Escribir es como hacer el amor.
No te preocupes por el orgasmo,
preocúpate por el proceso.
Isabel Allende—Hola —me saluda Katsuki seductoramente.
Hasta hoy jamás me había planteado que un «hola» podía sonar seductor, pero lo es. Katsuki entra en mi casa, con su mirada caliente. Lo sé, las miradas no pueden ser calientes, pero esta sí. Brilla y hace que mi cuerpo active mi propio horno interior.
Estamos solos. Los niños están en clase y yo, en vez de quedar en un lugar público, he quedado en casa. Aunque he de admitir que los lugares públicos no son ningún problema para Katsuki y su alto voltaje.
—Creo que ayer no me quedó claro nuestro tema. Es decir, me quieres, te sientes atraída por mí. ¿En qué fase estamos?
Estoy nerviosa. Son cinco años sin sexo y no he estirado. Me froto las manos y no quiero que él se tome ese gesto como un aliciente.
—Tenemos que conocernos —contesto, y mi voz titubea.
No, Ochako, eres una mujer madura, no puedes ni debes dudar ante un hombre. Menos si ese hombre es Katsuki.
—Ah —comenta frenándose en seco—. ¿Es que no nos han presentado? O quizá es que no me recuerdas. ¡Qué más da! Me presento de nuevo, soy Katsuki Bakugo. Cretino en según qué ocasiones; disfruto del sexo, pero también de una buena compañía. Dime, Cara de ángel, ¿quién eres tú?
¿Quién soy? Una que se acaba de derretir. Sonrío y no puedo deducir si mi sonrisa es una normal y aceptable o, en cambio, es una con el chorrito de baba adornándola.
—Soy Ochako, Ochako Uraraka. No puedo decirte si, al día de hoy, me gusta el sexo o no. Lo que mi mente recuerda es bueno, muy bueno, pero ahora que he sido madre quizá no sienta nada. Espero que no sea así, porque el otro día me coloqué unas bolitas y parecía que mis paredes estaban en buen estado. No sé por qué te estoy contando esto, pero, bueno, lo que ves es lo que soy.
Katsuki suelta una carcajada y yo siento vergüenza ajena. Ah, no, que eso es cuando sientes vergüenza por lo que hace otra persona. Así pues, siento vergüenza propia o vergüenza a secas... ¿Qué más da?
Katsuki se acerca y me besa. Todavía estamos en el pasillo. No sé si esto está bien.
—Tenemos que ir despacio —alego mientras le tomo con más fuerza del cabello.
Sé que en ocasiones mi mente habla cosas que mi cuerpo no quiere. Pido calma cuando mi cuerpo pide dureza. Soy así de complicada.
—¿Lo quieres lento, Cara de ángel?
No lo quiero lento, simplemente no podemos correr.
—Creo —digo, y siento como mi sexo me castiga con un calambre suplicante— que debemos ir despacio, tú y yo. Evidentemente, nos atraemos, pero ahora mismo mi vida es algo más compleja. Las decisiones que tomo respecto a los hombres... Bueno, en realidad, esta será mi primera decisión respecto al tema. Hay que meditarlas y tomárselas con calma.
—Ángel —me acaricia la mejilla con un dedo—, entiendo que es un tema complicado y sé que ahora la responsabilidad es lo primero, no te estoy pidiendo venirme a vivir aquí, y tampoco estoy diciendo que los niños se enteren, por ahora. Pero eso no quita que mi cuerpo te necesite, aquí y ahora.
Tiene razón, una cosa no quita la otra, pero yo estoy fuera de onda. Siento, y esta vez de verdad, que mi virginidad ha crecido... y con ella mi frigidez. Siento calor, pero oye, es bueno, eso significa que mi vagina todavía está viva, pero no sé si estaré a la altura de la situación.
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...