La pasión te obliga a pensar en círculos.
Oscar Wilde¿En tu casa o en la mía? ¿Encima o debajo? Hace mucho calor. ¿Por qué diablos no ponen el aire acondicionado? ¿No te gustaría estar más cómodo? Sin ropa, por ejemplo. ¿Cuándo nos vamos?
Las preguntas se me van acumulando en la punta de la lengua. Katsura ha decidido parar a tomar algo en una cafetería. ¿Para qué hablar si tenemos cosas más importantes que hacer? Vale, quizá él es un hombre experimentado y puede esperar, y me encanta, en serio. Pero yo no me he depilado y me he pintado las uñas con mariposas para estar sentada en esta cafetería.
Desabrocho un botón más de mi blusa. Quizá este pequeño detalle le dé a entender que tengo calor, mucho calor.
—Y en ése momento mi hermano decidió amargarme la vida.
Mierda, no he estado prestando atención. Y no sé a qué dichoso momento se refiere. Escojo uno de mis monosílabos de emergencia.
—Ajá —digo prestándole atención. Vamos, tengo que evitar que este calor me afecte.
—¿Qué te parece la situación? —me pregunta, y veo en sus ojos que espera una respuesta profunda. Una respuesta que yo no tengo, porque sólo pienso en cómo será en la cama. ¡Madre mía, me he vuelto una cretina!
Necesito utilizar el plan de emergencia para salir airosa de esta pregunta. Lo mejor es cambiar de tema. Un cambio radical.
—No estoy conforme. ¿Qué te apetece cenar?
Quiero terminar la frase con un «en mi casa», pero no quiero parecer una mujer desesperada, pero lo peor es que creo que lo estoy. Desabrocho otro botón de mi camiseta. Espero no enseñar el sujetador. Sólo intento insinuar.
Insinuar está bien, enseñar pezón no.
—¿Con qué no estás conforme? ¿Y podrías ser tan amable de no desnudarte? No soy de piedra.
—Pues no lo parece —digo, y para mi pesar lo suelto con tono frustrado.
¿Puedo ser más patética? Puedo ver la desilusión en su mirada. ¿Qué diablos me pasa? El calor, debe de ser eso. Este dichoso sobrecalentón me ha afectado.
—Sabes, en ocasiones creo que sólo buscas sexo. Te has equivocado de hermano —dice con tono serio mientras se levanta.
¡Oh, Dios mío! Esta vez he metido la pata hasta el fondo.
Me quedo quieta por un instante. ¿Qué puedo hacer? Si tengo que ponerme de rodillas, lo haré. Lo que haga falta. Suplicaré.
Me levanto de un salto y tomo sus manos.
—Lo siento, lo siento. Me gustas de verdad —digo colocando mis ojos del gatito de Shrek—. Todo tú.
Él parece aminorar su marcha. Me mira a los ojos y ahí está la magia. Esa forma que tiene de mirarme. Ese instante en el que para mí el resto del mundo desaparece. La esquina derecha de su labio se alza formando una perfecta y sensual sonrisa torcida.
Dejo de mirarlo con lastima para pasar a la mirada felina. En fin, mi manera de ser siempre queda en el reino gatuno.
—¿Tanto como para esperar? —me pregunta con tono indescifrable.
Vale que quisiera al hermano bueno, pero no al santito. Es decir, quiero amor, quiero romanticismo, lealtad y respeto, pero tengo necesidades. Necesidades del tema mete-saca. Aún así, de todas formas, asiento. Lo quiero. Y, si tengo que esperar para tenerlo, lo haré.
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Doble Tentación - Kacchako
Romance¿La virginidad crece? Es la pregunta que me hago desde que mi vida sexual se ha convertido en poco activa, bueno, más bien nula. Hasta ahora me conformaba con los sueños (¡Qué sueños!), eran tan reales que me despertaba besando mi ya conocida almoha...