Lo único que necesito para hacer reír a la gente es un parque, un policía y una chica guapa.
Charles Chaplín¿Cuánto dura la reunión? ¿Por qué existen las reuniones? ¿Por qué diablos las secretarias van a las reuniones? ¿Por qué sigo en mi coche? Resoplo mientras giro la llave. Un ruido estrepitoso me indica que el motor ya está en marcha. Coloco el intermitente antes de incorporarme a la carretera. Al pasar por la puerta principal, aminoro la marcha.
Ahí está la señorita Jirafa, hablando con un chico moreno. Me alegro de que no está en la reunión. Para variar, está gesticulando de forma exagerada y hablando en modo cotorra.
Ya puedo imaginarme su entretenida conversación: «O sea, me he roto una uña. O sea, soy tan divina...».
Ahora entiendo por qué las secretarias tienen fama de tener buenas «tácticas orales», siempre están con la letra O a cuestas. Quizá es un requisito para el puesto. Ya me veo el uniforme con kit de rodilleras. No, Katsura no es así. Ella tiene cara de fácil acceso, pero nada más. Sus noches deben ser horribles, entre la pesadez de párpados y el dolor de mejillas.
Me paro en el semáforo con mi cara de superenamorada. Me acabo de besar con Katsura Bakugo. Bueno, si matizo, es mejor decir: me acabo de restregar con Katsura Bakugo. Y lo mejor de todo es que estaba dispuesto a explorar mi Amazonas. Sí, eso es lo que yo tengo entre las piernas.
Me tengo que depilar, porque creo que la opción de apaguemos la luz y haces como que no existen... no es factible.
No tengo hora para depilarme y no quiero posponer nuestra expedición, no vaya a ser que se arrepienta. ¿Existen los depila exprés? Miro a los lados. Todos son locutorios o cibercafés. ¿Qué pasa en esta sociedad moderna? Parece que todo se arregla con Photoshop y amores cibernéticos.
Saco mi teléfono móvil. Mi única esperanza es que Tsuyu conozca algún local que esté cerca. Marco el número y después de 3 tonos descuelga.
—Hola, cielo —me saluda ella con su dulce voz.
—Tsu, necesito tu ayuda —imploro con tono histérico.
—Dime.
Coloco de forma torpe el altavoz de mi teléfono. No necesito una multa en estos momentos. El tráfico es lento, pero yo no suelto el volante.
—Necesito un sitio para depilarme —digo con tono seco. No quiero que me pregunte por qué, no me apetece dar explicaciones.
Espero que la reunión tarde. No sé cuánto tiempo van a emplear para sacarme de mi cuerpo todo ese vello y no quiero que una mata de pelos arruine mi relación. Escucho la risa fresca de Tsuyu. ¡Maldición! La chica ha captado mis intenciones.
—¿Depilarse? Eso suena a cita... Cuéntanos.
¿Ha hablado en plural? ¿Otro trastorno? No quiero más. Tengo suficiente con los míos y con los que me invento. Respiro hondo antes de tratar a mi nuevo paciente. Está claro que mi destino final es un psiquiátrico. Quizá podría cambiarme a la rama de psiquiatría y hacerme doctora.
Doctora Bakugo suena hasta bien. Es increíble que en Japón la mujer adopte el apellido del marido.
—¿Cuéntanos? —pregunto intentando seguirle el rollo.
La norma primordial para tratar con locos es que nunca debes decirles que lo están. Se tienen que dar cuenta ellos solos de sus pequeños fallos. Escucho una voz que no suena como la de Tsuyu. Me quedo callada.
ESTÁS LEYENDO
Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...