Capítulo 52 - Rompecabezas

130 18 2
                                    

La vida es como un rompecabezas:
cada pieza tiene una razón,
un lugar, un por qué.
No insistas en poner piezas donde no caben.
Anónimo

—Los niños están dormidos —me dice Katsuki con tono ronco.

Cómo no, mi cuerpo reconoce su voz como una señal de apareamiento. Creo que debería hacérmelo mirar, o quizá simplemente esté aprovechando la ocasión después de tanta sequía.

Es extraño tenerle aquí en nuestra casa, pero a la vez reconfortante. Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso. Dulcemente, sin precipitaciones.

Nos miramos a los ojos. Podría estar mirándolos el resto de mis días. Sus manos bajan por mi cuerpo, sin prisa, yo me dejo acariciar. Se siente bien.

—He escuchado a tu amiga Mina hablando con Katsura.

—¿Ah, sí? —comento por decir algo, mientras mi mente está intentando maquinar a qué lugar de la casa dirigirnos para tener algo más de intimidad.

—Hablaban de cosas calientes.

Me paro en seco. Ya improvisaremos hacia dónde ir. Además, no importa dónde ni cuándo, sólo con quién. ¡Por el amor hermoso! Me estoy convirtiendo en toda una cursi. Necesito algo más de sexo para deshacerme de esta sensación tan de película rosa.

—Cuéntame —le exijo, y aprovecho el momento para ir deshaciéndome de su camiseta. Sé que debería prestar total atención a aquel chisme, pero mis manos necesitan tocarlo de nuevo.

—¿Puedes dejar de desnudarme un momento? No puedo concentrarme si estás...

Sin cortarme, introduzco mi mano dentro de su ropa interior. Cuando tomo sus testículos, él se calla.

—Cuéntamelo, deprisa, yo esperaré así.

Noto cómo su pene se endurece bajo mi tacto.

Disfruto de la superioridad del momento. Quién me iba a decir que yo, Ochako Uraraka (quizá en un futuro cercano Ochako Bakugo), estaría tomando la iniciativa en un momento como este. Y no hablo de la iniciativa en cuando a ponerse encima. Estoy llevando las riendas en un momento tórrido.

Tengo mi mano metida entre sus piernas. Tomo lo que acabo de nombrar mío. No me siento mal. No siento vergüenza. Estoy feliz con mi papel.

—Lo resumiré en dos palabras: sexo sucio.

Medito si necesito un resumen más extendido o no. Sexo sucio. Katsura y Mina. Buena composición, pero el único sexo que me importa es el de Katsuki, que en estos momentos está en mi mano y se está agrandando. Él, como no, se abalanza sobre mí, besándome con una pasión desmedida.

Realmente no necesito saber más.

Los besos nos acompañan hasta llegar a la habitación principal. Me ayudo con el pie para cerrar la puerta. Tenemos que intentar ser cuidadosos: en la casa hay dos niños que, gracias a Dios, tienen un sueño profundo, pero no quiero probar los límites de ruido que son capaces de soportar.

Caemos sobre la cama entrelazados.

Noto su dureza entre mis piernas, su aliento en mi cuello. Simplemente, lo noto a él en cada poro de mi piel. Tengo que admitir que estoy algo dolorida del sexo del día anterior, pero, como Katsuki me dijo en su día, ese agarrotamiento que siento se quita con más sexo. Él es el único capaz de llevarme al clímax, y en el clímax la relajación es total.

Intento continuar con la iniciativa. Es gratificante ver cómo tus movimientos y tus palabras provocan al otro; cómo tienes más poder del que nunca pensaste. Sentirte mujer, sentirte valorada. Dejar los complejos a un lado y sentirte toda una seductora.

En esta ocasión, Katsuki no dura tanto como el día anterior. No sé si es por el cansancio o simplemente porque que yo lleve el mando le hace excitarse más, pero lo he disfrutado igual o más. Ha sido maravilloso.

***

Miro nuestros cuerpos entrelazados y pienso en cómo puede cambiar la vida en pocos días. Cómo lo negro se torna gris, y cómo en el gris también puedes disfrutar. Si estás en el gris, el blanco está más cerca, muy cerca.

El sexo con Katsuki siempre ha sido bueno, pero lo mejor es cómo me hace sentir después. No estorbo, no es un momento incómodo. Ambos parecemos querer absorber al otro en cada momento.

Los orgasmos me dejan en otra dimensión. Nos hemos besado, nos hemos comido, y ahora estamos acostados uno al lado del otro. Lo más lógico es que después de una buena dosis de sexo y de un día ajetreado esté somnolienta, pero no es así. No puedo dormir.

Katsuki ha caído rendido. Su mano está tomando la mía y sonríe incluso dormido. No puedo parar de mirarlo. Es algo tan bonito poder ver a tu pareja dormir. Pareja, qué palabra más completa. Hoy ha sido un día de grandes decisiones: primero el ADN, luego la valentía de Katsura. Dentro de lo que cabe no es tan malo. Ninguno de los dos lo es, pero, a veces, la vida nos hace tomar decisiones precipitadas que después arrastramos.

En mi mente aparece el sobre, con el nombre del verdadero padre de mis pequeños. Quiero saberlo, una parte de mí quiere saberlo, pero tengo miedo. Si Katsura fuera el verdadero padre y yo lo supiera, no sé cómo podría sobrellevarlo. Quizá la decisión de Katsura es la más acertada. Tal vez lo mejor es no saberlo.

Los niños creen que Katsuki es su padre y tampoco quiero mentirles.

Pero, ¿cómo explicarles toda la verdad?

¡Pero qué verdad!

Me levanto de la cama nerviosa. Podría bajar y mirar en la basura. Unir los papeles y mirar quién de los dos es. Puedo hacerlo.

Salgo de la habitación con cuidado. Esta vez sí que me siento una espía. ¡A mi edad! Bajo las escaleras lentamente, intentando no hacer ningún ruido.

Llego hasta la cocina y abro el bote de la basura. Hay restos por encima. El envase de la cena y una piel de plátano. No, no voy a meter la mano ahí. ¡Pero quiero saberlo! No, salgo de la cocina. Voy a ir a la cama, me voy a meter en ella y cerraré los ojos. Ya mañana será otro maravilloso día.

Me giro, pero sé que quiero ese papel.

¡Dios! Entro en la cocina (de nuevo) y voy directa hasta la basura. Es penoso, pero voy a hacerlo. Introduzco la mano y busco los papeles.

Voy sacando trozos. No sé si están todos. Creo que no queda ninguno más. Voy hasta el salón con los papeles en la mano. Me siento y miro las piezas del rompecabezas más difícil de mi vida.

¿En serio estoy haciendo esto? Sí, lo estoy haciendo.

Voy mirando los trozos de papel. En cuestión de un par de minutos (en los cuales mis manos tiemblan y en los que tengo muchas ganas de ir al baño), consigo unir todas las piezas.

Sin entenderlo, miro un cuadro donde parecen estar comparando patrones. Después de dejarme la vista, voy hasta donde pone el resultado. Y justo esa hoja está... como... sucia. ¿Qué es lo que dice? ¡Y por Dios! ¿Qué es ese olor?

«El padre es el individuo número uno».

Pero, ¿quién de los dos era el número uno?

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora