Capítulo 49 - Genética

137 23 14
                                    

No discutiré la solución cuando la conozca.
No discutiré la solución cuando la conozca.
No discutiré la solución cuando la conozca.
Bart Simpson

Siento que mis piernas tiemblan, pero están inmóviles.

Estoy de pie en el salón. Tengo a Katsuki y a Katsura sentados frente a mí. No, no estoy soñando. He tomado al toro por los cuernos (aunque no creo que sea la frase más adecuada para este caso).

—¿A qué se debe esta reunión? —pregunta Katsura de manera formal.

Lo miro, de arriba abajo. Intento ser disimulada, pero no es lo mío. Él, Katsura, un adicto al sexo duro. ¿Quién me lo iba a decir? Intento sacar esas imágenes de mi mente.

Katsuki, en cambio, no dice nada. Allí está, con su pose de metrosexual, desprendiendo sexualidad por cada poro de su piel.

Dos hombres tan parecidos y tan diferentes.

—Quería explicarles algo —anuncio—. He ido a un laboratorio para pedir la prueba de paternidad.

Katsuki intenta mantener la compostura, pero sé leer en sus ojos; ya no me hace falta apuntarle con una linterna de osos cariñosos: está preocupado. Quizá él cree que ya sé el resultado y que no le he dicho nada. Puede que se sienta traicionado por ello.

—Todavía no tengo el resultado —aclaro atropelladamente.

Los hombros de Katsuki se relajan.

—¿Esto es todo lo que querías decirnos? —pregunta Katsura, asqueado.

—Hermano, ¿no ves que nos invita a tomar el té para amenizarnos la espera?

Cierro mis manos formando dos puños. No sé cómo tomarme el comentario de Katsuki, si como una ayuda o un desprecio, pero me da igual. Necesito explicarles que el tema de la genética es complicado de por sí y todavía más si se trata de hermanos gemelos.

—Bien, la cuestión es —digo alzando el tono para que me presten atención— que Katsuo y Katsuko son gemelos univitelinos. Por lo que nacieron de...

—Sabemos lo que significa univitelinos —me interrumpe Katsura. Tengo ganas de escupirle. Me he tirado horas para aprenderme la dichosa palabra y ahora viene él, tan prepotente, y me suelta que ya sabe lo que es. ¡Pues felicidades! ¿Quieres una estrellita o una corona de papel?—. Básicamente —prosigue—, porque nosotros lo somos. Somos iguales, por lo que lo somos.

Intuyo que mi prueba será todo un desastre. Tomo el plumón que tenía preparado y juego con el tapón. Había conseguido una pizarra y el plumón para poder dibujar las pocas probabilidades que tenía de saber quién de los dos era el padre; y si ellos eran tan jodidamente iguales, lo tenía mucho, pero mucho más difícil.

—En fin, con lo listo que eres, Katsura, habrás deducido que las probabilidades de saber quién es el padre son escasas. Tienen el ADN tan parecido que es casi imposible saber quién es el padre.

Me siento agotada cuando termino la frase.

Nunca sabré la verdad.

Se hace el silencio, matando todo ruido, excepto el sonido de nuestras tres respiraciones.

—Esto no habría pasado si tú hubieras tenido las piernas cerradas.

Huy, lo que me ha dicho.

—Uno —digo enseñando mi dedo índice (cuánto me alegro de llevar las uñas pintadas de negro para esta ocasión)—, esto no habría pasado si me hubieses follado bien. Sí, estoy siendo vulgar, pero tú mismo fuiste el que me dijo que debería habértelo pedido. Dos —añado otro dedo—, esto no hubiese ocurrido si tú fueras algo más sincero y no tan embustero. ¿Te gusta el sexo duro? ¿Qué problema hay? ¡Me engañaste con más de una...! ¿¡Y vienes a acusarme con tus sucias manos!? Y tres, no me arrepiento. Sí, lo has escuchado bien, no me arrepiento de haberlo hecho, porque así pude conocer a tu hermano, que, aparte de cretino, tiene algo más de corazón que tú. He tenido dos hijos maravillosos y los he criado lo mejor que he podido.

Katsura parece estar desconcertado. Mira a su hermano y después a mí.

—¿Qué? ¿Katsura, el santo, está dolido porque he visto cómo es en realidad? Tranquilo, no te guardo rencor. No me duele que me engañaras hace cinco años. ¿Sabes por qué no me duele? Fácil, porque no te quiero. Me he dado cuenta de muchas cosas. Si te hubiese querido con todo mi corazón, no te habría engañado. Bueno —aclaro alzando ambas manos—, quizá la primera vez en la ducha sí, pero no habría repetido. No habría hecho falta, porque me habría sentido llena..., no hablo sexualmente, Katsuki, no me mires así... Hablo desde un punto de vista emocional. Tú habrías sido mi todo y no lo eras. Por eso, con la personalidad de Katsuki, me sentía tan magnética, porque simplemente éramos más afines. ¡Por Dios, hasta vimos Nevertheless engullendo comida chatarra!

—No quería hacerte daño —se defiende Katsura—. Te quería, Ochako. No quería herirte, no era mi intención. Pero no puedo dejar mi otro lado. Yo... siento que el sexo sucio no se tiene que...

¿Cómo puede haber gente que piense así? ¿Cómo alguien puede querer a alguien, pero, aun así, engañarle? Bueno, yo tampoco soy la más indicada para hablar. ¡Qué complicada es la vida!

—Si me querías, me lo tendrías que haber dicho.

—No es tan fácil.

Claro que no lo es. Yo tampoco me vi capaz de decírselo después de aquel día en el gimnasio. Intenté engañarme a mí misma... La vida con Katsura era tan fácil. Katsuki era un torbellino, pero no parecía estable. Era más una noche loca, una de las que no te puedes olvidar... Hasta que se abrió... Y entonces fue imposible no dudar. Lo tenía todo en un solo ser. Amigo, amante, novio... Todo en uno.

—Pues sólo te puedo aconsejar una cosa, si me lo permites: busca a esa persona que te lo dé todo. De lo contrario, renuncia. Puedes seguir soltero y disfrutar con quien quieras. Pero no estés con alguien porque resulte cómodo. No lo necesitas.

Katsura no habla, parece pensativo, y tampoco quiero forzarlo. A pesar de todo, le tengo aprecio. Quizá sea el padre de mis hijos, no lo sé... Y si no lo es, será su tío. Todo queda en familia.

—Y a ti —le digo a Katsuki—, sólo puedo pedirte perdón por huir. Quiero agradecerte que me abrieras los ojos.

—Y las piernas —añade con una sonrisa pícara.

Le golpeo el pecho entre risas. ¡Estoy intentando ser seria!

—Gracias por todo. Siento haber huido y no haberte valorado. Siento que todavía te quiero. Sé que es una locura y que no es lugar; sé que tendremos que probar y que no es seguro que funcione, y tampoco es seguro que tú me quieras. Definitivamente, estoy hablando demasiado, pero...

Katsuki me besa. No es un beso típico de película; básicamente porque, de buenas a primeras, nuestras narices han chocado... Pero después sí... Me besa como un amante experto.

Katsura se rasca la cabeza y mira hacia otro lado.

Suena el timbre y él se apresura a abrir.

—Mamá, ya estamos aquí —saluda Katsuo entrando corriendo por el salón.

—Katsuki —dice Katsuko con una sonrisa—, amigo, ¿quieres jugar a pokémon? Yo soy espermatozoide. ¿Y tú?

Dios, llévame ahora.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora