Capítulo 14 - Métodos para pedir perdón

199 30 29
                                    

El perdón es la alegría de los que hicieron algún mal sin mala intención...
Anónimo

Miro a Katsura. Es guapo, guapo a morir. Sus ojos brillan de una forma especial. Siento que, a pesar de que está enfadado conmigo, nadie me ha mirado nunca como él. Repaso sus rasgos, no encuentro imperfección por ningún lado. Entonces comprendo que estoy enamorada. La perfección no existe, pero sí que están las personas que son perfectas para ti. Y estoy totalmente segura de que Katsura Bakugo es perfecto para mí. ¿Cómo lo sé? No puedo decirlo con exactitud, es un presentimiento. Y si tengo que sacar las uñas y afilarlas, lo haré.

Después analizaré cómo es posible que me enamore tan deprisa, pero ahora me está mirando. Puedo ver cómo su mirada me atraviesa intentando hurgar en mis pensamientos. Muevo la lengua en círculos en el interior de mi boca, quizá así la mareo y no termina diciendo todo lo que tengo dentro.

Hay que descifrar la información. Katsura está enfadado. Después de un eterno silencio, me indica que pase a su despacho.

Agacho la mirada, sé que no debería, pero no puedo evitar sentirme pequeñita a su lado. Él es perfecto y yo sólo soy una chica con mucha imaginación. A pesar de tener la mirada gacha, estudio su despacho. Está todo perfectamente ordenado. Cuánta luz, aquí podría estudiar horas y horas. Las paredes son de color blanco y con poca decoración. Sencilla, pero elegante. Me gusta.

Huele bien. Si mi sentido del olfato no se equivoca, es lavanda.

—¿Que estás haciendo aquí, Ochako? —pregunta con un tono demasiado serio—. Vamos, sorpréndeme.

Bien, eso puedo hacerlo. Soy toda una caja de sorpresas hasta para mí misma. Sigo con la mirada en el suelo, no puedo mirarlo a los ojos, porque sé que entonces no podré articular palabra. Tengo la extraña necesidad de abrazarlo. Me muerdo el labio inferior y mi pie empieza a tamborilear el suelo.

—Lo siento —contesto y me siento orgullosa de mí misma. Son dos palabras difíciles de decir, y que, en la mayoría de las ocasiones, podrían salvar el mundo.

—¿Eso es urgente, Ochako? —pregunta. Al parecer sólo he conseguido molestarlo más—. Bien, pues ya puedes irte a tu casa, mensaje captado.

—Por favor, escúchame —le ruego alzando la mirada—. Lo lamento. Yo sólo quería vengarme de tu hermano. Fue una idea estúpida y mal organizada. Perdóname.

Sus músculos se relajan mínimamente. Sus labios continúan formando una fina línea. Tengo que conseguir que al menos sonría un poco. Cambio el peso de mi cuerpo y lo miro con toda la intensidad que creo tener. No intento esconder mis sentimientos, procuro que mis ojos expresen que verdaderamente estoy arrepentida de todo.

Me siento desesperada y me da igual sonar patética.

—Te prometo que dejaré de ver House y que no te psicoanalizaré más. Bueno, y si quieres, mandaré que me psicoanalicen a mí —mi lengua está ágil y lo larga todo seguido—. Pero, por favor, mantén los hombre sudorosos lejos de mí.

Alza ambas cejas ante mi comentario. ¿Por qué he dicho eso? Agito la mano para que intente olvidar esa parte de la frase.

¿Hombres sudorosos? ¡Venga ya! Iba por buen camino.

—Después te lo explico —digo para continuar con mi discurso de redención ante él—. ¡De acuerdo! También devolveré las pulseritas que compré en eBay. Estoy casi segura de que ya puedo distinguirlos. ¡Es todo un logro!

Doble Tentación  -  KacchakoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora