Capítulo 12 - A veces, intentar vengarse no es lo correcto

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En la venganza, el más débil es siempre más feroz.
Honoré de Balzac

Mi jornada laboral llega a su fin. Ha sido larga, he tenido sed y dolor de cabeza todo el día. Mid me dice adiós con la mano mientras yo me encargo de terminar de recoger.

Hoy me toca cerrar a mí, justamente hoy, que estoy confundida y resacosa. Apago la luz, tomo mi bolso y me alumbro con mi móvil. ¿Para qué se necesitan las linternas? Llego hasta la puerta sin golpearme con nada y salgo.

Introduzco la llave en la cerradura y la persiana baja automáticamente. Quiero llegar a mi casa y ponerme debajo de la ducha.

-Buenas noches, Cara Redonda.

¿Cara Redonda? Esa voz inconfundible y ese tono sólo pueden ser de una persona: Katsuki. Me giro con una mueca de asco en la cara. Estoy feliz, por una vez no he dudado de su identidad.

-¿Y esa cara? Anoche no ponías la misma...

Katsuki es especialista en ser sexy hasta cuando se comporta como un verdadero idiota arrogante. Su sonrisa torcida, sus ojos brillantes como el fuego y sus rasgos perfectos. Intento sacudir sus encantos de mi mente. Está intentando confundirme, quiere que caiga en su trampa, pero no.

-No me vengas con tonterías, Katsuki. Tan sólo fue un beso. No significó nada.

Es de lo único que estoy segura. He besado a los dos hermanos. En la playa, por despecho. Hasta ahí mi memoria llega, pero no tiene mucho más almacenado.

La persiana llega hasta el suelo, me agacho para cerrar el candado mientras noto el peso de su mirada en mi trasero. Me incorporo rápidamente, me siento incómoda. ¿No tiene modales? No, los cretinos no tienen de eso.

-¿Beso? -pregunta con un gesto de confusión puramente teatral-. ¿En singular? Yo diría que fue más de uno, Cara Redonda. ¿Qué pasa? ¿No te acuerdas?

Cretino en versión grosera sonríe. ¿Qué me pasa? Odio que me llame Cara Redonda, odio no acordarme de lo que pasó anoche, odio que me sonría y, sobre todo, odio tener la necesidad de morder esos labios. ¿Por qué soy tan débil?

Su mirada me hipnotiza, su sonrisa se esfuma, pero mis dientes todavía quieren marcarlo.

-Es una lastima que no recuerdes nada.

A pesar de que lo ha dicho en una especie de susurro erótico, lo he entendido a la perfección. ¿Qué les pasa a los hermanos Bakugo? Deberían prohibirles hablar de esa forma. Hace que mi cuerpo reaccione y mi boca empiece a segregar saliva. En definitiva: babeo.

Katsuki, no contento con susurrar de forma pornográfica, se acerca a mí invadiendo todo mi espacio. Total, ¿para qué lo necesito? Su dedo repasa el contorno de mis labios. Sé que tengo que apartarme, que tengo que huir, pero lo único que consigo es retroceder un paso y toparme con la pared.

Sus dientes, más listos que los míos, muerden su labio inferior. Mis ojos se quedan mirando ese gesto. Trago saliva. Babas no, gracias.

-Deja de intentar confundirme -digo utilizando la parte casta de mi cuerpo. Estoy orgullosa de mí, no me siento débil. Lo voy a conseguir.

-¿Te confundo? -me pregunta y su voz se rompe al intentar susurrarme de nuevo.

Se acerca, noto su aliento en mi oído. Espero que la parte casta de mi cabeza resurja de nuevo, pero no. La traidora ha decidido pasarse al lado oscuro. Mi piel se eriza y en mi cara se dibuja una estúpida sonrisa. Cierro los ojos y espero. Soy patética, lo sé, pero mi cuerpo es débil. ¿Qué puedo hacer? A ver qué haría cualquier mujer cuando un monumento andante la acecha de esa forma.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora