Capítulo 25 - Tanga a conjunto

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No creo en una vida más allá, pero, por si acaso,
me he cambiado de ropa interior.
Woody Allen

Aquí y ahora, aquí y ahora, aquí y ahora.

Sus palabras se repiten en mi mente una y otra vez. Me he quedado petrificada en el probador, mientras Katsuki coloca de nuevo sus manos en mi cintura.

El simple roce de nuestras pieles quema, quema mi cuerpo y quema mi alma. Estoy condenada. Soy lo peor de la faz de la Tierra.

—Está bien —digo con una calma que me sorprende hasta a mí.

Subo las manos hasta el broche de mi sujetador, puedo ver la sorpresa en su cara, pero la ignoro. Me quito el sujetador de forma ágil. Tengo la mirada clavada en él mientras llevo a cabo mi propósito.

Dejo que el sujetador se deslice y caiga al suelo. Mis pechos están al aire, pero no siento pudor. Él ya los ha visto, ya los ha tocado. La boca de mi Katsuki está entreabierta; es más, está respirando por ella.

Extiendo mi mano y pido que me dé el sujetador de color morado. Él mira mis pechos con deseo, pero yo tengo dominado mi cuerpo. Estoy respirando de forma acompasada. Tengo la situación en mi mano.

Katsuki me entrega el sujetador y aprovecha la ocasión para acariciarme el interior de la mano. Ese pequeño roce hace que una descarga me pille desprevenida, pero mantengo la calma.

Me pongo el sujetador y alzo la mirada para verme al espejo.

El color morado queda muy bien sobre mi piel pálida. Él tiene razón. La copa es la perfecta, hacen que mis pechos parezcan más voluminosos y apetecibles. Estoy segura de que vale lo suyo. Dejo que uno de mis dedos dibuje el contorno de mi escote.

—¿Te gusta? —pregunto ronroneando.

Me miro y me enfrento a él. Creo que no está acostumbrado a que las mujeres lleven el mando de la situación. Me acerco con un paso firme, con una actitud provocativa; sí, no va conmigo, y parece sorprenderlo.

Retrocede un paso, algo que no puedo ni creer; su enorme espalda se topa contra la pared. Puedo ver sus pupilas bailando de un lugar a otro, me humedezca los labios y sonrío. No sé por qué siento demasiado poder, pero me hace sentir mejor.

—¿Te gusta? —vuelvo a preguntar.

Sus ojos me miran y él asiente. La lujuria lo está poseyendo. Sé que está excitado, y lo peor es que esa información hace que yo misma me excite, pero en mis planes no está complacerlo.

—Me alegro —contesto con una sonrisa. Me coloco de puntillas y me miro al espejo—. Espero que a tu hermano también le guste, le daré una sorpresa.

Me acomodo los pechos, puedo notar el peso de su mirada en mí. Sé que está furioso. ¡Que le jodan! Eso le pasa por ser triple C: cretino, cerdo y creído.

Le he hecho daño, lo sé y algo dentro de mí me dice que no debería regodearme, pero necesito que salga de mi vida. No puedo darle pie a nada o hará que todo se convierta en un infierno.

Hago pucheros.

—¿No me digas que pensaste que esto era para ti? —pregunto, irónica.

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora