y me coloco bien la parte de abajo de mi traje de baño. Parece que siempre intenta convertirse en tanga sin mi consentimiento. No me molesto en preguntarle a las chicas si quieren venir, ellas prefieren rociarse agua, que supuestamente es de Cuba. Tsuyu siempre encuentra métodos extraños para broncearse.
Lo bueno de esta no playa es que no me tengo que concentrar en las olas demasiado agresivas. No es la primera vez que esas miserables intentan, con éxito, arrebatarme una de mis minúsculas prendas de baño. El agua está fría y no es para menos, todavía estamos en junio; mis pezones se endurecen y me planteo girarme y volver a la cálida hamaca. Dudo. Entonces, cuando estoy a punto de girarme, un mocoso me salpica entera. ¿He dicho que tengo frío? Lo fulmino con la mirada, pero él no me tiene miedo. No, ese maldito niño se gira y se va moviendo los pies con energía y mojándome completamente el cabello.
¡Yo no quería mojarme el cabello! Me lo había planchado antes de venir... Y ahora mi melena no envidia el estilo afro.
Me hago una coleta para intentar controlar mi cabello y maldigo al puñetero niño.
-Estás mucho más guapa con el cabello suelto.
Esa voz es una melodia para mis oídos. Mi cuerpo se tensa por completo. Esto no es normal. No había visto a aquel par de dioses en mi vida y ahora no hago más que encontrármelos. Y después me acusan de ser una mal pensada, una paranoica. ¡Ja! Esto es acoso.
Me giro sin saber a quien me voy a encontrar y doy gracias porque las bragas de mi bikini no se han bajado de golpe fruto de un fatídico desmayo. Si antes pensaba que eran dioses, ahora pienso que están muy por encima de eso.
Ese cuerpo no se puede ir enseñando así como así. ¡Claro que no! Aquello puede provocar arritmias. Su estómago, liso y musculado; sus pectorales, bien marcados. Y ahí estaba, la perdición de cualquier mujer. La super V. Me obligo a no continuar mirando, porque sé que, si sigo admirando ese maldito cuerpo, el agua de mi alrededor empezará a hervir. A él no parece importarle mi escrutinio. Mi boca se abre ligeramente, puede que no esté respirando con normalidad y que necesite más oxígeno.
ESTÁS LEYENDO
Doble Tentación - Kacchako
Roman d'amour¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...